María del Pilar Gavilanes -que realiza una investigación a partir de la filmografía de Pedro Costa- nos ofrece en este artículo más información sobre las siete películas del portugués Pedro Costa incluidas en la muestra «La chispa que incendia la llanura». Sobre este tema dará una conferencia en FLACSO (Quito) el 16 de Marzo.
Un cine de Barrio
La trayectoria de Pedro Costa empieza de manera convencional: estudia en la escuela de cine, trabaja  asistiendo a otros directores y, finalmente, realiza sus propias películas. Sangre (1989), su primer largometraje, puede ser interpretado como una historia de familia en dos sentidos. Por un lado, en lo que concierne a la trama: Vicente y Nino son hermanos, comparten con Clara el secreto de la desaparición de su padre; aprenden a vivir sin él, pero luego su tío secuestra a Nino para alejarlo de las malas frecuentaciones de su hermano. Más que de lazos de sangre, la película nos habla de la ruptura de éstos. Por otro lado, la estética de la película – un blanco y negro de fuertes contrastes, el tratamiento expresionista de la luz – así como referencias manifiestas, ponen en evidencia su herencia cinematográfica: Murnau, Jacques Tourneur, Laughton, Lang, Ray, Hawks. A propósito de Sangre, Costa reconoce una forma demasiado aficionada, pero también su necesidad:  «para terminar con las historias de parricidio personales y simbólicas»[1].
Para Casa de lava (1994), Costa parte con un equipo de rodaje a Cabo Verde. La trama de la película sigue a una enfermera portuguesa, Mariana, que acompaña al obrero Leao, quien se encuentra en estado de coma luego de un accidente en una construcción, de retorno a su isla natal. En la isla, Mariana multiplica encuentros extraños. Casa de Lava pretendía ser un remake de I walked with a zombie (1943) de Tourneur. Al principio el proyecto tenía un guión escrito pero durante el rodaje Costa lo deja de lado, diciéndose que «si quería filmar a esta chica en un nuevo contexto extranjero y peligroso, tenía que hacerlo siguiendo su punto de vista»[2]. Así, abandona el guión en favor de la improvisación: los encuentros de Mariana en la historia de la película van a depender de los encuentros del cineasta con los habitantes de la isla. Costa aprende su lengua, escucha sus historias y su música. Finalmente, Casa de Lava propone una representación de los caboverdianos «como una sola familia, con sus usos, en una relación extraña y paradójica respecto a su tierra volcánica, considerada a la vez como protectora y amenazante»[3]. Otra vez, una historia de familia. No obstante, ahora se trata menos de rupturas y más de una familia extendida que se asemeja a una comunidad.
De regreso a Portugal Costa va a Fontainhas, suburbio de Lisboa habitado principalmente por migrantes, para entregar encargos que los habitantes del archipiélago le han encomendado para sus familiares. Este encuentro será determinante en su trayectoria: el barrio y sus habitantes se convierten en los protagonistas de sus siguientes películas. Huesos (1997) es el primer largometraje realizado en Fontainhas. Retoma la historia de una crónica roja: un bebé abandonado por una joven madre que no podía criarlo. La crónica da lugar a un guión más bien descosido, la realización dejará lugar  a los imprevistos de la vida del barrio. Durante este rodaje, Costa constata que la magnitud del equipo y los pesados medios de producción son incompatibles con la realidad del barrio: los camiones no pueden pasar por los estrechos callejones, los rodajes en la noche hacen filtrar luz por puertas y ventanas, «era pleno día a medianoche. Ahora bien, los horarios de la gente de cine no son los de los albañiles, los de las señoras de la limpieza. Y cuando rodábamos, la luz cegaba a la gente que iba a trabajar a las cuatro de la mañana»[4].
Luego de esta experiencia, Costa se propone trabajar de manera más modesta, alejándose progresivamente de los parámetros convencionales de rodaje, edición y producción de la industria cinematográfica. Por un lado, las nuevas tecnologías digitales le permiten alivianar el peso estructural y económico del proceso cinematográfico. A partir de su siguiente película, En el cuarto de Vanda (2000), filma con una cámara de video y luego la película será transferida a 35mm. Lejos de toda política de rentabilidad, este cine trabajará al ritmo de la vida cotidiana del barrio. Así, para realizar En el cuarto de Vanda, Costa filma durante casi dos años. Sin embargo, la puesta en escena corresponde a los parámetros de realización de una ficción; el cineasta y sus colaboradores escogen, reconstruyen e inventan historias, personajes y diálogos. Según Costa, En el cuarto de Vanda, «es una película que no cesa, en el fondo, de hablar de la familia, de esta familia ideal que no es el barrio, que no es el padre, la madre, la hija, que es algo de las dos cosas, una comunidad»[5]. La película construye pasajes entre el espacio interior del cuarto y el espacio exterior del barrio, entre lo singular de cada uno de los personajes y lo que estos pueden compartir.
Durante el rodaje de En el cuarto de Vanda, el barrio sería demolido. Costa realiza un tercer largometraje, Juventud en marcha (2006), con las mismas personas que conoció en Fontainhas y que han sido reubicadas en nuevos condominios. Juventud en marcha está construida en torno al personaje de Ventura, descrito por Jacques Rancière como «una figura de señor caído, exiliado de su realeza africana, incapacitado para  trabajar por una herida y para la vida social por una raja del espíritu, suerte de errante sublime, entre Edipo y Lear, pero también entre los héroes fordianos»[6]; sus desplazamientos servirán de vínculo entre los personajes del antiguo barrio. Luego de esta trilogía, Costa y sus colaboradores rodaron dos cortometrajes: The Rabbit Hunters (2007) y Tarrafal (2007). Actualmente, continúan trabajando juntos en los suburbios de Lisboa.
Por otra parte, Costa ha realizado Dónde yace su sonrisa escondida? (2001), con los cineastas Danièle Huillet y Jean-Marie Straub en el proceso de edición de su película Sicilia! (1998), y Ne change rien (2009) con Jeanne Balibar y sus músicos durante los ensayos para el disco Slalom Dame. Costa afirma: «Es cierto que me gusta observar y estar discretamente al lado de estas personas que buscan alguna cosa al mismo tiempo que yo: un sentimiento para Vanda, un recuerdo para Ventura, una sonrisa para Danièle y Jean-Marie, un tono o un acorde para Jeanne»[7]. En el cuarto de Vanda se desarrolla casi por entero en el interior de un cuarto y es la palabra la que cuenta el barrio. En Dónde yace su sonrisa escondida? una pequeña sala de edición será una vez más un lugar para la palabra y las reflexiones sobre el cine. Ne change rien nos lleva a las repeticiones, al estudio de grabación y a las salas oscuras de los conciertos para que podamos escuchar el trabajo de la música.
María del Pilar Gavilanes, 2012

[1]   Pedro Costa in : Jacques Lemière, « Entretien avec Pedro Costa », Le cinéma documentaire portugais, Images documentaires, 61/62, 2e et 3e trimestres 2007, Images Documentaires, Paris, 2007, p.76.
[2]   Pedro Costa, entrevista con  Mark Peranson, CinémaScope n 22, p.11.
[3]   Antony Fiant, « Pedro Costa, cinéaste de la lisière », Trafic 77, Printemps 2011, Paris, POL, 2011, p.85.
[4]   Pedro Costa in: Cyril Neyrat, En el cuarto de Vanda, conversación con Pedro Costa, Nantes, Capricci, 2008, p. 38.
[5]   Pedro Costa in : Jacques Lemière, « Entretien avec Pedro Costa », Le cinéma documentaire portugais, Images documentaires, 61/62, 2e et 3e trimestres 2007, Images Documentaires, Paris, 2007, p.76.
[6]   Jacques Rancière, « La lettre de Ventura », Trafic n 61, printemps 2007, Paris, POL, 2007, p.5.
[7]   http://www.pedro-costa.net/PEDRO COSTA NCR-NOTE pedro.html

Comments

comments

X