Por Alex Schlenker 
Los canallas: asistimos al nacimiento de una mirada diferente, tal vez fresca del cine ecuatoriano. 
…y si todos los canallas hicieran su propia estadística? Tal vez una que acompañe a la cinta, aún antes de su estreno, como una “canallada” para el cine que han venido haciendo los cineastas latinoamericanos “más viejos”, y ello por las primicias que encierra este proyecto: el primer largometraje ecuatoriano realizado de manera grupal y el primero hecho enteramente en una escuela de cine y transferido a 35mm con varias copias a ser exhibidas en la mayoría de salas del país, la primera película producida y no dirigida por Camilo Luzuriaga, la segunda película en ganar un premio en el prestigioso Festival de Montreal, entre otros. Toda película, sin importar su realizador, su género o los modos en que fue producida, acarrea entre sus espectadores una serie de preguntas. ¿Quién es el director? ¿Cómo nace el filme? ¿Cuál es el tema? A más de estas interrogantes, estos canallas plantean otras.
…y si todos los canallas escribieran en equipo? Al ver la película descubro que asistimos al nacimiento de una mirada diferente, tal vez fresca, en el cine ecuatoriano. Una en la que el alcance de lo fílmico no se sustenta en la posible densidad discursiva del mensaje o la información que debe transmitir el guión para ser profundo, sino en la sensibilidad honesta de un grupo de jóvenes que encontró en la cotidianidad los fragmentos de una realidad pre-escrita y destinada a transfigurarse en guiones que, al son de “dos y dos son cuatro y cuatro y dos son seis”, fueron escritos por muchas manos y de manera simultánea. Así las canalladas de estos realizadores emergentes adquieren su propia corporeidad.
…y si todos los canallas simplemente miraran y sintieran? A diferencia de muchos otros proyectos que han irrumpido con formatos innovadores y de bajo costo en los últimos años en la región, los jóvenes que concibieron las tres historias que componen este largometraje no emulan al sociólogo que escudriña la migración o la pobreza del país. Son tan canallas que de alguna manera intuyen que al mirar de cerca al ser humano que ven a diario y que más tarde secuestrarán a su historia, no tendrán la necesidad de crear el decorado social de fondo del personaje; esos aspectos son para ellos constitutivos a la naturaleza humana y por ende inseparables. El objeto de investigación se convierte así en sujeto. La jerarquía de las ciencias sociales da paso a un arte que imagina otro orden, uno marcado por lo sensible antes que por lo racional.
…y si todos los canallas hablaran desde el actor? La canallada más importante radica a mi modo de ver en el lugar de creación elegido por el grupo de escritura-producción-realización. Al observar de cerca la forma de trabajo desarrollada para la película es posible advertir una importante novedad: Los Canallas fue escrito y realizado con un sólido conocimiento de la teoría y praxis del cine, pero restituyendo en todo momento el lugar del actor. Todos y cada uno de los integrantes del equipo de producción y rodaje han estudiado un cine que no separa al actor del autor; en su cosmovisión del arte cinematográfico el actor es también un autor con el mismo peso que los demás. Así, toda la energía de creación se sublima entonces en el cuerpo del actor y desde ahí al cuerpo de jóvenes que aman en trío, de niñas ardientes que no luchan con el cuerpo del deseo, de boxeadores golpeados, de minusválidos sabios, de guardias solitarios, de colegiales y colegialas que no pueden con el mundo. Desde este mosaico de subjetividades se narra, se hilvana una red de historias que, aunque distintas en su trama, al estar hechas del mismo material son unidas en una sola historia de tres cortes esperada con ansias por la audiencia canalla. Tal espera va acompañada de las palabras del tema central del filme compuesto por Los Kryos: “…y si todos los canallas nos vamos al infierno será porque algún día nos provocamos…”.

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