Por Rafael Barriga*
Vivir una vida metódica y sustentable, donde cuidamos la mente y el cuerpo. Ver la vida con ojos de generosidad y alegría. Entender y no juzgar, ni a los demás ni a nosotros mismos. Amar las cosas delicadas: el sol que transpira por entre las hojas de los árboles, las plantas huérfanas de cualquier parque. Hacer nuestro trabajo bien, pensando en el servicio a los demás. Estas no son cosas que salen, para efectos de esta reflexión, del ideario budista-zen o alguna moda new age. Son las cualidades del personaje principal de “Perfect Days”, el nuevo film de Wim Wenders, que lo ha puesto nuevamente en la discusión cinematográfica.
“Perfect Days” tiene como ámbito la ciudad de Tokio. Es sí, un homenaje a esa ciudad: famoso es el hecho que Wenders tiene como un ídolo cinematográfico a Yasujirō Ozu, y que en la década de los ochenta el alemán hizo un documental sobre el maestro Ozu y aquella ciudad donde fijó la gran mayoría de sus películas. Pero Wenders hace un homenaje, en verdad, al carácter japonés y la ética tokiota. Todo este tributo está encarnado en Hirayama, un hombre solitario de más o menos sesenta años, que trabaja limpiando baños en el barrio de Shibuya.
Durante toda la película vemos a Hirayama vivir en un apartamento pequeño y espartano, en un barrio de clase trabajadora, leyendo novelas de grandes autores que compra en librerías de segunda mano, escuchando en la combi acondicionada para su trabajo los mismos cassettes de The Kinks, Nina Simone, The Velvet Underground y, naturalmente, y por el título del film, Lou Reed. Los baños que limpia cada día quedan relucientes. Para su almuerzo se sienta tranquilamente en el mismo banco del parque, comiendo el mismo sándwich, absorbiendo el mundo cotidiano que lo rodea y, a veces, tomando fotografías de ese sol que se filtra por los árboles. Ocasionalmente interactúa con otros personajes; no es un dato menor decir que transcurre casi una hora de película hasta que los espectadores escuchamos su voz. Lejos de irrumpir dañinamente en su estricta rutina, estos encuentros la enriquecen. Incluso una visita imprevista de su hermana, que llega en un auto de lujo y con chofer, lo que da cuenta, quizás, de un estilo de vida muy diferente en el pasado del propio protagonista, termina en emoción, lágrima y abrazo. Para Hirayama, cada día –lluvia o sol, en soledad o en compañía– es perfecto.
“Perfect Days” es el elogio, entonces, de una vida simple. En un mundo definido por la obsesión humana a la hipercomunicación, dominado por el estrés como prognosis fundamental de hombres, mujeres y niños, entregado por completo –en casi todas las culturas del planeta– a la desinformación e ignorancia resultante de la red social de turno, Wenders escoge hablar de la desaceleración y la posibilidad, aún latente, de la observación profunda y la emoción por las cosas que nos han rodeado desde siempre. Para Wenders, los baños de Tokio, expresan algo único y profundamente admirable sobre la cultura japonesa. Uno se imagina que un drama sobre un limpiador de baños de Berlín o Nueva York sería un asunto sombrío. Pero “Perfect Days” se acerca más a una meditación zen sobre los placeres de la vida sencilla.
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Wim Wenders ha cumplido 78 años. Es parte de lo que se llamó el “nuevo cine alemán”, que producía películas con un renovador tono, acorde a los cambios anímicos y sociales de la Alemania Federal de la postguerra. Su vida cinematográfica es abundante y la historia del cine registrará por lo menos dos obras suyas –quizás tres, con “Perfect Days”– como verdaderas obras maestras: “Paris, Texas” de 1984, un road-movie que explora las entrañas del oeste norteamericano, iluminado con personajes inolvidables como Travis Henderson, su esposa Jane y su hermano Walt (Harry Dean Stanton, Natassja Kinski y Dean Stockwell, respectivamente), todos en búsqueda de algo o de alguien. “Paris, Texas” ganó la palma de Cannes y estableció a Wenders en el mapa cinematográfico, a pesar de haber hecho la magnífica “Alicia en las ciudades” una década antes. La otra obra superior de Wenders es “El cielo sobre Berlín” (1987), mal traducida en inglés y español como “Las alas del deseo”. La premisa de aquella película era ingeniosa: un par de ángeles sobrevuelan la ciudad de Berlín, y tienen la capacidad de escuchar los pensamientos de los habitantes de la ciudad y consolar a los afligidos. El film resuena hasta la fecha como el documento indispensable para entender a la ciudad en aquellos años finales del muro de Berlín. Incluso Hollywood hizo un remake, con el título “City of Angels”, con poca fortuna.
El último hit de Wenders data de hace 25 años con el documental “Buena Vista Social Club”, sobre unos octogenarios músicos de La Habana que pasan de la oscuridad a la fama. Con “Perfect Days”, Wenders vuelve a sus mejores momentos.
La idea de “Perfect Days” llegó mediante una llamada de teléfono por parte del Proyecto Tokio Toilets, realizado por una ONG japonesa. Con el fin de mejorar el estado de los baños públicos de la ciudad, y en vista de la proximidad de los Juegos Olímpicos de 2020, el proyecto reinventó la idea del baño público con diseños de notables arquitectos japoneses para diecisiete retretes en el barrio Shibuya, creados no sólo para ser obras de arte sino también estructurados para ser accesibles para todos, sin importar género, edad o discapacidad. Más que un simple servicio público, el proyecto, dicen sus promotores, es una forma de avanzar hacia la realización de una sociedad que abrace la diversidad. Y la verdad, los baños son hermosos. Uno es una cúpula blanca brillante, como una nave espacial. Otro parece un laberinto de tablas de madera. Otro tiene paredes de colores brillantes pero transparentes. Cuando una mujer estadounidense, claramente confundida, pregunta cómo funciona, Hirayama, sin decir palabra, entra y cierra la puerta. El vidrio se vuelve opaco.
Los promotores invitaron a Wenders a conocer los baños, dado que los Juegos Olímpicos se pospusieron por la pandemia del Covid-19, y cuando se realizaron en 2021 no hubo visitantes por la misma razón. Fue allí donde Wenders concibió la idea del film, y donde logró reclutar al actor Kōji Yakusho, que interpreta a Hirayama. De su actor, Wenders ha dicho: “su personaje es la película”. No se equivoca. El nivel de interpretación de Yakusho es coherente con su nutrida filmografía, que incluye varios films dirigidos por el maestro japonés Shōhei Imamura. Yakusho ganó el premio a mejor interpretación masculina en Cannes en 2023 por “Perfect Days”. Es difícil imaginarse a algún otro actor que haya podido encarnar a Hirayama de la manera comprometida de Yashuko.
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Hace unos días, luego de ver por primera vez “Perfect Days”, un calmo viento de tranquilidad y optimismo me ocupó al salir de la sala del OCHOYMEDIO. La experiencia de ir al cine es, para mi, incomparable, porque a veces –sólo a veces– se trata de una práctica transformadora. “¿Qué tal si…” – uno se pregunta– “se viviera así, con esa calma, con esa simpleza, con esa sonrisa impregnada?”, “¿cuáles son las cosas que verdaderamente importan en la vida?”, “¿en donde está la verdadera felicidad?”.
Recuerdo vívidamente la primera vez que vi una película de Wim Wenders. “Paris, Texas” se exhibía en un festival de nuevo cine alemán en el desaparecido cine Colón. Era un adolescente, de 14 o 15 años. Hasta ahora me acuerdo: salí pensando que el mundo era complejo, inexpugnable, lleno de personas que nunca hacen lo que su corazón dicta. Estoy seguro que no me equivoqué. El mundo es así. Esta mañana, treinta y pico de años después –y luego de tener muchas inolvidables experiencias, a lo largo de los años, con el cine de Wim Wenders– he visto otra vez “Perfect Days”. Salí pensando que el mundo es simple, que sus cosas más importantes están al alcance de la mano. Que ver el sol deslizarse por entre las hojas de los árboles es bello. Estoy seguro que no me equivoco. El mundo es así.

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