Por Luis Ospina  
Uno de los más importantes directores de cine en Colombia, escribe sobre la historia del cine de su país. publicamos un fragmento de su artículo.
“La historia del cine colombiano es la historia de un fracaso”.
Fernando Vallejo. Años de indulgencia (1988)
Un día de los inocentes del año 1895 los Hermanos Lumière hacen la primera proyección pública del cinematógrafo en París. Un año y cuatro meses después, el 14 de abril de 1897, la Compañía Universal de Variedades del prestidigitador Balabrega presenta cine por primera vez en territorio colombiano en el puerto de Colón, hoy república de Panamá. Dos meses más tarde, también por Panamá, nos llegaría el cinematógrafo Gabriel Veyre, uno de los operadores entrenados por Lumière, quien al parecer hizo las primeras filmaciones en Colombia. El primero de septiembre de 1897 un conocido empresario barranquillero de espectáculos, Ernesto Vieco, presentó el cine por primer vez en Bogotá, en el Teatro Municipal, con un programa de vistas del catálogo de Lumière. En el periódico local El Rayo X se comentó que fue “algo imperfecta la reproducción de los objetos, sea por falta de luz, por no colocarse ésta en exacto foco. Los gritos y vocerío del miércoles en el Municipal no son una invitación a volver».
A pesar de estas primeras funciones fallidas la ilusión del cine conquistó al público colombiano. La Guerra de los Mil Días (1899-1902) y la separación de Panamá (1903) fueron responsables de la primera muerte del cine colombiano, que cual ave fénix ha surgido de las cenizas entre conflictos y guerras desde sus inicios. Sin embargo existen reportes sin confirmar que el general Rafael Reyes, como tantos otros dictadores latinoamericanos, contrató a un camarógrafo francés para el engrandecimiento de su imagen.
La distribución y la exhibición siempre fueron y han sido el eslabón fuerte del cine en Colombia, superando –y casi siempre bloqueando– los escasos intentos de producción. El primer intento de hacer cine nacional, como alternativa a la competencia extranjera, tuvo lugar en 1913 con la creación de SICLA (Sociedad Industrial Cinematográfica Latino Americana). Para esta empresa Francesco Di Domenico filmaba en las calles su Diario colombiano, imágenes documentales que procesaba con el fin de que pudieran ser exhibidas al día siguiente. Pero el público colombiano, acostumbrado al cine americano y europeo, reclamaba el cine de ficción. Se produjeron, entonces, varias películas argumentales con temas costumbristas e históricos.
La década de los veinte es la única en la historia del cine colombiano en que se puede hablar de una industria cinematográfica estable y rentable. Y Cali tiene el honor de ser su cuna. Los españoles Máximo Calvo, director técnico, y Alfredo del Diestro, director escénico, fundan con empresarios caleños la Valle Film Company y filman en 1921María, el primer largometraje colombiano, inspirados en la inmortal novela de Jorge Isaacs. La película, estrenada en Buga en 1922, se constituyó en el primer gran éxito continental del cine colombiano en toda su historia. Por aquellos días, más que nunca, las esperanzas de una industria cinematográfica estable estuvieron vivas, si bien no faltaron los problemas.
El éxito le fue esquivo al cine colombiano hasta que en 1943 Roberto Saa Silva realiza la comedia costumbrista Allá en el trapiche, con el popular cómico radial Tocayo Cevallos. La ilusión de crear una “fábrica de sueños nacional” llevó a la Ducrane Films a emprender la construcción de unos estudios de cine en una finca en Sasaima que nunca llegaron a feliz término. Las malas lenguas dicen que porque se gastaron todo el dinero haciendo una piscina para las tomas submarinas.
Y aquí el cine colombiano naufraga de nuevo y sólo será salvado de las aguas con la aparición de Camilo Correa, pionero de la crítica de cine y experto en fracasos y empresas quiméricas. Correa fundó dos compañías en Medellín. Después de varios intentos fallidos de largometraje Camilo Correa finalmente pudo producir Colombia linda, que fue un desastre comercial. Acusado de quiebra fraudulenta, Camilo Correa tuvo que pasar ocho meses en la cárcel y luego se exiló en Hollywood.
Ante el fracaso del proyecto industrial surge en Colombia la necesidad de hacer un cine de autor. En 1954 en Barranquilla se reúnen varios intelectuales, que luego serían famosos como Gabriel García Márquez, Enrique Grau y Álvaro Cepeda Samudio, para realizar La langosta azul,el primer corto experimental colombiano, influenciado por la vanguardia europea de los veintes y el underground norteamericano.
Resumiendo la historia del cine colombiano hasta ese momento, el escritor y director Fernando Vallejo, exagerando un poco como es costumbre en él, escribió que “…ni una sola película, pero ni una en cincuenta años se había podido terminar a cabalidad, hasta la exhibición al público. Las unas se quedaban en la filmación, las otras en el copión, las otras en la edición, las otras en la sonorización… A medias todas, inconclusas, como coitus interruptus… Y truncas se quedaban, atrancadas, porque a quienes las hacían se les acababa en el camino la fe, el impulso, el optimismo, el fluido vital, la plata: la plata, don dinero, para salir del atolladero. Pues en efecto: vendida la casa, el carro, la finquita, y quemado en unos cuantos días de filmación el esfuerzo de toda una vida, el patrimonio de la mujer y los hijos, ¿de dónde sacar más para continuar?” (Años de indulgencia, 1988).
En los años sesenta otras corrientes comenzaron a influenciar a los nuevos realizadores. La tendencia neorrealista del español José María Arzuaga y la tendencia cinema novo del bogotano Julio Luzardo le cambiaron el curso al cine nacional. A finales de los sesenta y comienzos de los setenta, el largometraje desaparece prácticamente del panorama del cine nacional y la producción se divide en dos: el cine marginal, con sus documentales independientes de contenido político y social, y el cortometraje de sobreprecio, apoyado en una ley de exhibición obligatoria. Muchos fueron los cineastas que se enriquecieron a costillas del Estado y del público colombiano.
En 1967 Diego León Giraldo, influenciado por el cine cubano, rueda el primer filme militante: Camilo, un cortometraje sobre el cura guerrillero Camilo Torres. Carlos Álvarez continúa esta misma línea con  los cortos Asaltoy ¿Qué es la democracia?, que lo hacen merecedor de varios meses de prisión.
En cuanto a mis inicios en el cine de los años setenta le cedo la palabra al crítico Luis Alberto Álvarez: “Su cine está marcado por ciertas tendencias de vanguardia y, a diferencia del marginal bogotano, por una crítica con toques surreales, sarcástica y distanciada. Oiga Vea (1972), de Ospina y Mayolo, fue una interesante aproximación de contrainformación a propósito de los Juegos Panamericanos de Cali…Agarrando pueblo(1978), de Carlos Mayolo y Luis Ospina, es un ácido e inteligente comentario a la llamada pornomiseria, que estaba cundiendo en la producción cinematográfica del país, sirviéndose de la moda tercermundista y particularmente latinoamericanista, entonces viva en Europa.”
No quiero aquí, por discreción, referirme al fracaso de mis colegas contemporáneos. Que cada cual cargue su cruz de Malta. Entonces de aquí en adelante me limitaré a relatar sólo el mío porque yo también soy víctima de esa ilusión llamada cine colombiano.
En 1985 rodé lo que pensé sería mi canto de ci(s)ne, cuando codirigí con Jorge Nieto el documental En busca de “María”sobre la primera película muda colombiana, hoy lamentablemente perdida. El cine en Colombia sólo ha dado pérdidas. Por eso tengo una imagen negativa del cine colombiano cuando todo el mundo pide una imagen positiva del país. En términos cinematográficos, ¿qué más puede esperar un país subdesarrollado sino una imagen negativa?
Sólo 16 años después de En busca de “María”pude volver al cine, cuando mi hermano Sebastián se ganó el Premio Nacional de Cine por su guión de cine negro Soplo de vida. Entonces me acordé de la anécdota de Billy Wilder: “Cuando uno dirige el primer largometraje es como si le dijeran a uno: ‘Súbase a ese edificio y tírese del segundo piso.’ Uno por las puras ganas de hacer cine se bota y hasta sobrevive. Pero hacer la segunda película es ya otra cosa. Ahí es cuando le dicen a uno: “Bueno, ya que sobrevivió al tirarse del segundo, ahora súbase al sexto y tírese”. Y me lancé al vacío, al “estrellato”. Empecé, entonces, un largo vía crucis. Soplo de vidase pudo filmar en 1997 y se estrenó con poco éxito de público en el 2000. Sin embargo la película se exhibió en más de 25 festivales internacionales y se estrenó comercialmente en Francia, en donde, por aquellas ironías de la vida y del cine, hizo más espectadores que en Colombia.
Es en momentos tan oscuros como los que vivimos actualmente cuando los que trabajamos la imagen podemos encontrar nuevas luces para crear un cine negro nacional. Después de más de 25 años de cultivos ilegales, ya tenemos la suficiente madurez para recoger los frutos podridos de esta cosecha roja. Siempre se ha dicho que el cine es la fábrica de sueños. Eso podrá ser muy cierto para el público pero no para el realizador. Lo que para el espectador es un sueño para el cineasta es una pesadilla. El director de cine se vela, revela y desvela por el espectador. Y el sueño del director produce monstruos.
¿Y qué se gana a cambio? Cito mi diario: “Hoy, día 21 de abril (el mes más cruel) y casi dos semanas después de haber terminado Soplo de vida, estuve donde el médico. ¿Por qué? Porque tenía el corazón destrozado, los nervios de punta y el estómago vuelto mierda. Y sin un peso en el bolsillo. ¿Por qué? Por pendejo, por tratar de hacer cine en Colombia. En Colombia no hay cine, hay películas. ¿Por qué? Porque en Colombia nunca ha existido una industria de cine. Cada película es un esfuerzo aislado. En Colombia uno comienza a hacer la película que quiere y termina haciendo la que puede. Para aliviar este mal incurable del cine el médico me formuló dos drogas: Prozac, para la depresión y el insomnio y  Floratil, para la flora intestinal. ¿Y todo por qué? Por divertir al pueblo. ¡Que los divierta su madre!
(Fragmento de un artículo aparecido originalmente en Kinetoscopio No 62. 2002. Reproducido con autorización).

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