Por Fausto Rivera Yánez.
Fundada a comienzos de los años 40, la revista Der Kreis (el círculo) fue la única organización gay que sobrevivió al régimen nazi del tercer Reich. ‘Der Kreis’ resurgió después en los años de la postguerra para convertirse en un reconocido club internacional ‘underground’, cuyos legendarios bailes de máscaras en un Teatro de Zurich llegaron a congregar hasta 800 visitantes de todo Europa.
Un profesor de literatura, de un colegio para niñas, inicia sus clases leyendo en voz alta a Albert Camus: “Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé”. Una compañera suya de trabajo, luego de la cátedra, le dice, mientras en sus ojos se le acumula un brillo de esperanza, que no deje de leer a Simone de Beauvoir. Más allá del colegio, no tan lejos, un joven peluquero de ojos plomoazulados espera a que llegue la noche para vestir un ajustado traje dorado de satín. Y cerca de allí, de la peluquería, hay un grupo de hombres, unos con barba abultada, otros con bigote y camisas de rayas, y algunos con cara de niños y gestos temblorosos, reunidos en lo que parece una bodega editando una revista de nombre Der Kreis (El Círculo), cuyos contenidos se centran en el cuerpo, el deseo y la cultura.
Ellos están en Zúrich, Suiza. Es 1954, cuando el horror de la segunda guerra mundial parecía difuminarse. Hay lugar para todos ahí. Hay leyes que protegen la diferencia. Hay respeto y libertad. Las ideas más progresistas no encuentran muchas trabas para su germinación. Son tiempos buenos, piensa la mayoría. Nada pasará, se lo repiten a cada instante. Pero ellos olvidan que la armonía es sólo un estado de tránsito; que la tranquilad debe ser considerada como una sospecha; que el mundo en el que viven es parte de un mundo mayor donde no ha cesado la violencia ni la discriminación. Ellos olvidan que al equilibro le antecede el caos, y que es muy fácil volver a ese sitio del que nadie quiere hablar.
El círculo, película dirigida por Stefan Haupt, narra a través del ensayo documental y la ficción, la historia amorosa y de resistencia de Röbi Rapp (peluquero y artista drag) y Ernst Ostertag (profesor), dos hombres que se conocieron en la segunda mitad del siglo XX, en medio de una fiesta realizada por quienes hacían una de las revistas de temática homosexual más importantes del mundo: Der Kreis. La revista fue fundada en los años treinta y, desde ese entonces, se convirtió en el faro de iluminación de la cultura gay y lésbica (esta en menor medida) en Europa y en Estados Unidos, sobre todo cuando el actor suizo Karl Meier, alias “Rolf”, asumió la dirección editorial en los años cuarenta.
La visión de “Rolf” sobre la industria editorial gay era vanguardista, visionaria. Él sabía que no hay revolución cultural posible que no parta desde y para el cuerpo. Sus nociones sobre la homosexualidad trascendían el agotado debate del binarismo, de las etiquetas, de las esencias. “Rolf” le apostaba, en cambio, al homoerotismo, es decir, a la posibilidad de amar sin géneros, de devenirse humano, de regresar a ese lugar primigenio “cuando era común el amor entre los hombres, y la pasión no discriminaba los sexos; solo ardía”, como bien decía el poeta Roy Sigüenza.
Der Kreis, por la relevancia social que adquirió, fue publicada en diferentes idiomas (alemán, francés e inglés). Sus contenidos eran tan creativos como su equipo editorial, quienes vieron en el arte la forma más óptima de comunicar y educar a la gente. Publicaban, prioritariamente, cuentos, relatos personales, poemas, fotografías, reportajes de investigación médica e ilustraciones como las que hacía Tom de Finlandia, pero con una estética más moderada y menos provocadora. Sin embargo, ya en los años sesenta, la revista, además de competir con otras de carácter más pornográfico y, por lo tanto, comercial, sufrió severas censuras por parte de su entorno social y político, lo que conllevó a que en 1967 circulará su última edición.
Este fragmento de la historia cultural de las diversidades sexuales y de género en la época de la posguerra, se sostiene a partir del tierno relato de amor entre Röbi y Ernst, dos sujetos aparentemente contradictorios, polares, que terminan compartiendo su vida por más de sesenta años, convirtiéndose en la primera pareja homosexual en casarse en Suiza. Si bien el amor entre ellos, a inicios de los cincuenta, no tuvo barreras, y el entorno cultural y legal los protegía de cualquier discriminación, con el pasar del tiempo esta realidad cambiaría de forma negativa, hasta ahora. Para la sociedad, sus actitudes generaban dudas. La culpa era algo inherente a sus acciones. Su sola presencia causaba malestar, el malestar del cuerpo diferente. Su historia es la historia de la resistencia por la autonomía, pero también encarna la misma lucha que embanderó la organización Der Kreis por perdurar en la memoria de quienes encontraron en la revista el suspiro necesario para vivir, la imagen para autocomplacerse, la palabra para pensar.

Comments

comments

X