Por: Ana Cristina Franco Varea
“Quiero tener una experiencia”, dice Lady Bird, la adolescente de pelo rojo que se ha puesto ese pseudónimo a sí misma. Y después abre la puerta del auto y se lanza a la carretera. Para sentir un golpe contra el pavimento, pero sentir algo. Para hacer su historia, su propia historia. Tal vez porque no quiere ser ella (o quiere ser ella al punto de dejar de serlo). Tal vez porque quiere cambiar de piel. Tal vez porque se cansó de ir al colegio, de ver las mismas caras, de ser humana. Ahora prefiere ser pájaro. Y volar. Lejos. A cualquier lugar que no sea Sacramento. A donde haya arte, cine, cultura. Sí, a Nueva York. Sacramento es la ciudad donde ella, no Lady Bird sino Greta Gerwig, nació en 1983. Y ahora que ha dejado su pequeña casa, ahora que se ha separado de su madre enfermera y ha volado a Nueva York; ahora que ha estudiado dramaturgia; ahora que ha actuado en varias películas como Roma con amor de Woody Allen, que ha co-dirigido Nights and Weekends con Joe Swanberg; ahora que ha protagonizado algunas películas de Noah Baumbach y ha co escrito con él algunos guiones como el de la memorable Frances Ha, ahora que ya ha acumulado no una, sino muchas experiencias, al fin ha podido escribir y filmar su su historia, esa pequeña-gran historia: la historia de Lady Bird, la adolescente de pelo rojo que cree que está a punto de empezar la vida y que no sabe que esa sala de espera es la vida misma (y la mejor). Esa adolescente que tiene la ilusión de lanzarse al mar de Nueva York e intentar apostarle al arte. Tal vez por eso conmueve tanto ver a Greta Gerwig sentada en la ceremonia de los premios Oscar 2018 donde su Opera Prima tuvo cinco nominaciones (Mejor Película, Dirección, Actriz, Actriz de reparto y Guión Original)
Durante todo el filme tuve la sensación de estar a punto de llorar. El clásico nudo en la garganta. ¿Tristeza?, ¿Alegría?, ¿Las dos cosas a la vez? ¿Será tal vez porque yo también fui adolescente en el 2001?, ¿Porque yo también era mala en matemáticas?, ¿Por qué yo también hubiera sido capaz de lanzarme del auto con tal de tener una experiencia?. Creo que no soy sólo yo la que tiene esta sensación agridulce en el corazón. Christine (ese es el nombre de Lady Bird) tiene la inocencia y la rebeldía de cualquier adolescente. Es irónico pero los adolescentes, esos seres que fuman, se rebelan contra sus padres, escuchan música pesada, mientras más duros aparentan ser, más tiernos se vuelven. Gerwig retrata esta “ternura adolescente” con detalles sutiles como el vestido de Christine para el baile, o su grito de alegría después del primer beso. Lady Bird es un llamado “Cooming of age” donde vemos transformarse al personaje después de una crisis. Pero crecer no sería posible si la experiencia fuera tal y como la imaginamos. Nunca sucede así: el chico que cree su primer amor resulta gay, y la primera vez que tiene sexo nada sale perfecto, y así, cada experiencia es imperfecta y bella.
Acostumbrados a ver a chicos llenos de nerviosismo tomar valor para invitar a salir a una chica, esta vez es Christine (increiblemente interpretada por Saoirse Ronan) quien se acerca a los hombres primero. Es ella quien toma la posta. Obviamente no le resulta fácil, debe armarse de valor e ir por lo que quiere. El mejor diálogo es con el que aborda a un chico que conoce: “ Hola, crees en Dios?”. ¿Cómo no amarla?.
A veces Christine recuerda a cierto personaje adolescente que ya hemos visto en otras películas (Los 400 golpes o Amarcord, para citar ejemplos que Greta Gerwig reconoce que la inspiraron) , pero claro, en versión hombre. Lo interesante de esta película que podría ser una película de adolescentes cualquiera, es que esta vez lo vemos todo desde los ojos y el lugar de una mujer. Parecería simple, pero no lo es. La realidad es que casi no hay estas películas.
Lady Bird también es una película sobre las relaciones de las madres e hijas, de hecho, su primer nombre era “Mothers and Daughters” . La relación amor-odio de las dos, las discusiones constantes que ya son parte de la cotidinidad o esos momentos tiernos como el que Christine está triste y su madre le propone hacer su actividad favorita: ir a conocer casas enormes que nunca podrán comprar. Lady Bird también es un homenaje Sacramento. Y aunque Christine y Greta se quejan permanentemente de la pequeña ciudad, al final hay un reconocimiento en la carta que Christine le envía a su madre. Pero tal vez la escena en que mejor se ve esto es cuando, después de leer un texto de Christine, una monja (que es muy inteligente y divertida rompiendo con el cliché de la monja/educadora severa) le dice que en realidad ella ama Sacramento, que eso se nota en su texto. Christine contesta que no, que lo único que ha hecho es mirar a la ciudad con atención, entonces la monja le responde: ¿Acaso atención no es lo mismo que amor?.
“Recuerdo muy bien cuando Sofia Coppola fue nominada como mejor directora y ganó al mejor guión (por Perdidos en Tokio en 2004) y lo que significó para mí. Y yo recuerdo cuando Kathryn Bigelow ganó como mejor directora y cómo, gracias a eso, parecía que se ampliaban las posibilidades. Espero genuinamente que lo que esto signifique para las mujeres de todas las edades es que miren y piensen: ‘Quiero salir y hacer mi película’”. dijo Greta Gerwig cuando se enteró de las nominaciones de su película. Esperemos que sea así.

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