Por: Gabriela Paz y Miño
Ochoymedio, lunes 13 de enero, 19:30. Sala llena. En el escenario: un sofá cama con cobija cutre y almohadones de bolitas; lámparas con pantallas floreadas a juego con la alfombra y las telas cubre asientos. Además, un extraño ¿gato? ¿tigre? de tela, que por su larguísimo cuello es objeto de más de una sugerente alusión (todo obra del escenógrafo Enrique Vásconez). Sentada en la cama: Malva Malabar, enfundada en una estrechísima licra dorada (atrás quedaron los tiempos de señora pelucona, de vestido y collar), tacones de charol, aretes colgantes y maquillaje… bueno, maquillaje a lo Malva Malabar. A su izquierda, traje sastre negro, camisa roja, y discreto rubor: la concejala Beatriz León, ex militante de Ruptura 25. Ambas, listas para al “3, 2, 1”, del director del performance, Miguel Alvear, arrancar el talk show televisivo A la cama con Malva Malabar. Para rendir cuentas de su gestión, la concejala saliente del Municipio Metropolitano de Quito se sometió a un singular ejercicio. No se podría decir que lo hizo sin temor: durante los primeros minutos de la charla con Malva, se la sintió tímida, cortada. “Si me voy a meter a tu cama, vamos despacito”, bromeó. “No pasa nada”, la tranquilizó Malva.
Cuando una rendición de cuentas se hace de la manera tradicional (elaborando un pesado informe, que se reparte de oficina en oficina o se sube a una web oficial) no hay mayores riesgos. Habrá quien lo lea y lo apruebe, quien lo critique y, por supuesto, habrá quien lo ignore… Pero cuando ese mismo ejercicio se traslada a una cama colocada en medio del escenario retro, cualquier cosa puede pasar. Más aún si ese show lo conduce la impetuosa, y últimamente pelirrojísima, Malva Malabar. Beatriz León, sin embargo, guardaba un as bajo la manga: al tener el talk show un objetivo tan específico como rendir cuentas de su gestión, el diálogo no podía tener muchos desvíos. Así que la concejala no sufrió demasiado y pudo explayarse en contar lo suyo. Porque contar lo suyo era, finalmente, el objetivo. Quizás por eso Malva, generalmente más irreverente y mordaz, fue mucho más mansa de lo que el público esperaba. El guión parecía encorsetarla a ratos. Eso, por supuesto, no le quitó encanto. Porque ella es encantadora, diga lo que diga. Tanto cuando se declara “maricón feminista”, como cuando confiesa que quiso ser periodista pero “terminó de travesti, que es mucho más productivo”. De ahí que los “momentos Malva” –el tacón golpeando el piso, el contoneo, las manos en la cintura, la mueca exagerada, la salida ingeniosa y desafiante- fueron los más brillantes.
También fueron puntos altos las presentaciones de los artistas invitados. El desubicado Lcdo. Fierro (interpretado por María Belén Moncayo), que llegó al Ochoymedio pensando que era el night club “5/15”, acumuló abucheos. Borracho, grosero, no se cortó ni un pelo a la hora de lanzar piropos pesados como ladrillos a las “hembritas”, o de pedir al público que alce la mano “el que es bien varón” (la única mano arriba fue la de una mujer). El hip hopero Clo Sísimico hizo lo suyo con DJ Mic y gustó. Sin embargo, el punto culminante llegó en un enlace ciudadano que interrumpió el programa para presentar una versión trans del tema Patria, tierra sagrada, interpretado por Simonné Bernardette.
El satélite Pegaso que “retransmitió el show a todos los países del ALBA” dio algunos problemas técnicos, hay que decirlo. Malva, por supuesto, salió airosa, aunque no indemne. Así, el objetivo de inclusión y diálogo directo que se intentó ayer con este performance se cumplió. La gente se divirtió y Beatriz León rindió cuentas (se aplaude su valentía y su sentido del humor). Habrá que evaluar, eso sí, si el formato talk show terminó siendo un  informercial. Desde luego, volver a los pesados informes, que pocos leen y menos entienden, tampoco parece ser opción…

Comments

comments

X