Por Rafael Barriga
El 27 de mayo de 1976 Raymundo Gleyzer fue secuestrado. De esta forma la dictadura intentó silenciar a uno de los más talentosos y coherentes referentes del cine social latinoamericano. Presentamos dos largometrajes de Gleyzer: México, la revolución congelada y Los traidores, y una serie de cortometrajes militantes.
El documental México, la revolución congelada, realizado en 1970 por el cineasta argentino Raymundo Gleyzer, secuestrado y desaparecido por la dictadura de su país en 1976, arranca con imágenes de la parafernalia priísta en la campaña presidencial del que fue poderoso secretario de Gobernación, Luis Echeverría. En el periodo que va entre las matanzas de Tlatelolco (1968) y del jueves de Corpus (1971), registra la decadencia de la “revolución institucional” del PRI en su quinta década de poder, recorre el empobrecido sureste mexicano y concluye con el sello de sangre del 2 de octubre de 1968. La película, alentada por Echeverría, quien se había sentido halagado por el interés de ese equipo de “televisión alemana” que se le acercó cuando intentaba recomponer su deteriorada imagen internacional, se estrenó en Buenos Aires en 1971. El impacto del documental alcanzó las páginas de los diarios porteños. Aquellas imágenes de los caídos el 2 de octubre “cuando en una sola tarde el gobierno mexicano mandó matar a 400 estudiantes” nunca habían sido exhibidas en ese contexto en Sudamérica. No era el elogio a la “revolución hecha institución” que el régimen mexicano esperaba; era la feroz crítica a un ideal traicionado.
El filme enfureció a Echeverría, que mediante su embajador en Buenos Aires exigió y consiguió que se prohibiera el documental. La obra de Raymundo Gleyzer solo duró un día en cartelera.
Gleyzer, cineasta militante, reconocido por las nuevas generaciones de realizadores como “el padre del cine piquetero”, fue en su fructífera etapa frente a las cámaras, el impulsor del documental entendido como “un arma para la revolución socialista”.
Inicios de los 70: En América Latina cineastas como el brasileño Glauber Rocha, el chileno Miguel Littín, el boliviano Jorge Sanjinés y el cubano Santiago Álvarez se debatían entre hacer cine o hacer la revolución. En Argentina, Fernando Solanas había hecho, desde la perspectiva peronista, La hora de los hornos. Gleyzer quería dar un contrapeso desde otro punto de vista político. El cineasta mexicano Paul Leduc, que entonces era un jovencito, hizo para el equipo argentino de productor, fixer, asesor y chofer. En Nueva York tenían un superproductor y protector, William Susman, también hombre de cine y todo un personaje, combatiente de la Brigada Lincoln que peleó por la República Española contra Francisco Franco.
Gleyzer hizo, además, otras películas de profunda convicción revolucionaria: Los traidores, su única ficción, dramatiza la vida de un militante sindical, que comienza su lucha en las filas peronistas en los años 60 y que se corrompe en su ascenso al poder. Mezclando documental y ficción, refleja los diecisiete años más explosivos en la historia política argentina.
Hoy, en Argentina, la figura de Gleyzer está plenamente reivindicada, sobre todo a partir del documental Raymundo, filmado en 2002 por Virna Molina y Ernesto Ardito. “Sí, ha sido reivindicado», admite su viuda, pero acota: “no es suficiente poner una placa con su nombre en alguna sala si sus películas no se exhiben y circulan, si nadie quiere invertir en la preservación de su obra. Ahora yo tengo todo, las cintas, los documentos, las fotos. ¿Y cuando yo me muera? Andá a cantarle a Gardel…”.

Comments

comments

X