Por Diana Terán
Diana Terán, alumna de la Escuela de Cine de la UDLA, entrevista en esta oportunidad a su profesora, colega y amiga de aula y de rodajes.
Tendemos a pensar que la distopía existe en un planeta o en un tiempo lejano y ahora ya la vivimos, aquí y ahora. El tiempo encerrados solo se va prolongando, la realidad se va distorsionando. Debido a la distancia el mecanismo tradicional de rodaje se ve alterado, entonces esto influirá también en el estilo que tomen las obras.
Lo viví hace poco en las clases mientras se modificaba la forma en que nos comunicamos, los trabajos, los ejercicios, los manifiestos. La pandemia y el confinamiento han impulsado y acelerado esto que ya existía de alguna manera. Estilísticamente las obras serán influenciadas por cómo se produzcan y las condiciones en las que se conciban. A pesar de todo lo negativo, nos vemos empujados a pensar de otro modo, a buscar otras formas de contar, de interactuar. 
Este cambio se ve en esas películas chiquitas que han salido, hechas de manera artesanal y desde la casa, que se conectan con otras similares, que colaboran en otra cuerda. He visto tantas cartas audiovisuales, por ejemplo. Me parece interesante lo que se ha empezado a cocinar. Es una especie de introspección, de mirarse. Estar tanto tiempo con uno mismo es duro pero hace que se replantee lo que a veces damos por hecho y se pueda cuestionar.
¿Cómo se adapta el FICQ a las nuevas condiciones?
Este año tuvimos que improvisar en la marcha, no habrá Opera Prima, pero sigue la competencia de corto iberoamericano. También están los programas infantiles. Va a ser todo en línea y vamos a tener películas disponibles por un día, los cortos estarán durante los cinco días del festival. Habrá un largometraje de inauguración, uno de clausura y una retrospectiva en el trabajo de montaje de Ana Pfaff, editora de Verano del 93 y Niñato, además de las charlas y los conversatorios.
En el área de programación del FICQ diriges un grupo de estudiantes que forma una  comisión de selección ¿Cómo se distribuye ese trabajo? 
Creo que es súper importante para el festival que haya jóvenes que están haciendo cine y que están viendo cine con ojos más frescos. Se asignan películas a cada miembro en una plataforma y cada uno puede votar y hacer un comentario. 
El proceso de programar no es solamente seleccionar películas, sino combinarlas y presentarlas. Se parece mucho al montaje de una película. Debemos agruparlas por afinidad, escribir sobre ellas y discutirlas, para luego exponerlas al público en la sala, en un orden específico. Aunque este año el festival va a ser en línea, se mantienen los encuentros y los foros, para facilitar el intercambio de ideas y experiencias.
Para el FICQ, los cortos son prioridad ya que es un festival que está organizado por una escuela, por estudiantes y por profesores de cine. Los cortometrajes están hechos en su mayoría por cineastas noveles de Iberoamérica. Ponemos mucho corazón en esta programación. Mi esperanza es que los cortometrajes puedan ir ganando atención y terreno.
El proceso de programar no se trata solo de seleccionar, es muy parecido al montaje.
Viendo que el FICQ anuncia que su quinta edición será en línea y de acuerdo al panorama mundial ¿Ves esta digitalización general del mundo como beneficio para la difusión o amenaza el estado, ya frágil, de las salas?
Yo sí soy, en eso, bastante  anticuada y romántica. Pero por otro lado veo también algo interesante en esa posibilidad de acceder a un montón de filmes. Cuando empezó la pandemia y empezaron a aparecer muchas películas que los autores liberaron gratis, se creó un intercambio muy humano a pesar de estar encerrados y alejados. Eso propició cierta sensación de comunidad, por lo menos entre los cineastas. No sé qué va a pasar ahora con tanta oferta y si se va absorbiendo por esas plataformas más grandes que van direccionándolo con intereses de mercado.
Me gustaría pensar que puede haber una evolución, una combinación nueva entre la sala de cine y el público, que no creo que se va a perder nunca. Siempre va a haber mucha gente para ir al cine y compartir esa magia del proyector, de la oscuridad, de saber que alguien más está sentado ahí al lado.
Este  ritual de ver cine de repente se ha ido ampliando aunque sea un espacio de diálogo directo…
Sí, tal vez, yo tengo la esperanza de que haya una combinación, algo que se produzca de ese movimiento que pueda ser rico también para la forma en que vemos cine. Uno tiene mucho miedo de que esto haga desaparecer de la salas a las películas. Esa costumbre de ir al cine o de encontrarse ahí, de convertirlo en una rutina, en algo que sea parte de la cotidianidad. Pero seguro encontramos la forma de reinventarlo.
Orisel Castro es documentalista, montajista, programadora del Festival Internacional de Cine de Quito (FICQ). Profesora en la carrera de cine de la UDLA. Editora y colaboradora del periódico de Ochoymedio. 

Puedes revisar toda la información de la programación de la 5ta edición del FICQ en https://www.facebook.com/ficquito
Y la grilla de programación en:
http://ficq.udla.edu.ec/wp-content/uploads/2020/08/5to_FICQ-Grilla.pdf

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