Por la señorita Kenton, la nueva ama de llaves*
1.
¿Qué hilo une París con Las Malvinas de Ecuador?
¿Qué hilo une la mugre con la muerte?
¿Qué sucedió con el corazón humano?
Cuando voy en tren de Escocia a Londres, suelo revisar columnas de opinión. Hay editorialistas folclóricos, beatos, pudibundos, a sueldo, calvos de inteligencia, y está Javier Marías (mi favorito).
¿A dónde voy?
La violencia, la muerte, la prepotencia,ese perímetro oscuro, es esencia de la condición humana. Está en nosotros destruirnos ya sea en el amor o en la guerra.
El mundo gira abocado a su extinción. Oriente Medio se desangra, las fronteras se cierran, y nadie quiere partir la mitad de su pan para dárselo al vecino. Nada nuevo.
La deforestación es criminal, los animales se extinguen, luego no habrá agua, y todas las columnas editoriales serán leña o montón de palabras ciegas.
Javier Marías tenía un especial olfato para poner el dedo en la llaga. Sus columnas eran faros que nos revelaban que nosotros somos los únicos responsables de tanta barbarie.
Creer que Mercedes Sosa es un Valium para tanta tumba sin nombre, es una idiotez latinoamericana.
Y ese cuento, yo, una mujer inglesa educada, alfabeta, lectora de Hegel y Schlink, no me lo creo.
2024 es un año donde han desaparecido valores: la dignidad, la paz, la empatía, la educación, la salud pública de calidad, el humor, el amor a los animales, la piedad, el sexo como placer, el arte como estética, la conversación, la amistad, la soledad como espacio de redención.
Suelo mirarme desnuda al espejo, beber coñac, pensar con indiferencia en el mundo y sus habitantes (con una pizca de la ácida filosofía de mi amado Cioran).
No creo en presidentes ni ministros. No quiero morir en un territorio estúpido.
Debe ser difícil ser presidente de un grupo de imbéciles pendencieros. Debe ser difícil ser rey de un reino fallido. Es duro ser gobernados por chimpancés edípicos.
Pero somos una masa humana girando al desorden.
Con el hundimiento del feudalismo surgen las primeras nociones de Estado.
¿Se viene una era de Estados fallidos?
Y después, ¿volveremos a sercomunidades tribales/fundamentalistasescondidos en agujeros bajo la mugre?
La violencia como ya lo vio Boileau-Narcejac es parte de ‘esos encantos’ que solo posee la nefasta especie humana.
Feliz 2025, darlings, preparen mucho té para los nervios. Yo seguiré leyendo a Nic Pizzolatto…
2.
Diciembre es el mes ideal para perder la cabeza. La trágica noticia me pilla en medio de una escala entre Boston y Nueva York: ¡ha muerto Pedro Restrepo!
Mi rostro empalidece y se me cae de la mano el teléfono móvil.
A bordo de un avión a Barcelona, inevitablemente, voy pensando en la muerte como el final de lo inconcluso.
Y se me hace necesario, para soltar este nudo en la garganta, levantar un réquiempor Pedro: su muerte marca el final de una lucha, una lucha por la dignidad.
Al aterrizar en el aeropuerto Josep Tarradellas, una llovizna pega oblicua la cabina del avión y me subo el cuello de mi abrigo rojo vino.
En medio de un lánguido atardecer, estoy tomando un café en la Barceloneta, en una mesa que mira directamente a un cordón de palmeras.
Pedro Restrepo ha muerto a los 81 años; de los cuáles: 36 años pasó buscando a sus hijos, Carlos Santiago y Pedro Andrés, torturados y desaparecidos por un oscuro poder sin rostro.
Para ser padre, hay que ser digno, y para ser digno hay que amar la libertad y la verdad.
Pedro fue digno, fue paz y fue padre.
Camino por la playa de Barcelona y el viento me despeina, pronto la noche me envolverá con su gas siniestro.
No se puede vivir con una mentira en la espalda, ni tampoco engañado cien años.
La lucha de Pedro Restrepo enfiló un solo frente: contra la mentira, contra esaopacidad ecuatoriana que torna una pesadilla la existencia.
Se vive para vivir en transparencia y en la verdad.
Se vive para vivir sin mordazas ni miedo.
¿La muerte de Pedro Restrepo es el final de un país de utopías?
Pero, ¿qué está pasando en Ecuador?
Hace años que no lo visito, pero cada semana sus noticias se pudren más.
Es como si ese país fuera una fruta abierta y abandonada a las plagas y los mosquitos.
El 8 de enero, Ochoymedio proyectará dos funciones del documental ‘Mi corazón en Yambo’, de María Fernanda Restrepo, como un simbólico tributo a Pedro Restrepo, en honor a su dignidad como padre de paz, como guerrero de la verdad, como infatigable buscador de sus hijos, a quienes amó y jamás olvidó.
3.
Suena ‘Thinking of a Place’ de la banda ‘The War On Drugs’. Estoy completamente borracha, en un bar de Irlanda. A pocos días de que se acabe el año 2024.
Sola. Pero no triste. Sola y fortalecida, gracias a mi silencio interior.
Los magazines hablan de la muerte. Tú y yo hablamos de ella. La prensa abre portadas con la palabra muerte y cada día compramos un seguro contra ella.
La muerte, mencionada desde el periodismo como una noticia estadística.
La muerte, vista desde nuestros miedos atávicos como ese gran puño que cae del cielo, asalta y castiga, nos aplasta como insectos.
Seguiremos hablando de la muerte y de los muertos con morbosidad, y cuando la sentimos cerca solo alcanzamos a chillar como monos.
La gran masa avanza en las calles, cada día, con la tripa llena de cereal y vitaminas. Suenan las bocinas de los coches, los matrimonios esconden un ratón muerto debajo de la almohada, ella y él se han vuelto a mentir, apagan el televisor y besan a sus hijos antes de ir a la cama.
Y entonces muere alguien y todo debería desmoronarse, pero no sucede eso.
Hemos perdido la inocencia, somos máscaras y mentiras, somos tan educados y civilizados que hemos aprendido a —tan solo— echar unas cuántas lágrimas por la muerte ajena. Cuando lo justo y coherente sería enloquecer cuando alguien muere.
No hemos podido comprender el peso y paso de la muerte.
4.
Mis amigos de Ecuador sé que me leen con una mueca de sorpresa. ¡Eres mi escritora favorita!, me dijo un viejo amigo que quería ser poeta a lo Charles Simic y terminó en comisario cultural pagado por el Estado.
Ambos nos queríamos mucho, fuimos novios y me llamaba: ‘Gringa loca’, como la canción de Idrovo. ¡Ja!
Pensando en él, añoro San Clemente, las olas del Pacífico ecuatoriano, las Peñas en Guayaquil, el seco de chivo de la Canoa, pasear por la Floresta en Quito, y desde luego mi amado Ochoymedio.
El año 2024, para este apacible y cálido cine de barrio, fue superior a cualquier entidad Estatal que se precie de abogar por la cultura.
No sé cómo lo logran, pero esta empresa cultural independiente y privada, boyante y feliz, moderna y sin bufandas del sol ni oportunistas, es la mejor carta de presentación de un país latinoamericano llamado Ecuador.
Ochoymedio debiera estar afincado en Madrid, Buenos Aires o Ciudad México. Pero no, sus predios se erigen en un barrio modesto de Quito.
Lo que es un lujo, es la cartelera de este cine.
En 2024 las películas que programó Ochoymedio sedaron, sanaron, colmaron a los cinéfilos quiteños y foráneos.
La catarsis fue completa y el staff de Ochoymedio se siente de plácemes.
Fallen Leaves, The Holdovers, Los Wánnabis, Al otro lado de la niebla, Zona de interés, La piel pulpo, Los colonos, Anatomía de una caída, Past Lives, Perfect Days, Old Oak, May December, La sociedad de la nieve, Dune 2, Joker 2: Folie à Deux, La invención de las especies, Poor Things, El niño y la garza, Killers of the flower moon, Back to Black, Ratas, ratones y rateros, Tuesday, Maxxxine, The trap, Kinds of Kindness, Con mi corazón en Yambo, Cuatro hijas, La sustancia, Stop making sense, La habitación de al lado, Chuzalongo, Dalia y el libro rojo, La suprema, Queer, Mufasa, Babygirl.
¡Qué cartelera, carajo! Qué lujo.
(¿Se imaginan a una inglesa exclamando carajo?)
En 2025, en medio de las tormentas humanas y esos contratiempos propios de un devenir azaroso, Ochoymedio anuncia que romperá fuegos, en enero,con la película ‘Anora’, ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes.
Atrás quedará ‘Pretty woman’, Anora se regodea en esas tóxicas relaciones entre una prepago neoyorquina y el hijo de un oligarca ruso.
Además, otro bombazo que se viene es ‘Emilia Pérez’, película de comedia musical y criminal francesa escrita y dirigida por Jacques Audiard.
La trama gira en torno a una abogada de un gran bufete que un día recibe una oferta inesperada: ayudar al temido jefe de un cártel a retirarse de su negocio y desaparecer para siempre convirtiéndose en la mujer que él siempre ha soñado ser.
La vida, amigos periodistas, editorialistas, juristas o burócratas oportunistas, se ve mejor en el cine.
Porque con cada película que vemos no añadimos ni moral ‘ni esos pedos espirituales de la gente de bien’.
La vida es lo que es.
Una masa amorfa, como nos lo enseño ‘La Sustancia’.
Una tragicomedia donde amar es una locura, pero a fin de cuentas lo único que puede sanar la herida social, la violencia mental, esa demencia que acarreamos como comunidad, es el amor, como lo dijo ‘Joker 2’.
Y si a mí me preguntan, ¿si hay solución para tanto caos?
Creo que nosotras las mujeres tenemos la respuesta, pues como madres, hijas, esposas, hemos sido durante años responsables de haber parido hombres violentos o machistas y como esposas debemos asumir el tipo de compañero que hemos modelado.
El feminismo hoy más que nunca, así noslo dice Greta Gerwig, debe hacerse cargo del mundo.
Y el mundo, amigos míos, necesita una madre que lo cuide.
*La señorita Kenton es una sencilla ama de llaves, muy responsable y trabajadora, que brindó sus buenos oficios en la mansión Darlington, en Inglaterra, hasta cuando cumplió 50 años. Ahora reside en la ciudad de Nueva York y conoció de cerca el barrio La Floresta de Quito, en un invierno muy lejano y un paseo muy breve. Ochoymedio da la bienvenida a su pluma y augura que sus columnas no sean esporádicas y que nos deleite con su buen gusto.

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