(Mariana Andrade, directora de 8ymedio)
Soy Mariana, me dicen que soy algo así como el espíritu del Ochoymedio, pero en realidad soy quien, con la ayuda de Patricio, Etienne, Miguel, Daniel, Diego, María José, Marthita, y muchas otras personas, lo hemos mantenido abierto desde hace casi 20 años… hasta que llegó el COVID. Por primera vez, hemos tenido que cerrar, contamos ya más de doscientos días. Un tiempo que nos ha parecido eterno.
Cerramos el sábado 14 de marzo. Apagamos las luces, protegimos los equipos, pusimos botellitas de agua en las plantas, y candado. Cerrar por algo que no se entiende es algo duro. Sin embargo, había también en ese cierre algo que me daba un respiro, al fin. Algo así como unas vacaciones obligadas. No había que abrir la sala, no había que programar, no había que pensar cómo llegar a fin de mes. No había que pedir sobregiros, no había que pagar las deudas bancarias, las tarjetas… ¡Que alivio!
Con nuestro cierre, se apagaba una esquina en La Floresta, en la ciudad, en el mundo. Pero se prendía al mismo tiempo, una luz más chiquita pero potente en mi interior. Por primera vez, y después de mucho tiempo, tendría un espacio para mi. Podría estar más tiempo en mi casa, tendría un espacio para respirar, para caminar las mañanas, para empezar una huerta. Tendría finalmente tiempo para mi baño de cajón, para mi salud, para mi entorno, para mis hijas perrunas, para mi familia.
Poco a poco, empecé a divagar sobre el futuro. ¿Abrir o no abrir? Las vacaciones obligadas fueron terminando porque un impulso interior me movía. Sabía que los vecinos de La Floresta regaban las plantas del Parquito para que no se marchiten, y que Trini, la proyeccionista, encendía los equipos cada semana para que no se dañen. Los amigos me alentaban y daban energías para pensar en un futuro posible.
Un día de abril, Patricio, Etienne, Miguel y yo, en medio del confinamiento, volvimos. Todo estaba en silencio en el barrio. La otrora Floresta, festiva, alegre, llena de bicicletas y estudiantes de cine, parecía más bien el set de una película post apocalíptica. Había una extraña belleza en ese entorno abandonado. En el interior de 8choymedio, las copas vacías seguían sin lavar, las tazas de café todavía en el lavabo, las plantas marchitas. Ahí estábamos de nuevo, con trajes de bioseguridad, con mascarillas, sin poder respirar libremente, tratando de entender cómo vivir en esta nueva situación.
En estos 200 + días, el confinamiento y el cierre, nos ha llevado por caminos insospechados. Lo que más ha cambiado es mi pelo. Ya no tiene churos de colores, tiene canas blancas. Han sido meses desafiantes, y de aprendizaje, un tiempo para repensar todo. 8choymedio, mi proyecto de vida, es más que un cine, más que un escenario. Es un sitio de encuentro, de construcción, de reflexión. Durante la pandemia, en todo el mundo, el cine, la literatura, la música, el arte, nos han acompañado, en donde vivimos. El trabajo cultural no solo es entretenimiento, sino un facilitador de cohesión social, de sanidad mental, de bienestar, en medio de tanta penuria. Había que resistir como sea.
¿Cómo sentir y hacerles sentir que seguiamos vivos y en pie? “Kinetoscopio-KédateEnCasa”, una franja de programación virtual, concebida por Daniel Nehm, nos permitió dar el primer paso. Y nos mantuvo en contacto con ustedes, nuestro público.
Todos los días nos enteramos de lo que sucede en todas partes. Instituciones emblemáticas como la Ópera Metropolitana de Nueva York, suspenden sus funciones. El Cirque du Soleil se declara en bancarrota. Se cancelan conciertos, festivales o giras programadas. No hay más Festival de Jazz de Montreux, ni Festival de Cannes.
En nuestro pequeño e insignificante país, donde en lugar de estímulos se habla de mayores impuestos, las autoridades culturales apenas pueden gestionar su sobrevivencia personal. Ejemplos hay varios. El alcalde Yunda, por ejemplo, ha dicho con satisfacción que tiene ‘solucionada’ su vida y la de sus generaciones (futuras). Juan F. Velasco, Ministro de Cultura, abandona un ministerio en desbandada porque quiere ser presidente de la república mientras los teatros y museos cierran sus puertas y enfrentan un futuro incierto y muy difícil. Los artistas y gestores se comen la última camisa. Si nuestras autoridades culturales no han sido capaces de generar y sostener política pública a lo largo de los años, ¿podíamos esperar que en pandemia lo iban a hacer? La respuesta es obviamente no, y como consecuencia de su imprevisión y mediocridad, han dejado a los trabajadores culturales en condiciones de precariedad absoluta mientras ellos buscan cómo ‘solucionar’ su situación personal y la de sus familias.
A pesar de todo esto, y en este durísimo escenario, ¿podríamos imaginar este encierro, este confinamiento, sin el trabajo de los artistas, gestores y creadores? ¿cómo imaginar la vida con una ciudad, un país, sin sus centros culturales, sus museos, sus teatros, su 8choymedio? No nos mataría el virus, nos mataría el aislamiento. Por eso salvar y sostener un espacio como el nuestro, no solo es abrir la sala nuevamente para el cine, es salvar un espacio cultural que se ha construido durante muchos años para la ciudad. Estoy convencida que cuando todas las puertas se abran, incluidas las nuestras, sentiremos que la vida sigue siendo vida, sigue siendo nuestra. El streaming nunca nos reemplazará, pues el contacto humano, el hecho de encontrarnos será lo que perdure y nos recuerde qué somos.
Re-existir fue posible durante el confinamiento, por el apoyo incondicional de UDLA y la empresa Uribe Schwarzkopf, que consideran a 8choymedio como un enclave cultural necesario, imprescindible. Fueron algo así como nuestros respiradores en la unidad de terapia intensiva. Gracias por eso, por entendernos.
Nuestra reapertura es también posible gracias al Intituto Goethe y al Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, quienes a través de su “Fondo de Ayuda Internacional para apoyo a organizaciones culturales y educativas en el mundo durante la pandemia de coronavirus”, han hecho posible que llevemos a cabo las adecuaciones necesarias para operar la sala durante la pandemia. Adecuaciones que nos permiten cumplir con las normas de bioseguridad y crear un espacio de acercamiento humano, manteniendo el cine dentro del cine.
Cuando era niña, tenia miedo a las alturas, a desprenderme de la tierra. Nunca me gustó el sube y baja, el columpio. Me aterraba la rueda moscovita. Tuve miedo a la oscuridad, siempre fui sonámbula, y en ese estado de sueño, podía ver gente conviviendo conmigo. Luego tuve miedo a los aviones. Es conocido por todos mis amigos que cuando tengo que volar, debo hacerlo con un vino en la una mano, y una mano en la otra. El miedo. El siglo XX terminó con un miedo profundo a la soledad, a la ambivalencia afectiva, a la insatisfacción. Ahora, en pleno siglo XXI, un nuevo miedo nos invade y se suma a todos nuestros miedos de siempre. El miedo a tener miedo, a que un virus nos enferme y podamos morir. No podemos salir, no podemos hablar con el otro, no podemos abrazarnos. No podemos respirar sino es con mascarilla. No salgas, no corras, no vueles, no vayas al cine, no vayas al museo, no vayas al teatro, no vayas al parque, no hables con nadie, no protestes, no marches. Sociedades enteras corriendo a sus casas a encerrarse, en continua retirada, por miedo. El mundo detenido, por miedo.¿Eso es vida?
Por primera vez, yo no tengo miedo. No ese miedo. Más miedo me da, terminar y apagar la luz de un espacio que ha sido símbolo de vida. Más miedo me da la pérdida, el vacío, que la matrix de la era digital nos absorba. Más miedo me da, dejar de ver a mi familia y amigos, hablar con ellos solamente detrás de la pequeña ventana de la computadora. Miedo de dejar de tomarme un machiato en la cafetería, una copa de vino. Miedo a dejar de ver cine en una sala, miedo a no volver a escuchar los acordes de un concierto en vivo, miedo a dejar de ver a los actores de una obra de teatro. Miedo a que todo eso muera en el mundo, que muera, por nuestro miedo.
Tengan la seguridad de que en esta nueva etapa nos cuidaremos y les cuidaremos. Confíen en nosotros, nosotros confiamos en ustedes.
No le tengas miedo al miedo, que asustado vivir no vale nada, porque el mundo será del que camina sin miedo . (Rubén Blades y Gabriel García Márquez).