Abajo se quedan las películas, el café, la calle de La Floresta. Arriba está ‘La Matrix’, ‘La Comandante’, ‘La Madrina’. Si hasta una canción ranchera le han compuesto, no hay por qué dudar de esos epítetos que le ha dado el cine ecuatoriano.
Arriba está Mariana Andrade, la productora, exhibidora y gestora, la que se refleja en el ‘maestro’ Tabárez -DT de Uruguay- y que anhela bailar un tango con Pepe Mujica.
Arriba, en las oficinas del Ochoymedio, «cine de calle, de vereda, que jamás será de ‘mall», dirá minutos después. Pero antes se confiesa: «Lo más fuerte en mi trabajo ha sido ser fiel a una sola idea, no dar cambios de timón y no ceder a influencias.
El Ochoymedio más que un espacio es un espíritu que moviliza; más que una pantalla, somos consecuentes y no cedemos al mercado. El gusto masivo nos hubiera hecho cambiar de sistema y yo creo en procesos sostenidos».
Pero con no apelar a la masa, ¿se puede ser elitista? Y quién dice que las élites son negativas, eso es un prejuicio. Las minorías somos superválidas, las minorías tienen la razón un montón de veces. Las élites son nichos de opinión que luego se encargan de difundir una idea, construirla. Hay que desmitificar a la élite como lo malo, eso nos hace parte de un grupo que está ‘fuera de’… ¡Mentira! Estamos totalmente dentro. Desde la minoría se generan muchos cambios… qué se cree, que porque la mayoría lo dice, está bien… y, ¿nosotros?
¿Son las minorías la conciencia de la sociedad?
Exacto, y en cultura mucho más, porque en el país esta se ha generado por las minorías que han estado años trabajando, que no se han doblegado. Las minorías no necesitamos de manuales políticos para hacer política y no hay que tener miedo a ser minoría… las élites han cambiado la historia.
¿Y esa minoría respecto de la ‘socialización’, la democratización de la cultura? Es triste porque los indicadores de cultura se miden por número de beneficiarios y estadísticas… Eso es demagogia, no porque llegues a un montón de gente es real. Mientras se piensa en el megaevento, en la cultura vista como ‘festivalitis’, yo defiendo los espacios pequeños, el camino de la lucha y la idea. Pero, lamentablemente, estamos enfrentados a la ecuación vinculada a la masa consumidora. El Estado debe garantizar la existencia de espacios independientes, porque aquí están, justamente, los contenidos diversos e incluyentes.
¿Hay dependencia entre los gestores y el Estado?
Los gestores a partir de la creación del Ministerio de Cultura basamos nuestra relación en los fondos y los contratos con el Estado, y esa posición nos dejó ausentes de nosotros mismos. Pero en esa línea también van nuestras peleas y reivindicaciones; tenemos que traspasar esa cuestión y tal vez volvamos a lo de antes, al espacio pequeño, donde vanguardia, opinión, diálogo, discernimiento sean más valiosos que pensar en contratos con el Estado. En cultura necesitamos un ascensor, que lleve las demandas de cultura desde el piso uno, el de la ciudadanía, hacia el PH, el del Estado.
¿Esas ‘dádivas’ condicionan al intelectual?
El Estado garantiza nuestro trabajo, son fondos públicos que deben reinvertirse en cultura. Yo solicito y eso no me condiciona, sino que ejerzo mi derecho. Exijo lo que merezco, es mi voluntad y decisión; además, tenemos que incidir en las políticas culturales: dejar el contrato, el fondo, el pasaje y proponer un sistema, unas ideas. Sí se establece una relación más clientelar, pero depende de cada gestor. Yo no tengo temor y mi voz no está condicionada; porque con mi experiencia estoy en la capacidad de decir lo que creo. He interpelado al poder siempre y estoy feliz de haberlo hecho.
¿Ha conservado su honestidad intelectual?
Veo para atrás y no me arrepiento de nada. Escribo, disiento, opino, critico y sí, también he sufrido las consecuencias, pero sigo peleando. Esa es la función intelectual: ubicarte donde quieras estar, ser fiel a tu idea, exigir derechos. Yo me reconozco como una movilizadora de ideas fuertes.
¿Aquí hay debate de ideas?
No. Creo que se tienden puentes de diálogo, pero pocos; porque estamos muy polarizados. Ahora no puedes ver nada bien, cuando hay cosas que se han hecho bien; pero en el momento en el que te atreves a opinar es terrible. Creo que hace falta que los gestores incidan en las políticas con voz, pero también con voto. Falta que las instituciones dejen de lado la incomodidad que les pueden producir voces como la mía…
Lo que no es real puede ser virtual, ¿es Facebook un espacio para el debate?
El ‘face’ es como entrar a un estadio, están todos puteándole al árbitro y los dos bandos enfrentados. No hay debate. Eso me da pesar porque hemos perdido la capacidad de dialogar.
¿La polarización se ve entre grupos de intelectuales?
Cada uno debe saber dónde quiere estar, qué quiere cambiar, cómo aportar; defiendo esa posición cualquiera que sea, siempre y cuando, atrás de este intelectual haya una hoja de vida, una obra, un proceso, una fidelidad con la idea. No quiero ser parte de una sociedad inquisidora desde ambos lados, de intelectuales inquisidores porque son peores que aquellos a quienes critican.
¿Se pueden identificar dos cabezas, intelectualmente, contrapuestas en el país?
Todos los procesos tienen intelectuales y pensamientos válidos; pero es difícil contestar…
Estos debates entre personas con posturas diferentes movilizan a la gente; dos casos recientes son Chomsky vs. Zizek, o William Ospina vs. Abad Faciolince… ¿Y aquí?
No hay. El debate es cada vez menos y gana el escupitajo, terrible. Pero respeto a la gente que firma su adhesión a diferentes ideas o campañas… tendrán sus razones. Yo creo que la política necesita juego, no corrección, y yo prefiero jugar al límite de la incorrección, por eso he incomodado, mucho más por mi condición de mujer. Por eso me gusta ser como la Bámbola del filme ‘Blak Mama’, machete en mano a la Constitución, a Guayasamín y a la Virgen de El Quinche. Mariana Andrade Gestora cultural, productora artística, cinematográfica y de festivales, y exhibidora de cine independiente, nacida en Quito. Es gerenta general de Ochoymedio, desde 2001, también dirigió el MAAC Cine en Guayaquil y Manta. El primer filme en el que se vinculó fue ‘La Tigra’, en 1990. Ha trabajado en investigación y difusión del cine ‘Bajo tierra’, que resultó en un fenómeno de la producción local.
Esta entrevista a Mariana Andrade, directora de Ochoymedio, realizada por Flavio Paredes, fue publicada en el Diario El Comercio, el domingo 2 de febrero de 2014.
http://www.elcomercio.com/entretenimiento/mariana_andrade-minorias-cultura_0_1077492251.html.
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