Por Gabriela Vilca 
Nieve. Pasos. Risas. Cuatro muchachitas que aún no entendían del todo la vida  marchaban al mismo son, acoplándose instantáneamente al ritmo de la otra, con la  facilidad que solo los años otorgan. Eran hermanas de sangre, como es natural,  viviendo en el siglo XIX. Un mundo donde aún era mal visto que la mujer trabajara  para tener su propio dinero. 
En ese paisaje cristalino, Jo, Meg, Amy y Beth, aplaudían, gritaban y pisaban  fuerte, en rebeldía de quienes decían que debían ser dóciles y calladas. 

Eliza Scanlen (primera desde la izquierda), Saoirse Ronan, Emma Watson y Florence Pugh, en ‘Mujercitas’ de Greta Gerwig /  Fuente: Revista Diners

Esta historia que pareciera tan común esconde una joya, un diamante en bruto que la  autora de su narración, Louisa May Alcott, desestimó en su grandeza. Más aún  porque las anécdotas de sus aventuras representaron, en su sencillez, lo que muchas  mujeres en la intimidad de su soledad, deseaban durante aquellos años en mayor o  menor medida para ellas mismas: reconocimiento y valor. 
“Mujercitas” se convirtió en un clásico, es cierto, pero su publicación significó mucho  más que cualquier otro bestseller. Su relato, revolucionario para la época, armó revuelo en 1868.  
Las protagonistas del libro, que eran todas mujeres, expresaban ideas que iban más  allá del romance. Ellas tenían metas, sueños y opiniones, aspectos que eran  censurados. Inclusive los hombres, generalmente los héroes en las historias, pasaron  a segundo plano en este libro. Pero lo más inusual fue su autora, quien en realidad, reflejó en esta obra la vida de su familia: los Alcott.

Una joven Louisa May, autora de ‘Mujercitas’/ Fuente: Gente Yold

Una joven Louisa May, autora de ‘Mujercitas’/ Fuente: Gente Yold 

Desde que eran pequeñas, Louisa, junto a sus hermanas Anna (Meg), Elizabeth  (Beth) y Abigail (Amy), fueron incentivadas por sus padres a seguir sus propios  ideales. La señora y señor Alcott, Abigail y Amos, fueron asombrosamente liberales  para los tiempos que corrían. 
Considerados cristianos seguidores del movimiento trascendentalista, abogan por  los derechos de los animales, no consumen comida y textiles de origen animal, además  eran abolicionistas, múltiples veces ayudaron a esclavos que huían buscando la  libertad. Sin contar que también eran feministas, apoyaban el voto femenino y la  entrada de las jóvenes en la universidad.

Orchard House, hogar de la familia Alcott,, donde Louisa escribió ‘Mujercitas’ / Fuente: Gente Yold 

Tal conciencia social los hizo acreedores de numerosos amigos intelectuales y de  cierto renombre social, pero no los ayudaba a pagar las cuentas. Los Alcott gran parte  de su vida vivieron en la miseria e inestabilidad económica.  
Esta situación hizo mella en la señora Alcott, quien se quejaba de tener que depender  de su marido y de la desigualdad de los sexos. Este pensamiento fue transmitido a  sus hijas, sobre todo a Louisa, que desde adolescente trabajó activamente para  mantener a flote a su familia del frío y el hambre.

Padres de la familia Alcott, Abigail y Amos / Fuente: Gente Yold 

Louisa fue costurera, empleada doméstica, institutriz y escribía relatos en los  periódicos locales por unas pocas monedas. Trabajó también como enfermera  durante la guerra.

Páginas de una de las primeras ediciones de ‘Mujercitas’ / Fuente: Gente Yold 

A sus 36 años, escribió ‘Mujercitas’, ejemplar que sacó por fin a su familia de la  pobreza extrema. Aunque su muerte a los 55 años dejó un gran vacío, su legado  mantiene viva su memoria. Un legado que, pese al curso del tiempo, sigue inspirando  a millones de mujeres a soñar y realizar su vida como ellas deseen.

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