La sociedad patriarcal durante siglos no nos ha podido descifrar a las mujeres. Nos aman, temen, endiosan; pasamos de vírgenes, santas y mártires, a putas, engendro del pecado, tentación, provocación. En la historia nos quemaron como brujas por el manejo de la química y la alquimia porque cuestionábamos las verdades absolutas de la iglesia.
En la música latina, los pasillos y rancheras mexicanas nos convierten en el vertidero de lágrimas de los machos adoloridos que amortiguan su dolor en alcohol, mientras amenazan con el suicidio y el asesinato justificado por la traición. Estrofa tras estrofa toda mujer es una maldita en potencia, salvo ‘mamá’, modelo de virginidad, de sacrifico y abnegación. La madre es sinónimo de santidad y amor: !Una madre nunca será una puta!.
Desde niñas intentan formarnos para la pusilanimidad y para temer la independencia a través de los “inocentes” cuentos infantiles. En todos ellos las heroínas son mujeres tontas que se meten a la cama del lobo feroz confundiéndolo con su abuelita. Las mujeres de hoy no queremos ser unas princesas sufridas ni rescatadas por un príncipe. Preferimos rescatarnos a nosotras mismas, antes de que nos duerman en un palacio, donde siete enanos nos esclavicen o donde un lobo nos trague enteras. Mires por donde lo mires todo lo que requiera nombrarse en femenino está traducido a puta, a placer, a pecado. La letra A -el género femenino- tiene la capacidad de trastocar los conceptos y volver PUTAS cualquier atributo: Hombres públicos o políticos = “hijos de puta”; mujeres públicas = putas; zorro animal = zorra, puta…
Por eso volvernos oficialmente malas y convertirnos oficialmente en putas, en mujeres autónomas, autosuficientes, felices, seductoras y sentir el placer de vivir intensamente, transgrediendo todos los estereotipos que intentan definirnos, formarnos y controlarnos, es la consiga permanente, no solo en este edulcorante mes de marzo.
Soy una mujer que habla desde su condición genital y creo en la libertad de hacer de nuestro cuerpo lo que nos de la gana. Nadie tiene el derecho de interponerse en esta libertad manifiesta. Sin embargo, no me gustan la victimización puritana, ni las quejas feministas, ni los estereotipos trasnochados de ser mujer en estos tiempos. Yo me resisto a las representaciones generalizadoras que demonizan al hombre y elevan a la mujer a estados de reina madre o de niñas impotentes. Que el hombre siga siendo un opresor, un victimario incapaz de cambiar, es ya una falacia de estos tiempos. La lucha contra los abusos masculinos será más eficaz cuando justamente las feministas se alejen de estos fantasmas sin bajar los brazos, porque la libertad sexual de muchas es solo una pose: muchas veces lo que en el fondo quieren, es una relación estable.
Siempre preferiré a las putas honestas mas que a las feminoides domésticas. Al final las mujeres sí queremos estar completas, queremos un compañer@ que nos acompañe y ame. Pero por ahora, que vivan las Putas!…. y que vivan felices para siempre….!
(Mariana Andrade, dominatrix de Ochoymedio)
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