*Por Nessa Terán
La maestría de Milena Canonero, la legendaria diseñadora de vestuario italiana, se ha forjado como cómplice de grandes directores como Stanley Kubrick, Sofia Coppola y Wes Anderson en la construcción de universos estéticos inolvidables. Con una carrera que abarca más de cinco décadas y múltiples colaboraciones de renombre, Canonero no solo ha creado personajes icónicos, sino que ha dejado una huella indeleble en la historia del cine. Sus logros incluyen 9 nominaciones al Oscar, de las cuales ha ganado 4, destacando su habilidad para elevar el diseño de vestuario a una forma de arte. Desde sus inicios con La naranja mecánica de Kubrick en 1971, hasta su más reciente trabajo en Asteroid city de Wes Anderson, su mente ha dado forma a múltiples personajes y narrativas, trascendiendo la mera indumentaria para convertirse en una narradora visual por derecho propio.
En el universo cinematográfico, cada hilo de una trama se entrelaza con el arte del diseño de vestuario. Más que una mera elección estética, cada prenda se convierte en una pieza clave del rompecabezas visual que configura un film, contando historias silenciosas de identidad, contexto temporal y la psicología de sus protagonistas. Desde el icónico gorro rojo de Steve Zissou y su tripulación en La vida acuática con Steve Zissou de Anderson hasta el atrevido guiño de un par de Converse en la corte de María Antonieta, re-imaginada por Sofia Coppola, cada elección de Canonero es una declaración que trasciende lo estético. Su habilidad radica en equilibrar la fidelidad histórica con giros inesperados, creando universos distintivos y únicos.
Nacida en Turín en 1946, Milena Canonero, después de estudiar diseño de moda y arte en Génova, trazó su camino hacia Londres en los años 60. En la tumultuosa escena londinense, comenzó su carrera trabajando en modestas producciones teatrales y comerciales de televisión, desplegando su destreza como vestuarista. Su oportunidad de ingresar al mundo del cine se presentó de la mano de Stanley Kubrick, quien le confió la monumental tarea de vestir a Alex DeLarge (interpretado por Malcolm McDowell) y sus drogos en la adaptación cinematográfica de La Naranja Mecánica en 1971. Los icónicos atuendos de la pandilla, con sus bombines, tirantes y camisas, se convirtieron en un emblema cultural, referenciados por cantantes de rock, celebridades y, anualmente, por cientos de jóvenes en Halloween.
Más allá de la estética impactante, la visión de Canonero para estos personajes reaccionarios trascendió lo superficial; fue una afirmación política. Cada elección de vestuario contribuyó a la construcción de la identidad de Alex y sus secuaces, encapsulando su desafío a la autoridad y su desprecio por las normas sociales. Este enfoque provocador en el diseño de vestuario no sólo robustece la narrativa visual de la película, sino que también dejó una marca indeleble en generaciones de artistas. Desde el mundo del rock con Blur hasta la singularidad de David Bowie, quienes han referenciado estos atuendos icónicos, subrayan la perdurable influencia de la visión de Canonero.
La colaboración de la italiana con Stanley Kubrick no se limitó a La naranja mecánica. En 1973, ambos se aventuraron en el rodaje de Barry Lyndon, una adaptación de la novela de William Makepeace Thakeray. Desafiando las convenciones, Kubrick se sumergió por completo en la recreación del siglo XVIII, gracias a su audaz decisión de filmar exclusivamente con luz de vela para replicar la atmósfera de la época de la forma más fiel posible. Esta elección trascendental no solo generó una estética evocadora imitada en numerosos costume dramas, sino que también supuso un reto creativo para el equipo de vestuario, liderado por Canonero y la sueca Ulla-Britt Söderlund.
La dupla dedicó un año y medio al desarrollo de trajes militares, vestidos, accesorios y otras prendas para vestir a cientos de actores, incluidos los extras de las escenas de batalla. Canonero y Söderlund, especialista en trabajar directamente en textiles, añadieron una dimensión única al diseño de vestuario. Su tarea no solo consistía en crear prendas estéticamente impresionantes, sino también en conferirles una autenticidad desgastada y realista, evitando cualquier apariencia de disfraz. Inspirándose en pinturas y dibujos de la época, cada traje y detalle se convirtieron en auténticas piezas arqueológicas. La meticulosidad de su trabajo, que les valió un Oscar por Mejor Vestuario en 1975, no solo garantizó la autenticidad, sino que también logró una integración perfecta de la vestimenta en el mundo visual y narrativo de la película, contribuyendo así a la inmersión total del espectador.
El viaje de Milena Canonero por el mundo del cine la llevó a dejar una huella imborrable en María Antonieta, la libre interpretación de Sofia Coppola sobre la vida de la icónica monarca francesa, interpretada por Kirsten Dunst. Décadas antes de trabajar con la hija de Francis Ford Coppola, Canonero había contribuido a películas de su padre, como El Padrino III. La directora sabía que una película sobre un personaje tan conocido por su estilo debía contar con un vestuario a la altura, y ha dicho en varias entrevistas que trabajar con la legendaria diseñadora italiana fue un sueño hecho realidad.
Juntas apostaron por una estética inspirada en los new romantics de los años 1980, para lograr una propuesta ecléctica que integra el espíritu barroco del siglo 18 con detalles más contemporáneos, como la paleta de color. Coppola le pidió a Canonero que se inspire en los irresistibles macarrones de la casa de repostería francesa Ladurée: pasteles en tonos rosa, celestes, amarillos y verdes. La primera vez que vemos a nuestra protagonista lleva un vestido celeste con lacitos, simbolizando la juventud e inocencia de la reina. A medida que María Antonieta se empodera de su rol como monarca y enfrenta los desafíos de la vida en la corte, los trajes evolucionan. Los colores vibrantes, los detalles deslumbrantes y la exuberancia de sus vestidos no solo reflejan el cambio en su estatus social, sino que también nos invitan a sumergirnos en sus altibajos emocionales. Es más que moda; es un lenguaje visual que enriquece la narrativa y nos conecta con la travesía interior de la reina.
La colaboración excepcional de Milena Canonero con Wes Anderson (juntos han hecho cinco películas) ha sido más que vestir personajes: es una contribución esencial al distintivo universo estético que define las películas del director. En obras como The Grand Budapest Hotel, que le valió a Canonero su cuarto premio Oscar, su habilidad para fusionar la extravagancia visual de Anderson con la coherencia histórica del vestuario es evidente. La meticulosa atención a los detalles, desde los uniformes del personal del hotel hasta los atuendos caprichosos de los personajes principales, no solo enriquece la narrativa visual de la película, sino que también refuerza la estampa estilística única de Anderson en el mundo del cine contemporáneo.
La carrera de Milena Canonero trasciende el simple acto de vestir personajes en películas, convirtiéndola en una narradora visual y artista esencial en la industria cinematográfica. Su habilidad para fusionar la estética con la narrativa, ya sea desafiando las normas sociales en La naranja mecánica, recreando la autenticidad del siglo XVIII en Barry Lyndon o fusionando periodos históricos en María Antonieta, demuestra una versatilidad y visión únicas. Su excepcional colaboración con Wes Anderson destaca su contribución al distintivo universo estético del director. A través de décadas de logros y premios, Milena Canonero no solo ha vestido a personajes, sino que ha tejido una rica y duradera herencia en la cinematografía mundial, donde su aguja se ha convertido en una herramienta poderosa para contar historias más allá de las palabras.
Editora de moda y política*

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