Por: Julieta Juncandella
El cine no va a cambiar el mundo, pero puede modificar a sus espectadores por siempre.
 La retrospectiva principal de esta edición del Festival está dedicada a este cineasta portugués, uno de los principales exponentes del cine contemporáneo Su cine se desplaza entre la fantasía, el misterio y el retrato de la realidad política y social europea.
Su filmografía se compone de 4 largometrajes y 8 cortometrajes. Como la mayoría de los cineastas de la Nouvelle Vague, él también ejerció como crítico de cine para un periódico, antes de empezar a dirigir. Su filmografía, que sigue creciendo, cuya primer pieza es del 1999 (el cortometraje Entretanto) forma parte de una generación de cineastas portugueses cuya misión fue reinventar la realidad. Herederos de João Cesar Monteiro, algunos de ellos se agruparon al rededor de la compañía productora O Som e a Fúria, de la que Gomes forma parte.
La palabra juego es fundamental para entender su obra. La mirada de Miguel Gomes sobre el mundo es como la de un niño que juega: despojada de moral.
Parte de este sistema es el movimiento constante entre documental y la ficción. Su cine parte de la necesidad de filmar la realidad. Desde allí construye universos e historias. Dentro de esas personas y elementos reales se encuentra también él y su equipo de rodaje. Por eso encontramos elementos del cine mismo dentro de su obra, como planos donde aparecen claquetas y equipos de sonido, como reflexiones puramente cinematográficas.
Es importante mencionar que todas sus cintas se filmaron con película analógica; una postura muy interesante tomando en cuenta que sus rodajes son largos y con mucha improvisación. A Gomes no le interesa el soporte digital ya que ofrece “filmar sin límites”, en cambio  el soporte analógico supone el riesgo de tener tomas contadas. Esto interviene profundamente en la creatividad para reinventar los planos en el momento, que es la esencia de su cine.
Sus películas destellan improvisación, desorden (entendido como cruces, superposiciones); y su magia es proporcional a su capacidad receptiva del entorno real, y a su don para modificarlo. En el mundo real siempre hay momentos de pérdida del control, y así en su cine. Pero incluso cuando vemos cómo la película misma pierde el control de la situación, hay un cineasta detrás que sabe cómo reinventar esa escena captando su esencia.
Muy especial en todas sus películas es el manejo del tiempo. Los hechos, aventuras y desventuras de sus personajes siempre se desarrollan en una especie de tiempo suspendido. 
Es como si sus universos solamente fueran posibles en los márgenes temporales que él crea. Es el tiempo de los jóvenes, del ensueño, el recuerdo, la memoria, el deseo y el misterio. Desde sus primeros cortometrajes participamos de aventuras protagonizadas por jóvenes cuya existencia se desenvuelve en estos fragmentos de tiempo suspendido.
Entretanto, su primera realización, lo plantea desde el titulo: se desarrolla en un momento de la adolescencia en que todo pareciera pasar muy lento, pero en el que las emociones estallan por dentro. Tres adolescentes se descubren en la playa, en la piscina y en una fiesta.
Sus siguientes cortometrajes profundizan algunos aspectos presentes en toda su obra, como los juegos formales o la profunda influencia de la cultura popular: la música, los cuentos infantiles y las fábulas. Esto lo podemos ver en Inventario de natal (2000), su segundo cortometraje. Una cena navideña del Portugal de 1980, protagonizada por los más pequeños, atemorizados por las historias de miedo. La chispa documental de la realidad incontrolable se fusiona con una puesta en escena plagada de juegos formales y música. Consecutivamente, en 2002, 2003 y 2006 respectivamente, filma los cortometrajes Kalkitos, 31 y Cántico das Creaturas. Muy distintos entre sí, pero con múltiples elementos de su poética.
Todos estos elementos visibles en sus cortometrajes encontrarán su máxima expresión en su ópera prima,A cara que mereces (2004). Allí combina dos aspectos fundamentales de su mirada: la consciencia crítica sobre las circunstancias y la entrega total a la fantasía. La película narra dos momentos en la vida de un hombre que acaba de cumplir 30 años. “Hasta los treinta años tienes la cara que Dios te dió, a partir de ese momento tienes la cara que te mereces”. la película retrata con sarcasmo la evasión de la madurez. El cineasta recorre mitos, leyendas y cuentos populares clásicos de la infancia, que toman diversas formas en la película.
Todos en la infancia inventábamos reglas propias, interpretábamos personajes y modificábamos totalmente el rumbo del juego. Lo mismo hace Miguel Gomes en sus películas. En muchas de ellas en determinado momento y con total naturalidad, modifica repentinamente el camino de la trama y sus personajes. Todas sus películas contienen varias películas, ya sea porque cambia el tono o el género, la narración se desdibuja, toma otro camino  diferente. Pero el resultado siempre es natural, como el fluir mismo de la infancia.
En 2008 Gomes estrenó su segundo largometraje, el que lo consagró internacionalmente. Aquel querido mes de Agosto se desarrolla en el norte de Portugal, donde en verano cobra vida. La misión principal del equipo de rodaje, físicamente presente en el film, fue rodar una historia de amor de verano entre dos jóvenes, pero tras encontrar dificultades en la financiación, la película devino en un registro de los habitantes del lugar, sus historias y su música popular. Al año siguiente el equipo volvió al mismo lugar: el resultado fue esta película mágica, que es tanto un retrato de la progresión de un pueblo como la historia de un equipo de cine en busca de una historia, y finalmente,  una tercera historia, la historia de amor.
Aquí, el cineasta condensa todos los elementos de su poética, para trasformarlos en algo más. Es una reflexión sobre el cine mismo, los límites entre la ficción y el documental, y la capacidad de reinventar la película mientras se filma.
En Tabú (2012) la estructura en dos partes se repite. Es una historia de fantasmas y aventuras que es a la vez un retrato de los sueños de su protagonista y de los personajes que la rodean. En esta película los elementos de su poética se combinan para hacer un relato en el que el espectador se sumerge como en un sueño. Situada en dos tiempos, la película inicia con Aurora, una señora mayor en una gris Lisboa actual, reflejo de la soledad de sus personajes. La segunda parte de la película, situada en el pasado colonial y dorado en África, está encarnada en personajes atractivos, enamorados y despreocupados, que hablan poco. La Aurora de la primera parte se reinventa en el pasado, se transforma en un rostro hipnótico, como los del cine clásico de Hollywood. Una vez más, Miguel Gomes hace de su película un diálogo con el cine mismo. Por un lado, comparte título, y algunos elementos más con la película dirigida por Murnau en 1931. Por otro, contrapone el presente gris de Aurora con su pasado, un imaginario de la colonia lleno de mitología que el cine norteamericano durante décadas retrató.
La protagonista se convierte en espectadora de su propia vida, y se refugia en una sala de cine, para recordar y para olvidar. El cine nos permite recordar cosas que la gente ya olvidó. Tabú es también una película sobre la memoria, la individual y la colectiva de Portugal, uno de los últimos países en darle independencia a sus colonias.
Al año siguiente de Tabú, Miguel Gomes realizó Redemption, una pieza muy singular en su obra y a la vez hija de toda su filmografía. Compuesta puramente de imágenes de archivo en Súper 8mm, tiene forma de epístola: cuatro personajes emblemáticos de cuatro tiempos y lugares distintos abren su alma y lo vuelcan en un texto que acompaña las imágenes, en off. El resultado es una única gran epístola del cineasta al espectador, un retrato de nuestra historia y política contemporánea. En este cortometraje breve y conmovedor, subraya su postura política. Una pieza clave para cerrar este viaje al universo de un cineasta único, necesario para el cine y para el mundo.

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