Hacer un festival es una tarea enorme y un enorme placer, especialmente cuando se trabaja con una brigada de jóvenes que comparten aula y películas diariamente. El festival internacional de cine de Quito se hace por cuarta vez entre profesores y estudiantes de la UDLA, con la colaboración de algunos graduados, colegas, gestores y estudiantes de otras carreras de cine del país. Así que surge de una natural necesidad de pensar, discutir, ver, escribir, escuchar, proyectar y leer sobre cine. De una profesión en la que todos somos eternos estudiantes y no paramos de buscar alternativas, cuestionar lo que existe, crear relaciones, inquietar e inquietarnos y encontrar afinidades e inspiración. 
No es fácil sentirse parte de algo en estos días, pero trabajamos todo el semestre buscando las películas, diseñando programas, organizando el evento y todas sus minúsculas piezas para que el engranaje llegue a andar. Cada uno tiene una función indispensable y enriquece la mirada del otro, moviendo milímetro a milímetro la bola que terminará en avalancha cinéfila a mediados de agosto.
La avalancha se sale de las aulas, de la universidad, busca aliados y colaboradores de otras escuelas, de afuera de la escuela, de las salas, de la ciudad, de otras ciudades, de afuera de las ciudades, de otros países. Nos llegan miles de películas de todo rincón, en cualquier idioma y en cualquier estilo, pero juntas avanzan hasta las pantallas en las que se encontrarán con todas las personas que esperan esa colisión, ese viaje, esa confrontación con temperaturas distintas. 
Unos jóvenes producen, otros seleccionan esas obras y las curan, traducen, copian, agrupan y trasladan, mientras otro montón de jóvenes recibe a miles de jóvenes que acuden a encontrarlas. Ser joven solo depende de esa curiosidad y esa avidez con la que nos disponemos a ver una película. De esa flexibilidad con que dejamos que la avalancha nos movilice y el cine nos cambie la mirada y la vida. 

 

  • Las películas que escogemos no están solas. Cada una es parte de un sistema que creamos colectivamente, apasionadamente, con el fin último de hacerlas encontrarse con el público.
  • El festival es una obra y como tal tiene una forma que está en movimiento. ¡Que no deje de moverse hacia delante!
  • Como programador/cineasta/estudiante puedes encontrar joyas que no sabías que existían, puedes encontrar referentes para tus próximos trabajos. 
  • Nos dejamos impresionar por películas grandes y chiquitas, haciendo a un lado los prejuicios y las restricciones (los largometrajes y cortometrajes son películas, los documentales y las ficciones son películas, los híbridos y los experimentales son películas).
  • Nada te prepara para saltar al vacío, sentir ese miedo visceral que se siente antes de que empiece la caída de crear algo es imprescindible. Las películas que buscamos son las que se atreven a saltar y contagian las ganas de hacer cine/ver cine/pensar por el cine.
  • Esta es la sensación cuando te lanzas a rodar tu primer corto, cuando te atreves a enviarlo a tu primer festival aun sabiendo que compites con miles de personas de todo el mundo. Y es esa la misma sensación que sientes cuando la primera película va a estrenar el festival y será el germen para que el festival comience a caminar solito y empiece a habitar en el otro. 
Equipo de programación del FICQ (Cadáver exquisito)

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