Por la señorita Kenton, la nueva ama de llaves*
Para Zalman King, mi amor primero
1.
El pubis, el pene, mujeres gordas, pies, pechos femeninos, antebrazos masculinos, hombres hercúleos o flacos, glúteos exhuberantes o labios de toda índole, han sido motivo de la poesía y la pintura.
Basta ver la obra pictórica de Rubens o la poesía de la fascinante escritora Elizabeth Mc Neill para acariciar ese tapete erótico.
Tener más de cincuenta años y una rica vida sexual —y sensorial— es una ventaja sin lugar a dudas. No solo porque me permite mirar con desdén y pena las miserables relaciones de pareja que llevan hoy en día los millennials, sino, también, porque me ratifica que debemos involucrarnos sin límite, cómo reza la canción de Aute: «…es amar hasta que duela».
Ochoymedio programa aquellas películas que me hacen vibrar de recuerdos mojados, de nombres de machos deliciosos y de machos villanos, de adioses y barbas.
¿Un hombre sin barba es un hombre?
Ciertos días calurosos, cuando me pinto las uñas de los pies de rojo ‘sangre de toro’, vuelvo a sentir en mi clítoris, como si fuera una antena de radio, esos hercios y sismos telúricos que trae el ‘amor de una noche’.
Si algo de bueno tiene los affaires es que nos ahorramos los dramas de la posesividad o ese molesto afloramiento de nuestras inseguridades.
Hace mil años, conocí en un mercado de frutas y legumbres a Santi, un hombrecito cuyo ancestro lo tenía muy preocupado. Tontito, yo lo quería aunque su rostro —efectivamente— parecía una vasija. Con el tiempo, se hizo un burócrata poderoso, pero sus diablos e identidad no lo dejaban dormir.
Con él entendí algo, para vivir un estado de eros primero debes amar tu cuerpo, y Santi odiaba su cara; y algo peor, se avergonzaba de sí mismo.
Ahora rememoro cómo ambos, yo libre y él esclavo, nos forzamos a hacer/inventar el amor.
Yo le gritaba a la oreja: «¡Hazme tuya, como Marlon Brando en el Último Tango!»
Y Santi balbuceaba palabras sin ángel ni gracia, que nunca supe que significaban.
Luego con el tiempo, supe que este pequeño hombre guardaba un horrible secreto.
2.
Queridos míos, una dama como yo —a esta edad licenciosa y libérrima— no se quita la ropa para hacer olas en un vaso de agua.
Ochoymedio, ante la escalada de la violencia verbal y ese egoísmo que nos separa, en la era millennial, tiende una cama con las mejores películas eróticas del siglo XX y XXI y nos presenta su ciclo ‘Eros en la burbuja millennial’.
Esta muestra se constituye en una gran oportunidad para que las nuevas generaciones, que hoy se empachan con series sosas de Netflix, accedan a un cine que preconiza la sensualidad, las pasiones, los sentidos, como retrato de nuestra condición humana. Los millennials pudorosos se erotizan en Quito, ellos tan correctos y moralistas tienen la gran oportunidad de dejar de juzgar y militar, para dejarse seducir y poseer.
Eyes wide shut, Damage, Shame, El amante, Los soñadores, El último tango en París, Crash, Malena, El cartero llama dos veces, 9 semanas ½, Luna de hiel, Sleeping beauty, El imperio de los sentidos, Closer, El cocinero, el ladrón y su amante, son algunos de los títulos que Mariana Andrade baraja para este ciclo que lo que pretende es arremolinarnos.
Para nosotras las mujeres, es un dolor, y un vacío frecuente, ir de tumbo en tumbo conociendo ‘caballeros’ que decepcionan.
Así que este ciclo nos permite al menos suspirar mirando esa otra vida que jamás viviremos y esas caricias que solo en nuestras alucinaciones existen.
Cómo no humedecer nuestras bocas al ver la sonrisa de Mickey Rourke en 9 semanas y media. O suspirar con las pasiones de la joven Marguerite Duras en El amante. O enamorarse de la elegancia de Jeremy Irons en Damage.
Sobre esta película quiero decir algo: si para vivir es necesario sacrificarse en el amor, yo estoy de acuerdo con Jeremy, quien se acuesta con la mujer de su propio hijo.
Ah, pero El imperio de los sentidos es una invitación al sushi sexual, provocadora, tóxica, esta película oscila del eros a las sombras de la psyché.
¿Una mujer enamorada es capaz de devorar a su amante?
Por mi parte, yo que soy un poco dirty en el sexo, me gusta mucho el carisma cínico y sadeano de Peter Coyote/Oscar, ese escritor alto y de buzos de cuello de tortuga que aparece en Luna de hiel, película retorcida del enano genio Roman Polanski.
¿Por cierto, cuál habrá sido el secreto de este elfo con cara de ratón? ¿Qué habrá tenido de bueno Roman que volvía locas a las mujeres?
3.
Escribo este artículo en la biblioteca de un amigo escritor y —gracias a Dios— solo dispone de libros clásicos y los más modernos provienen de mitad del siglo XX.
Nada de novelerías… No gusto de esa enorme frivolidad y militancia de la literatura escrita por populistas.
Si voy a leer algo, pues que sea del maestro Octavio Paz, por ejemplo, él nos refiere esta sabiduría:
«En su raíz el erotismo es sexo, naturaleza; por ser una creación y por sus funciones en la sociedad, es cultura. Uno de los fines del erotismo es domar al sexo e insertarlo en la sociedad. Sin sexo no hay sociedad pues no hay procreación; pero el sexo también amenaza a la sociedad. Como el dios Pan, es creación y destrucción. Es instinto: temblor pánico, explosión vital. Es un volcán y cada uno de sus estallidos puede cubrir a la sociedad con una erupción de sangre y semen. El sexo es subversivo: ignora las clases y las jerarquías, las artes y las ciencias, el día y la noche: duerme y sólo despierta para fornicar y volver a dormir. Nueva diferencia con el mundo animal: la especie humana padece una insaciable sed sexual y no conoce, como los otros animales, periodos de celo y períodos de reposo. O dicho de otro modo: el hombre es el único ser vivo que no dispone de una regulación fisiológica y automática de su sexualidad».
4.
En la medida que el cuerpo es zona de afectos y desafectos, el eros (concebido como puente de la sensibilidad y los sentidos) es la única salida posible ante la incomunicación.
La piel es palabra, la caricia comunica, los cuerpos hablan un lenguaje propio.
Si guerras deben existir, solo las que surgen en la contienda amorosa son merecedoras de todo ese sudor y jadeos de rendición.
¿Henry Miller, superado?
Habrase leído cosa más estúpida.
No señorites aséptiques.
Si ustedes han decidido no parir, no embarazarse con la vida, no involucrarse con las pasiones o sentimientos, pues este ciclo está les va como anillo al dedo.
Por varias razones; pero la pereza me lleva a soltar una sola, quizá la más obvia: vengan, crezcan sensorialmente, acepten el placer como se bebe la sangre del cordero; y por una vez en la vida desconéctense esos cables de sus sucias orejas, dejen de espiar sus pantallas de teléfonos sentados en la taza del baño, y comprendan en sus cabezas de unicornios —bebés de probeta, ‘chiques digitales’— de una bendita vez:
«Los sentidos, sin perder sus poderes, se convierten en servidores de la imaginación y nos hacen oír lo inaudito y ver lo imperceptible. ¿No es esto, por lo demás, lo que ocurre en el sueño y en el encuentro erótico? Lo mismo al soñar que en el acoplamiento, abrazamos fantasmas. Nuestra pareja tiene cuerpo, rostro y nombre pero su realidad real, precisamente en el momento más intenso del abrazo, se dispersa en una cascada de sensaciones que, a su vez, se disipan.
Hay una pregunta que se hacen todos los enamorados y en ella se condensa el misterio erótico: ¿quién eres? Pregunta sin respuesta…» (Octavio Paz, La llama doble).
5.
Asesinos seriales, sicarios, seres sin expresión en sus rostros y en sus almas, mujeres viriles o máquinas humanas que le temen a las relaciones y compromisos, hombres agresores y no amantes ni tiernos, niños que nacieron conectados a un lógico algoritmo digital… Ese es el apocalíptico panorama de hoy.
Hay que negar que tenemos piel, gónadas o deseo.
El ciclo ‘Eros en la burbuja millennial’, es un regreso a la piel, a la caverna primigenia que nos une, que nos cohabita, seduce y humedece como un bosque de sexo, placer y palabra.
Porque Eros es palabra, comunión, lealtad de alcoba, mirarse a los ojos y vibrar, detalles que las nuevas generaciones están deforestando por insulsos.
Como decía Octavio Paz, la llama doble del erotismo es el camino de la incomunicación al altar del verbo, y en el verbo/carne nos unimos como especie en extinción.
Bienvenidos todos a este banquete, que vengan quienes han peregrinado la soledad de los afectos y llegan pobres de estímulos sicomágicos.
*La señorita Kenton es una sencilla ama de llaves, muy responsable y trabajadora, que brindó sus buenos oficios en la mansión Darlington, en Inglaterra, hasta cuando cumplió 50 años. Ahora reside en la ciudad de Nueva York y conoció de cerca el barrio La Floresta de Quito, en un invierno muy lejano y un paseo muy breve. Ochoymedio da la bienvenida a su pluma y augura que sus columnas no sean esporádicas y que nos deleite con su buen gusto.