Por Rafael Barriga
El corto de Carlos Andrés Vera, La verdad sobre el caso del Señor Valdemar es de una factura y una intención tal, que su estreno constituye el evento central de Ochoymedio en este primer mes del 2009.
Quito, 1873. El ambiente es lóbrego. Moscas zumban. Aguas servidas corren por los patios. El gobierno de Gabriel García Moreno mantiene en imposibles calabozos al Doctor Andrés Romero, prestigiado siquiatra que experimentó con técnicas de hipnosis como terapia, prácticas consideradas por el “Santo del Patíbulo” como “brujería”. La desesperación corroe la narración. Romero será condenado a muerte. Así comienza el cortometraje La verdad sobre el caso del Señor Valdemar dirigido por Carlos Andrés Vera, basado en el cuento del mismo nombre de Edgar Allan Poe.
Poderosa y original pieza cinematográfica, La verdad sobre el caso del Señor Valdemar es uno de los primeros proyectos serios en crear cine de suspenso y terror en Ecuador. Es también, en sus 25 minutos de duración, un exitoso mecanismo de ritmo narrativo, calidad interpretativa y de diseño de producción, cualidades normalmente ausentes en el grueso de las producciones ecuatorianas. “Lo que asusta no es la cámara ni el sonido; lo tétrico está en lo que ocurre en la historia, en los personajes, en la gramática de la narración” asegura Carlos Andrés Vera, cuando lo visité en su productora de audiovisuales en Quito. Le pregunto, ¿porqué interpretar a Poe? “Porque Poe es el más cinematográfico de todos los escritores” dice con convicción. “Por un lado no quería cambiar el cuento, pero por otro lado quería poner un sello personal en la narración cinematográfica. Ubiqué la historia en la época de García Moreno, un tipo contradictorio, que por un lado mandaba a matar por asuntos religiosos, y por otro creía mucho e impulsaba las ciencias. Quería crear un personaje que encarne esa contradicción”.
Vera gusta del cine de terror. Sin embargo hace una distinción: “odio lo efectista, como Freddy Krueger; me gusta el cine sicológico de El exorcista”. Cita a Roman Polanski como uno de sus directores favoritos, y a El inquilino como una pieza maestra del género. “Me gusta el lado oscuro del ser humano. Eso es lo que verdaderamente aterra”.
El cortometraje, con un presupuesto real de cerca de 80 mil dólares, fue financiado con un premio del Consejo Nacional de Cinematografía de 8 mil, la empresa privada aportó con otros 8 mil y el personal de producción del corto contribuyó cobrando poco o no cobrando por su trabajo. El resto fue una inversión particular de la compañía productora de Vera. “Valdemar es un ensayo personal, para convencerme de que puedo contar bien una historia entendible, manteniendo una identidad como realizador. Quería también, con este corto, hacer un ejercicio de distribución. Voy a ir a festivales y a vender mi corto, distribuirlo. Me sirve para hacer contactos que me van a permitir hacer el largometraje.”
El largometraje del que habla Vera es Atacames Tonic, la novela de Esteban Michelena de la cual Vera está desarrollando su proyecto. “Voy por la quinta versión del guión. Espero que en febrero pueda mandar el proyecto para desarrollo en Ibermedia, y ojalá pueda filmarlo en el 2010”.
Los espectadores de Ochoymedio recordarán a Carlos Andrés Vera, sobre todo, por su documental Taromenani: el exterminio de los pueblos ocultos. La cinta produjo una buena cantidad de espectadores, y no estuvo exenta de muchos comentarios. “Soy cineasta de ficción” –dice sin embargo Vera. “Siento que la ficción me permite expresar más lo que yo soy. Controlar el guión y la cámara. Taromenani es una historia que tenía la obligación de contar, y contarla en un formato que resulte muy claro de entender, dejando de lado intenciones artísticas. La gente tenía que conocer esa historia. Aquella no era una oportunidad de brillar como cineasta”. Luego de estrenar Taromenani, Vera fue seleccionado por el prestigioso programa del Festival de Berlín, Talent Campus. “Ahí entendí cómo funciona el mercado del cine. Aprendí que hacer una película no termina con la mezcla final de sonido, sino que allí recién empieza el viaje de la película hacia el público. Las películas ecuatorianas tal vez no han logrado entender la importancia de la distribución y la exhibición, y por eso, en su mayoría, solo se exhiben localmente y por allí en algunos festivales”. En el Talent Campus de Berlín, los proyectos de Vera
(Valdemar y Atacames Tonic) fueron objeto de asesoría en desarrollo de guión y producción, y aprendizaje en desarrollo de personajes, estrategias de distribución, y muchas otras cosas, por parte de productores y expertos internacionales.
Le pregunto a Carlos Andrés cuánta influenciaba tenido su padre (el periodista Carlos Vera) en su vida como cineasta. “La profesión de mi padre fue crucial para mi decisión de ser cineasta. Él nunca me ha dicho que haga cine, pero estuve detrás de las cámaras desde niño. Empecé a entender desde muy niño cómo funcionaba el mundo audiovisual. Aprendí a manejar cámaras y editoras en su productora”.
Cámara Oscura, la productora de Carlos Andrés, dedicada a hacer diferentes tipos de producción audiovisual, todavía ocupa la mayor parte de su tiempo. “Trabajo todos los días para poder hacer mis proyectos personales cinematográficos. Hace dos años casi todo mi tiempo se iba en hacer cosas por encargo. Ahora he progresado y trabajo en mi trabajo cinematográfico personal en un 40% de mi tiempo. Es una carga de la que voy saliendo poco a poco. Es todavía imposible vivir del cine para los cineastas ecuatorianos, a menos de que uno llegue a ser parte del mercado internacional. Hay gran incertidumbre todavía en nuestro cine”.
Veo las fotos del rodaje de La verdad sobre el caso del Señor Valdemar. Los rostros de los personajes están repletos de horror y febrilidad. Están poseídos por los demonios de la enfermedad y de la época. Vera me muestra una ilustración de Clark, sobre la misma narración de Poe. Tras la imagen del personaje de Valdemar, derritiéndose en un lecho de muerte, existen rostros indefinidos, ojos mirones en la oscuridad, fantasmas que se hacen notar tras bastidores. Aquello que está pero no se ve a simple vista; aquello que no es evidente. Es ahí, pienso finalmente, que es en donde, también, funciona mejor el cortometraje de Vera, que estará en temporada este mes en las salas de Ochoymedio.
Anexo
Decorar el siglo XIX
El director de arte Roberto Frisone es uno de los talentos más evidentes en La verdad sobre el caso del Señor Valdemar. Los decorados del filme nos llevan, en interiores y exteriores a un siglo diecinueve decadente y marchito. Dotado de una enorme experiencia en el cine de Ecuador, Frisone había conmovido con su trabajo en la cinta de Camilo Luzuriaga 1809 – 1810 Mientras llega el día, llevando al casco colonial quiteño al mundo de dos siglos atrás. También participó en la escenografía y arte de Crónicas, Proof of Life y Sendero de sangre, que destaca entre los 22 filmes en los que ha participado. “Yo quería que la película tenga un look sórdido, en donde las cosas huelan mal, en donde todo sea humedad, todo debía ser carente de glamour. Todo debía ser tétrico” dice Carlos Andrés Vera. “Roberto entendió perfectamente mis intenciones, y además mejoró mucho mis ideas. Las locaciones fueron totalmente transformadas por Roberto para tener esa impresión de sordidez. Roberto acertó en absolutamente todo”. Frisone asumió el reto de hacer Valdemar a plenitud. “Yo al principio estaba muy asustado, porque en el género del horror hay solo dos posibilidades: o se logra hacer algo bueno o caes en el ridículo. No hay puntos intermedios. Esta película sin duda que logra sus intenciones”. “Carlos Andrés le dio gran importancia a la dirección de arte. Me dio mucha libertad y congeniamos muy bien”, finaliza Frisone.

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