Por Carlos A. Ycaza
El aporte de Tania Hermida al difícil peregrinaje del cine ecuatoriano se convierte en un paso adelante, firme y necesario.
“En territorios de fango la única autoridad es la que se hunde en él”. Estas palabras no estan en Qué tan lejos, el primer largometraje de la cuencana Tania Hermida que acaba de obtener el Zenith de Plata en el Festival de Cine de Montreal. Pero esa línea  –que originalmente se desprendende de “El libro flotante de Caytran Dölphin”, la novela de Leonardo Valencia– está muy ligada a la introspectiva y original visión de la directora, que se aleja de las típicas sordideces de otras aventuras cinematográficas locales para lograr acercarse a algo más complejo y sutil: el espíritu actual de una sociedad. Aquí la directora se aleja del fango, porque presentarlo otra vez sería lo fácil.
En este viaje cinematográfico ecuatoriano hay dos referentes previos en el género de las road movies («películas del camino»): Thelma & Louise (1991) de Ridley Scott y la más reciente Y tu mamá también del mexicano Alfonso Cuarón. Hermida es pensativa y un tanto pudorosa en sus imágenes, pero sus diálogos son chispeantes –ella también escribió el guión– y la naturalidad de los protagonistas de Qué tan lejos nos remite a las bases de un inspirado reorrealismo visual, sin necesidad de tugurios, crímenes y persecuciones.
Tere (la debutante Cecilia Vallejo) se autodenomina Tristeza cuando conoce a Esperanza (la española Tania Martinez) al conocerse en el bus que las va a llevar desde Quito a Cuenca. Entre estas jóvenes mujeres hay dos mundos diferentes ­–Europa y América– que se enlazan en una pequeña e íntima odisea por las carreteras de la sierra, que aparecen desoladas porque hay un paro indígena. Tristeza asume a cabalidad su nombre: ella va a Cuenca a tratar de recuperar al enamorado cuencano que conoció en Montañita y que se casará el día de su llegada, con su novia encinta.
Para ser una rebelde mochilera, Tere es una chica de lecturas profundísimas: nada menos que Octavio Paz. “El sentido no está en el texto sino afuera” lee Tere. El filme nos deja también algo de esas lecturas y bienvenidas sean, porque la realidad personal y geográfica que descubrimos a través de dos chicas es tan metafórica como el título de la película. Qué tan lejos es una expresión coloquial que tiene que ver con los límites de la experiencia humana: «hasta donde uno puede llegar». Aquí lo que está afuera es plasmado en la estupenda fotografía de Armando Salazar: los bellos paisajes andinos y las inmensas playas de la Ruta del Sol, donde las viajeras se desvían con Andrés (Fausto Miño), el joven aniñado y carismático que las recoge junto a Jesús (Pancho Aguirre), taciturno caminante que lleva las cenizas de su abuela. Ellos también van a Cuenca.
Con los melancólicos acordes de la música de Nelson García donde también escuchamos a Hector Napolitano, Qué tan lejos siempre es una historia entretenida y reflexiva a la vez, más o menos como el proceso de madurez que llega a la vida de Tere.
“No se porqué a mi nunca me puede tocar un final feliz”, dice. Con o sin ese final, el aporte de Tania Hermida al difícil peregrinaje del cine ecuatoriano se convierte en un paso adelante, firme y necesario.

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