Por: Ana Cristina Franco Varea

¿Se puede amar a dos personas a la vez?, ¿El amor es para dos?, ¿Puede sostenerse una relación de tres?… Estas son algunas de las preguntas que nos hacemos en la muestra llamada «La regla de tres”. El trío tal vez sea uno de los más polémicos porque además de cuestionar la naturaleza del deseo y el amor, esconde algo que asusta profundamente al inconsciente colectivo: la destrucción del orden social.
La filosofía occidental proclama el amor de pareja como valor supremo. La concepción del amor como dos cuerpos distintos que al unirse forman solo uno, recuerda a la filosofía de Platón que dice que nacemos incompletos. La mitad que nos falta está fuera de nosotros y anda en algún lugar, esperando nuestro encuentro. Sólo al hallar nuestra “pareja” habremos alcanzado la integridad. Uno es ninguno. Dos es el número que nos da sentido social. Quizá esta dinámica de pareja se base en la relación edípica Madre-hijo que no permite un tercero. De esta relación hermética nace el amor que conocemos; un amor que no permite más que dos porque se basa en la idea de la posesión. Y esta dupla es la que sostiene el sistema capitalista. Ya todos conocemos el cuento: Hollywood nos vende películas románticas proclamando el matrimonio como valor primordial. La televisión y la publicidad hacen lo mismo. En el capitalismo el matrimonio es un acuerdo social, y la razón es simple: es más fácil comprar de a dos.
Para Bertolucci habían dos grandes temas: el sexo y la política. Estos temas son más cercanos de lo que parecen. Los dos hablan de territorios, de conquistas, de límites. Las verdaderas revoluciones empiezan en el cuerpo. Las revueltas sexuales son siempre una amenaza contra el sistema. O sino pensemos en el argumento de The Dreamers: mientras las protestas del Mayo 68 tienen lugar en la calle, tres jóvenes burgueses se refugian en una casa en la que no existe el tiempo y se dedican a ver y jugar a las películas, a vivir un mundo de aparente fantasía, pero también a explorar los límites de su sexualidad. Afuera, en las calles, hay una revolución, pero adentro hay otra, la del cuerpo. Tres individuos que intentan sobrevivir o resistir, como si ese departamento fuera una isla en medio del sistema. Intentan vivir de otra manera, en una relación de tres en la que el incesto no sea un problema. Pero el trío consensuado, así como la revolución, resulta una utopía. Al poco tiempo se les acaba la plata, y la realidad les invade, de manera literal, el rato que una piedra choca contra su ventana. Es un llamado. Su burbuja se ha roto y ahora deben salir a las calles a luchar, ahora si de verdad, por sus ideales. En el caso de “Henry and June” se habla constantemente de la naturaleza del deseo. Miller le hablaba constantemente de June a Anaïs, y ella imaginaba con devoción a esta mujer, que era el deseo más fuerte de su amante… Anaïs se enamoró de Mona (el personaje creado por Miller), no de la June real, de la imagen idealizada por Miller.
Una de las razones por las que el trío es polémico es porque incluye inevitablemente un componente homosexual. La homosexualidad -en principio- revoluciona el acuerdo social del matrimonio y la reproducción. Es por eso que al capitalismo le cuesta tanto aceptarlo. De igual manera, los tríos, revolucionan el mismo sistema de poder establecido por el sistema a través de la Familia. El 3 destruye el sistema. El uno que se suma al dúo dinámico rompe el “equilibrio”. Un trío propone una relación en la que el otro no nos termina de pertenecer completamente, y en la que el deseo nunca muere sino que se transforma, y viaja de un lugar a otro, reinventándose… Por otro lado el trío consensuado obliga a replantearse el deseo mismo.
“No hay relación sexual entre dos”, decía Lacan. En una cama siempre hay cuatro: los dos amantes, y sus respectivos fantasmas. Al final, lo que sostiene a una pareja es la fantasía que provoca el vacío. En toda relación hay dos que se unen porque en cierta medida, están vacíos; así, quieren que el otro llene ese espacio, pero resulta que ese otro tampoco tiene nada. Entonces lo único que les une es precisamente la falta. Y lo que aman es la falta.
Las relaciones se alimentan de fantasías. De un otro imaginario -ese fantasma- que es motor del deseo en la pareja. Sólo mediante un tercero pueden consumar su amor. Pero el tercero que en toda pareja es “fantasmático” en el trío se vuelve real; lo que en una relación común está en el plano imaginario, en un trío se vuelve real: hay dos que se aman a través de otro cuerpo … y el deseo toma otra forma. Lastimosamente, los finales de estas películas no suelen terminar en tríos consensuados. Tal vez sea una forma de afirmar la imposibilidad. Cada quien toma su rumbo, y el trío como estrategia de abolición del orden social, sigue siendo utopía ….
Ver más información de la Muestra «Regla de tres»

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