Por Carolina Rodríguez
Bajo el abrazo de las luces tenues de la cafetería del cine OchoyMedio, Valeria Pilco está rodeada de un aire sereno y cultural. Sentada en un sillón con tonalidades pasteles apoya sus brazos sobre las piernas, a la vez que lanza una mirada tranquila que inspira confianza y habla de su pasión por el cine. “Lo que siempre me ha gustado es esto de incomodar, no sólo del tabú sino de sentimientos que están ocultos. Siento que eso es lo que representa el cine: el poder sacudirnos un poco al generar múltiples emociones y sentimientos.” 
Valeria es una estudiante de la Facultad de Comunicación y Artes Audiovisuales de la UDLA. Actualmente está realizando su proyecto de titulación y trabaja en el cine OchoyMedio. 
¿Cómo ha sido tu experiencia trabajando en el Ochoymedio?
Ha sido una experiencia un poco extraña y ajetreada pero divertida. El Ochoymedio abarca un montón de cosas como el cine, las artes escénicas, danza y teatro. Con todas las actividades que se hacen siempre hay algo que hacer y se tiene un contacto con un productor o un director nuevo. Es una experiencia que me ayuda a aprender. 
En el 2018 y 2019 tu dirigiste: Exponencial y Detrás de la puerta ¿De los dos trabajos cuál fue el que más presentó un reto?
El más fuerte creo que fue Detrás de la puerta ya que es mi trabajo de titulación. Creo que representó una carga en el sentido de producción porque asumí dos roles y es un poco fuerte. Fue un poquito más pesado por el tiempo, por el trabajo de titulación y porque ya tenía que trabajar. Pero creo que dificil por el tema de producción.
¿De qué trata Detrás de la puerta?
El corto Detrás de la puerta es sobre una relación incestuosa entre una madre y un hijo. Trabajo desde la sensibilidad de que a final de cuentas es amor lo que sienten. Como tema de titulación estoy enfocando este tabú desde la dirección. Lo que trabajo son distintas películas que han sido censuradas por una escena o un momento de la película y no por la idea global de lo que quieren transmitir. Lo que trato es el tema tabú que incomoda a la gente.
¿Qué quieres que la gente sienta al ver tu trabajo?
En Exponencial, es como un sentimiento o idea que no sé si se exhibe al 100% en el corto, sino obliga al público a reflexionar o buscarle esta cosa escondida. Creo que lo que me gusta es que la gente busque el sentimiento lo que hay detrás. Lo que también me gusta es proyectar algo más natural, porque las historias que contamos están a nuestro alrededor. A veces es interpretado desde un sentimiento distinto, pero que de una u otra forma puede llegarnos al ser una historia sencilla con personajes familiares.
¿Cuáles de los directores ecuatorianos te llama más la atención por su trabajo o creatividad?
Bueno, el que siempre me ha gustado bastante es Sebastián Cordero por la fuerza que pone en sus películas y la constancia que ha tenido. Acá en el cine he descubierto nuevas figuras como Mónica Mancero con su película Azules turquesas y eso como experiencia fue un momento muy bonito. Después de ser proyectada la película en la sala hicieron un conversatorio, y una cosa es ver la película y que te emocione, pero otra cosa es poder conversar con la persona que la realizó. Cuando corrían los créditos yo estaba atrás con Mónica y ella sólo no podía dejar de llorar y esa emoción que transmite hace que se sienta una conexión con el director. 
¿Cómo ves el panorama del cine en Ecuador? ¿Qué crees que falta para que se apoye a una cultura de consumo de productos ecuatorianos?
Al trabajar en un cine se puede ver un panorama mucho más amplio. Siento que todo es un procedimiento que está avanzado y tienen unas raíces fuertes, pero aún es un proceso complicado y duro para todas las nuevas generaciones. Sin embargo, intento ser optimista porque, aunque sean pocas, aparecen producciones nuevas y siento que somos parte de un momento en el que el cine ecuatoriano quiere fortalecer esas raíces que ya están cimentadas. Entonces creo que es súper duro y en un inicio a todos nos asusta, pero a la final te mantienes firme.

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