Por Roberto Moreano
Aquí van los nombres conocidos: Netflix, Amazon, Apple, Disney y Warner Brothers, empresas de la industria audiovisual que ofrecen el servicio de streaming o que han anunciado que lo lanzarán próximamente. Y aquí van los menos conocidos: CuriosityStream, Mubi o Filmin Latino, empresas que también lo ofrecen para un público de nicho, enfocado en cine de autor, documentales o cine latino. 
El fenómeno del consumo a la carta ya no es solo una tendencia. Un informe de 2016 de Pricewaterhouse Coopers, en EEUU anticipaba que las cifras de consumo de video en streaming superarían a las de compra de DVDs y Blu-ray; y que en 2017 superaría a las de entradas al cine. 
A nivel global, ya hemos dado el salto: la gran mayoría de la industria audiovisual, sobre todo en cuanto a distribución, exhibición y consumo, ocurre en el terreno del streaming. Esto implica cambios y desafíos profundos para la industria. 
El modelo de consumo
En 2018, el reporte Nostradamus presentado en el Festival de Cine de Gotemburgo (Suecia) sugería que las tensiones del modelo de financiamiento tradicional requieren enfoques nuevos para monetizar la atención de la audiencia. En esto, los servicios de streaming tienen la mayor ventaja porque su relación con el espectador es directa y porque tienen acceso a sus datos. El reporte recoge las palabras de Edith Sepp, CEO del Instituto de Cine de Estonia: “Tenemos que mover nuestra atención de la producción hacia la distribución (…) Creo que cada película tiene su audiencia, pero hay que encontrarla”. 
En Ecuador, esta conversación todavía parece lejana porque, en palabras de Mónica Mancero (directora y actriz del film Azules Turquesas), “en el país todavía no tenemos una industria de cine o, al menos, no una en condiciones de levantar financiamiento, de negociar con otros países y con esas plataformas”. 
Al igual que Sepp, Camilo Luzuriaga (productor y director de cine que también escribe para esta edición), habla de la distribución como un elemento clave que explica estas nuevas relaciones de consumo. Ante el fenómeno del streaming, sostiene que por ahora la mayor parte del cine del país tiene que conformarse con mantener las antiguas formas de distribución, retrasando así su adaptación a este nuevo ecosistema. Retomo las palabras de Mónica Mancero: “Si el negocio está ahí (en el streaming), igual estaremos en desventaja porque no contamos con una cantidad grande de productores y distribuidores que sepan de estas plataformas o que estén conectados internacionalmente”. 
Nuevos lenguajes 
Christian León (docente, investigador y crítico de cine) se aproxima al tema haciendo énfasis en las oportunidades que esta nueva realidad genera para varios actores de la industria, sobre todo para cineastas y productores. Para él, estos últimos deben pensar cómo realizar productos transmedia: una parte de su contenido en el cine y otra parte en diferentes dispositivos móviles, redes sociales o en la web. De manera “que todo esto se complemente en un solo relato expandido (…) Yo creo que no necesariamente la exhibición bajo demanda, las salas de cine y cualquier tipo de exhibición en plataformas digitales compiten. Creo que pueden ser complementarias siempre y cuando cineastas, exhibidores, distribuidores y público comprendan la lógica transmedia y multicanal”.
Para León, la experiencia del documental Un secreto en la Caja de Javier Izquierdo es un ejemplo de estos cambios. El producto que no se estrenó en las salas de cine, sino en una plataforma web y, en su primer fin de semana, obtuvo alrededor de 10 mil visualizaciones. “Esa es una experiencia tremendamente interesante y creo que lo que viene para el cine ecuatoriano podría ir en esa dirección”, afirma. 
Para las multisalas del país, todo esto implica un desafío que todavía no se sabe cómo se resolverá. Las salas y espacios más culturales, en cambio, podrían tener una respuesta más innovadora. Al apostar por un cine y públicos no masivos, “sería más fácil que lleven a cabo proyectos transmediales e interactivos”, opina León. La adaptación para todos los actores del ecosistema, excepto quizá para el público, no será fácil. Sin embargo y parafraseo ahora una idea de Camilo Luzuriaga: si todo cambia, ¿cómo no va a cambiar el cine que es, en esencia, cambio constante? 

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