En casi todas las películas que integran esta 3ra edición de La Fractura del Siglo hay una cierta estética que, como toda estética, es portadora de un ideal de hombre y sociedad. Hay una arquitectura, un cine, una representación del ser humano y su entorno, común a regímenes totalitarios como los de Mao, Mussolini, Stalin, Hitler e incluso a algunos en pié como el de Corea del Norte. Las Plataformas Gubernamentales que dejó a medio hacer la Revolución Ciudadana son una expresión de este mismo fenómeno cultural que consiste en utilizar el arte como herramienta de propagada. El cine también lo fue para el Tercer Reich. 
Por Manuela Botero Thiriez
Muchas de las películas de esta muestra, cuya columna vertebral es la propaganda, tienen algo en común: la estética. Esto, a pesar de referirse a procesos totalitarios tan alejados cultural e ideológicamente como los de la actual Corea del Norte y la Alemania Nazi.
La toma que abre The propaganda game, un largometraje documental de 2015 que nos sumerge en la atmósfera hermética de la Corea del Norte de Kim Jong-Un, se parece bastante a algunos de los planos aéreos de El triunfo de la voluntad filmados en Núremberg en 1934.
La cámara aterriza en un extenso conglomerado institucional a orillas del río Taedong compuesto por edificios en forma de bunkers, grandes, cuadrados y cerrados, de color blanco, que luego, a través de amplias avenidas desérticas, dan paso a miles de torres atiborradas de cuadrículas donde viven casi todos los 3’300.000 habitantes de Pyongyang (según el último censo de 2008).
Este paisaje eternamente invernal, que le mete a uno frío en el cuerpo sin importar si el cielo en la pantalla se ve azul, es bastante similar a la atmósfera a la que nos transportan muchas de las películas de esta muestra que suceden en la Alemania Nazi.
El Tercer Reich, como los grandes procesos totalitarios del siglo XX comunistas y/o fascistas (nos podríamos preguntar si también religiosos extremistas…), financió y promovió una estética que se irrigó por todos los campos de la producción cultural y de la vida diaria. La arquitectura, el cine, la música, la literatura, las artes plásticas, el diseño, la moda e incluso el paisaje natural, pasaron a ser parte integral del guión de la construcción de “La nueva sociedad” y fueron utilizados como herramientas de propaganda por regímenes tan disímiles como los de Hitler, Mao, Stalin y Mussolini.
Los orígenes de esa estética uniformizadora (¡qué palabra más fea!), al menos en el siglo XX, se atribuye a la Revolución Bolchevique de 1917 en Rusia. Se le llamó Realismo Social y según algunos historiadores del arte como el chino Wang Hui, tuvo mucho que ver con los inicios del arte moderno y otros movimientos artísticos relacionados con la revolución industrial, como el futurismo italiano. ¡Se estaba diseñando el futuro de la humanidad!
A partir de 1932 este Realismo Social se transformó en Realismo Total cuando Stalin mediante decreto estableció que era el único tipo de arte aceptable en la Unión Soviética y años más tarde se irrigó también por los países de la llamada Cortina de Hierro en Europa oriental.
“El Realismo Social retrató la vida sólo de la manera en que los bolcheviques querían que esta fuera vista y creó, en muchos sentidos, un mundo ideal de fantasía que soslayaba temas de interés general como el sufrimiento y la muerte que se vivía en los campos de trabajo forzado… El ‘Nuevo hombre’ representado en las pinturas de los años 30’s era inevitablemente saludable, sonriente y generalmente, en vigorosa actividad”, explica el historiador de arte Igor Golomstock en su libro “Arte Totalitario” publicado por primera vez en 1990.
En este libro Golomstock (quien murió en Londres el año pasado), estudia las similitudes del arte producido por los sistemas políticos más brutales del Siglo XX: la Unión Soviética, el Tercer Reich, la Italia Fascista y la República Popular China.
Para una segunda edición, publicada en el 2011, el autor agregó el arte totalitario del régimen de Saddam Hussein en Irak, por considerar que a pesar de ser producido en una cultura Pan árabe y abrumadramente musulmana, se ajusta al paradigma del culto a la personalidad de la china maoísta.
 “A pesar de los diferentes backgrounds históricos y culturales, el arte producido bajo estos regímenes es sorprendentemente similar en cuanto a sus temas –familias trabajadoras y felices, soldados heroicos y, en la cúspide de todos, líderes benevolentes e inteligentes- y a su estilo realista que omite, por supuesto, los elementos desagradables de la realidad”, explica.
Según Golomstock el arte totalitario no es un género artístico sino un fenómeno cultural con su propia ideología y estética que surge de la utilización del arte como herramienta de propagada en los Estados Totalitarios.
Este fenómeno que se expresó en todos los campos de la vida institucional bajo el nazismo aparece representado de forma grandilocuente en una de las películas del ciclo: El triunfo de la voluntad dirigida por la actriz y cineasta alemana Helene Bertha Amelie (Leni) Riefenstahl, celebre por sus producciones propagandísticas.
Si bien la estética totalitaria es un tema transversal que recorre buena parte de este nuevo ciclo de La Fractura del Siglo, la industria cultural y en particular el cine generado por el nazismo con sus fantasías y sus clichés sobre “el nuevo hombre” es un tema que aborda  exclusivamente Hitler’s Hollywood, largometraje documental de Rüdiger Suchsland que fue presentado por primera vez en febrero del 2017 en Alemania.
Suchsland había hecho tres años antes otra película, De Caligari a Hitler en la que ya se refería a la relación de la industria del cine con la fantasía fascista durante la República de Weimar. En Hitler’s Hollywood ratifica cómo la fachada de la ambiciosa “fábrica de los sueños” creada por Goebbels y sus secuaces, estuvo al servicio de sembrar de forma subliminal los valores nacionalsocialistas en la mente de los espectadores. ¿Por qué qué es la propaganda sino una manipulación encubierta del deseo?
PD/ Cualquier parecido con las Plataformas Gubernamentales, las canciones de la Patria Altiva y Soberana, los performance de los sábados o los porcentajes y denominaciones de la “comunicación intercultural y plurinacional” establecidos por El Consejo de Regulación y Desarrollo de la Información y la Comunicación durante la Revolución Ciudadana, NO son pura coincidencia.

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