Entrevista a Orlando Jiménez, el Crítico Enmascarado
Por: Ana Cristina Franco
El mexicano Orlando Jiménez Ruiz, también conocido como The Killer Film, “el crítico enmascarado” es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y desde hace 14 años trabaja en la investigación de la lucha libre como industria cultural; también es documentalista, editor, promotor, réferi del arte del pancracio; ha fundado varias revistas electrónicas (las más famosas son The Killer Film y Orlando El Furioso) en las que promueve la crítica sobre el cine de lucha libre, ha sido curador de varios festivales de cine bizarro. Por segunda vez es invitado de Ecuador bajo tierra.
México es el único país del mundo que dispone de arenas exclusivas para la lucha libre. Según el Diario El Telégrafo este deporte en México tiene más aficionados que el fútbol. ¿Porqué es tan arraigada la lucha libre en México?
Pues pueden ser varios factores pero el principal y más evidente es porque existe y ha existido un público aficionado en toda la extensión de la palabra, que ha consumido la lucha libre a lo largo de poco más de 115 años de presencia en México; un público que por supuesto también se ha renovado pero que de alguna manera construyó mecanismos para heredar esa afición a las siguientes generaciones. La lucha libre cambia y los públicos también, siempre hay apocalípticos e integrados; luchadores y promotores valoran a la lucha libre como una tradición que preservar, además de sólo verla como un oficio, un deporte o un espectáculo, pero esto de alguna manera se contradice con la necesidad del espectáculo de atraer nuevos públicos e innovar, porque hay que recordar que por ahí se dice “transformarse o morir”. La lucha libre ha sabido  preservar una tradición, tal vez una tradición afterpop, y transformarse a través de las distintas eras y a pesar de las distintas crisis y problemáticas de México, pero al mismo tiempo ha acompañado sus momentos de esplendor social, supuesta modernización y bonanza, por eso ha tenido “éxito” pero también momentos muy malos en que han desaparecido arenas o muchos luchadores han abandonado el oficio a causa de lo difícil que a veces se vuelve subsistir en la lucha libre y en México en general. El de luchador es un oficio emblemático de México en dónde hay que luchar para sobrevivir.
Además de ser un deporte, la lucha libre representa una tradición en la que el espectáculo es fundamental, pues involucra vestuarios y actores. ¿Podría hablarnos sobre la parte dramática de este deporte?, o en otras palabras, ¿Qué tiene la lucha libre que la hace diferente de un deporte común?
Tal vez sean la magia, el misterio y los altos niveles de catarsis que causa eso que te hace apreciar a la lucha libre como diferente, como algo fuera de lo común. Tal vez la lucha libre activa en el público algunos mecanismos de lo que el psicoanálisis llama “conductas defensivas”, que hace por ejemplo que haya una proyección y/o una introyección en el aficionado, que haya una parte de él que coloque en el luchador que admira o aborrece, y al mismo tiempo, algo de ellos que el aficionado proyecte en sí mismo, es por eso que lo que llamas la parte dramática de este deporte, es muy importante para el público y para este espectáculo de los deportes de combate, la gestualidad, los rictus de dolor, las posiciones del cuerpo que transmiten éxito o fracaso, ser el castigador o el castigado, ambas cosas deben saberse “proyectar” por el luchador. Uno de los grandes autores que escribió sobre la dramaturgia de cuerpo en la lucha libre o catch, es Roland Barthes en su texto El Mundo del Catch. En cuanto a la magia y el misterio, pues hablo de un cierto lado inexplicable que posee la lucha libre y ese se disfruta de una manera muy sensorial yendo a una función de lucha libre en vivo, aunque no negamos que la lucha libre a través de los medios también puede transmitir emociones, hablo de una energía que aún emerge de las congregaciones colectivas, en vivo, del festejo, lo carnavalesco, en este caso del calor que causa la danza de los madrazos.
El escritor mexicano Carlos Monsiváis dijo: “El Santo fue el rito de la pobreza, de los consuelos peleoneros dentro del gran desconsuelo que es la vida, la mezcla exacta de tragedia clásica, circo, deporte olímpico, comedia, teatro de variedad y catarsis laboral». ¿Cree que hoy en día existe algún luchador que se asemeje a El Santo?
Para obtener mi título en la universidad, escribí una tesis sobre ese personaje de leyenda moldeado e interpretado por Rodolfo Guzmán Huerta, está on line, se llama Santo-Guzmán, antibiografía de un superhéroe de la industria cultural mexicana. Allí abordo los aspectos de su vida ligados a la lucha libre y su participación en los medios de comunicación, foto historieta, cine, televisión, y también su faceta como empresario, entonces imaginate al relacionarse con tantos aspectos de la vida pública de México entre 1942 que surge el personaje, a 1984, que muere Rodolfo y se va a la tumba enmascarado en medio de una masa de gente que acude a su sepelio, pues una cierta parte de México fue trastocada por el Santo y visceversa. No puede repetirse el fenómeno que él causó, porque los tiempos no pueden repetirse, el mundo se ha transformado.
La lucha libre es uno de los pocos (si no el único) deporte que se ha convertido en un género cinematográfico (no hay un género de cine de fútbol ni de basket). ¿A qué cree que se debe esto? 
Hay cine de fútbol, de básquetbol y hasta de baseball, lo que pasa es que la diferencia con el cine de luchadores es que precisamente estas películas se han consolidado como un género fílmico, ¡ojo!, mucha gente anclada en el medievo o la colonia confunde los géneros literarios con los fílmicos, los fílmicos son variadísimos y se van consolidando no porque alguna real academia lo diga, sino porque la consolidación de un género cinematográfico es precisamente una muestra cultural clara de qué es cultura popular, es un bien tangible e intangible y es importante defenderla en un momento de homogeneización del mundo y las ideas, del vilipendio de lo local, es importante valorar y apreciar la cultura popular como cualquier otro aspecto social, comprenderla mejor para que también pueda ser una fuente útil para el conocimiento y la educación humana. En cuanto al cine de luchadores hecho en México se calcula que son apróximadamente 250 películas, pero además tenemos que durante el Siglo XXI el género se ha ido globalizando y existen películas de luchadores de otras partes del mundo, que de alguna manera siguen con algunas de las pautas estéticas y diegéticas del cine de luchadores mexicano, sobre todo del producido arduamente entre 1952 y 1976.
Como género cinematográfico el cine de lucha libre ha generado ciertos espacios de reflexión, algunos de ellos son sus revistas The Killer Film u Orlando El Furioso. ¿Por qué decidió darle un espacio de reflexión a la crítica de este tipo de cine?
Me da gusto y me sorprende un poco que se valore tanto a las revistas electrónicas de Flipboard, eso reafirma que es bueno ordenar las ideas y los temas en la mar de Internet, en los tiempos de hiper consumo de información. Decidimos compartir esa reflexión crítica porque creemos que es bueno incentivar la memoria en nuestras comunidades, nuestra memoria, la memoria de lo que hacemos nosotros, de lo más cercano o menos enajenado  (que tal vez es lo más, pero sobre eso tenemos que reflexionar)  por mucho tiempo y por varios sectores sociales, por increíble que parezca, actividades como lucha libre fueron vilipendiadas por mucho tiempo en México, por ejemplo hoy hay decenas de tesis universitarias sobre la lucha libre pero hace un par de décadas, era muy difícil para la academia generar y aceptar ciertos temas como la lucha libre y el espectáculo, con una cerrazón espeluznante.
Así como El Santo tiene una máscara cuando sube a la arena, usted, Orlando Jiménez, se pone una máscara para ser el crítico enmascarado. Adquiere otra identidad al momento de escribir. Háblenos de ese personaje. ¿Por qué la necesidad de un personaje?, ¿Cómo es ese personaje?
The Killer Film, el crítico enmascarado, nació como un seudónimo cuando escribía en una revista muy tradicional llamada Box y Lucha, el mundo del ring que lleva décadas en el mercado, ahí tuve una columna sobre el cine de lucha libre llamada El Cinelátero en donde reseñaba películas de lucha libre y aunque comencé firmando con mi nombre después inventé ese seudónimo y la gente comenzó a preguntar por The Killer Film, que quién era, que si era un viejo periodista, en fin, los lectores de la revista comenzaron a sentirse curiosos por ese personaje y decidí crearle una imagen, diseñé mi máscara inspirado en el cine, algo que considero importante en mi vida, luego la mandé confeccionar con Arturo Bucio Jr. que es uno de los “mascareros” o diseñadores de máscaras más prestigiados en México. The Killer Film es un enmascarado pero no es luchador, es un comunicólogo profesional. Transformarme en el crítico enmascarado es transformarme en mi herramienta de investigación, es como un submarino que me permite hacer inmersión hacia lo más profundo del cine de luchadores.
Háblenos de Sangre, sudor y llaves. ¿Por qué decidieron filmar en el Coliseo Coacalco y no otra arena o lugar?
  Los grandes escenarios generalmente están en las capitales de los Estados y en la Ciudad de México (Arena México y Arena Coliseo) y las pequeñas arenas que antes proliferaron también en el DF y en varias partes de la República. Nosotros tenemos alrededor de la Ciudad de México, envolvente, como un rémora que terminó siendo más grande que el tiburón, otra entidad política que es el Estado de México, la demarcación vecina, ahí también siempre ha habido una gran afición y cultura de la lucha libre, con decenas de “arenas chicas”. Mi anterior documental Arena Azteca Budokan (2014) también estrenado en EBT3, se ubica en ese Estado, eso también nos interesó para seguir nuestra exploración, porque el co realizador Guinduri Arroyo también estuvo muy involucrado en el proceso de producción de aquel documental y luego, -o a la par, por que nos ha llevado mucho tiempo hacer estos documentales de bajísimo presupuesto-, nos interesamos por seguir en la línea de investigación documental sobre estos sitios y sus ambientes, y por eso decidimos hacer esto sobre el Coliseo de Coacalco, siempre es un lugar que nos sorprende. En unas visitas al Coliseo Coacalco en 2010 me convencí de que era un lugar sui generis, especial en cuanto a sus instalaciones y a su público, pero en donde la precariedad parece hacer sublimar al luchador y al público, que es extremadamente exigente y participativo, crítico, a veces cruel y a veces muy divertido, comprueban que la lucha libre es más divertida cuando el público hace parte del show. En el Coliseo de Coacalco a veces da la impresión de que todos son una familia, o somos… lo aguerrido de la lucha, su calidad de ejecución, sus interesantes eventos y personajes, siempre aderezado todo con una dosis de sorpresa. Esta arena es una especie de cooperativa de luchadores pero que también cohabita con otros proyectos, de otros promotores jóvenes, mostrándose como un lugar muy plural y abierto. Además es un semillero de luchadores, algo importantísimo para la renovación de los elencos en la lucha libre profesional, los luchadores se aquí se forjan con sangre, sudor y llaves.

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