Por Daniel Nehm
Es uno de los cineastas más activos en los últimos años, dentro del circuito nacional. Hace películas, las piensa, tiene una obsesión con la memoria; ya sea la fílmica, la política y la histórica. Y en un país con casi nada de registro o con la capacidad de mirar apologéticamente todo, su trabajo tiene una utilidad. Javier Izquierdo (Quito, 1977) ha dirigido los documentales Augusto San Miguel ha muerto ayer (2003), Un secreto en la caja (2016), Barajas (2018, con el que incluso ganó una de las becas del Premio Nuevo Mariano Aguilera), y la ficción Panamá, que está por estrenarse. Además, prepara otra película, que será rodada en la selva ecuatoriana.
P: Javier, Ecuador es un país con varias capas de memoria accesibles, no accesibles; visibles, no visibles; tangibles, no tangibles. Todas tus películas se acercan a estas capas, de Augusto San Miguel ha muerto ayer, Un secreto en la caja, Panamá, Barajas hasta [el último proyecto] Viaje a la Selva, con formas muy diversas. ¿Cuál es la importancia para ti de acercarte a la memoria del país? 
R: Sí, tenemos una relación rara con la memoria, es un país muy poco reflexivo con la memoria, con su pasado. Por alguna razón a mí siempre me han interesado los temas históricos, tal vez tiene que ver con el hecho de que mi abuelo era historiador y me imagino que por ahí me surge el interés de indagar en el pasado. En el caso de Panamá, son los años 80, el tema de los movimientos armados, Alfaro Vive, el gobierno de León Febres Cordero, yo era un niño en esos años. Panamá está entre la memoria del país, un tema que no se ha tratado mucho, y la memoria personal. Es la primera ficción que hago. En realidad vengo más del documental. Yo estaba acostumbrado a trabajar con elementos clásicos para armar un documental, entrevistas, material de archivo, el narrador, en varias de mis películas, desde Augusto San Miguel ha muerto ayer, también en Un secreto en la caja, hay mucho material de archivo, la memoria histórica del país. En esa película me di cuenta de todo lo que se puede hacer con el archivo. En el caso de Barajas la idea original era hacer un documental convencional con entrevistas, pero durante la investigación descubro que todos estos personajes que murieron en el avión habían dejado un material de archivo muy interesante, entonces ahí surgió la idea: que tal hacer una película con solo material de archivo, y claro eso se acerca a tendencias muy contemporáneas del cine.
P: Barajas cuenta la historia de cuatro intelectuales Latinoamericanos que se encontraron en un vuelo y murieron, y tú buscas huellas audiovisuales de ellos para tejer un reencuentro fílmico. ¿Como ha sido tú contacto con esta historia?
R: En realidad Barajas es el primer proyecto que no tiene que ver con la historia y la memoria del Ecuador, sino con una memoria más amplia, Latinoamericana. Cuando viví en España descubrí la historia de este accidente de aviación en el 1983 donde fallecen cuatro importantes escritores e intelectuales latinoamericanos y latinoamericanas. Lo único que tenían en común los cuatro, porque trabajaban diferentes estilos y venían de diferentes países, es que en el momento del accidente vivían en París, que en ese momento era la capital cultural del mundo y sobretodo para los intelectuales y escritores latinoamericanos. Les invitan a un congreso cultural en Colombia pero el avión, que tenía que hacer una escala en Madrid, se accidenta antes de llegar al aeropuerto, y mueren todos. También me imagino que es una reflexión de la casualidad y la coincidencia de esta muerte compartida, cómo ellos de alguna forma están ligados para siempre por el azar de esta muerte compartida.
P: Trabajas solo con found footage, con material hallado, no filmas. ¿De dónde nace el interés por esta forma que han usado cineastas como Harun Farocki, y cómo realizas un tejido de materialidades tan distintas?
R: Es una cosa que me atrae mucho del found footage, la capacidad de reutilizar otras películas que se convierten en documentos históricos. Todas las películas, hasta las más malas, 20 a 30 años después cobran otros valores, más allá de la calidad cinematográfica. Es algo que descubrí o llegué a apreciar a través de Un secreto en la caja porque ahí uso muchísimos materiales de diferentes fuentes. Es muy diferente una película filmada en 8mm que una película filmada en video high8. Los materiales reflejan momentos y dicen cosas sobre la gente que filmó. El material de archivo es muy versátil, se pueden hacer cosas locas, es sorprendente como dos cosas con diferentes texturas, que son de diferentes épocas o diferentes registros pueden dialogar, el material se puede manipular muy fácilmente. Es un proceso lúdico de asociaciones, de conexiones. Creo que es una de las cosas más lindas para alguien que más que una educación cinematográfica formal ha tenido, como en mi caso, una educación como espectador, yo me considero un cinéfilo.
P: Y al mismo tiempo eres detective por que tienes que buscar y encontrar estas materiales. Has viajado a distintos lugares del mundo para eso.
R: Sí claro, el archivo implica un trabajo detectivesco, eso es lo interesante y no solo encontrar el material sino luego tramitarlo, el tema de los derechos por ejemplo. La gran suerte de ahora es que, al menos para ubicar, el internet es útil, gran parte de los materiales de Barajas fueron hallados allí, pero claro, hay temas de derecho que tienes que resolver y eso es parte del trabajo detectivesco porque tienes que averiguar quienes son los dueños de esos materiales y pedirles una autorización para usar el material.
P: Otro tipo de viaje: ¿Puedes hablarme un poco más de la idea de tu próxima película Viaje a la selva?
R: Viaje a la selva, es la adaptación de una crónica de Emma Robinson, sobre un viaje que hicieron un grupo de artistas basados en Quito, entre ellos Olga Fisch, Rolf Blomberg y un joven Oswaldo Guayasamín (a quien comisionan un mural sobre la selva), a la zona de Sto. Domingo de los Tsáchilas en 1948.
Es un proyecto más ambicioso, con relación a las películas que he hecho antes que han sido películas pequeñas, de pocos recursos. Esta película es más grande porque es una road movie pero al mismo tiempo tiene que ver con este interés por el pasado, por las figuras artísticas, sobre todo por Guayasamín que de alguna forma ha sido el artista ecuatoriano más universal al fin del día, lo ames o lo odies. Los artistas ecuatorianos tenemos cierta dificultad para visibilizarnos en el país y fuera de él. En ese sentido Guayasamín si rompió todos los esquemas. Aquí ha habido siempre artistas interesantes pero no necesariamente han trascendido las fronteras, en el caso de Guayasamín sí, trascendió las fronteras. Es un personaje súper interesante porque era un hombre de extracción humilde, con apellido indígena, tuvo también muchos problemas en su época por encajar en una sociedad súper racista y clasista. Entonces siempre me ha interesado el personaje de Guayasamín y el hallazgo de este libro escrito por una escritora ecuatoriana poco conocida como Emma Robinson, fue la clave para abordar ese personaje.
P: Tú piensas hacer una película más grande, una road movie.
R: Sí, tiene que ser más grande porque es un descubrimiento de la selva y del otro. La diferencia sería que en mis anteriores películas por ejemplo en Un secreto en la caja y en Panamá he falseado los lugares, las he filmado en Quito pero falseando los lugares originales; falseando Panamá en Quito o falseando varias ciudades del mundo en Quito pero la selva no la puedes falsear o sería muy absurdo, teniéndola tan cerca. Entonces es una película que requiere desplazamientos, que requiere además la presencia de los indígenas, los tsa’chila. Hay que filmar en esos lugares.
P: ¿Cómo piensas encontrar una forma fílmica de algo que todavía no conoces? ¿Cómo te vas a acercar a este lugar desconocido, a esta infinidad que es la selva?
R: Buena pregunta, eso todavía no lo tengo muy claro, igual hay muy buenas películas filmadas en la selva, tengo muchas referencias en ese sentido; hace poco volví a ver a los años Fitzcarraldo que sería como la primera gran peli de selva, una más reciente, el Abrazo de la serpiente. Es un lugar que ha sido bastante retratado en el cine, hay varias buenas películas entonces tengo referentes y a mí me gusta trabajar con referentes, ver cosas anteriores. Un secreto en la caja obviamente tiene un referente fuerte que es Un tigre de papel, y Panamá tiene un referente fuerte que es Mi cena con André de Louis Malle, con Viaje a la selva hay más referentes.
P: ¿Piensas enfrentarte tú mismo a la selva en este proceso?
R: Como Werner Herzog… (se ríe) No, yo creo que no, la verdad es que tengo que ir, tengo que hacer un par de viajes; yo ni siquiera conozco la selva, la selva profunda, yo creo que también es por eso mi fascinación con el lugar.
P: …como Guayasamin mismo, que no conocía la selva.
R: Si, ahora que lo dices. Se podría hacer un paralelismo ahí pero eso es algo que me toca todavía trabajar. Casi siempre son procesos de años en los que tú convives con un tema, con unas ideas y van cambiando, evolucionando, desarrollándose. No sé cómo enfrentarme a la selva, no sé que voy hacer con la selva. Uno de los temas de Guayasamín era cómo pintar la selva y él está muy frustrado en ese viaje porque se da cuenta que no es un pintor de la selva que no puede con toda esa exuberancia, entonces yo también me debo hacer esa pregunta: ¿cómo filmar la selva?.

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