Por Rafael Barriga
Mike Leigh, uno de los más importantes cineastas del mundo, sus películas poseen una especificidad de tiempo, lugar y persona pocas veces ejecutada en el cine de hoy.
A la hora de escribir esta nota, un nuevo filme de Mike Leigh está por tocar tierra, esta vez en del Festival de Cannes, donde el realizador ya ganó la Palma de oro con esa notable crónica sobre el sufrimiento que es Secretos y mentiras (1996). Leigh es, pues, el más importante realizador vivo del Reino Unido, y objeto de una corta muestra de sus películas en la presente edición del Festival Eurocine.
Como otros grandes artistas, Leigh ha marcado muy bien su territorio desde sus primeras películas. La ciudad de Londres es definida por Leigh tal como lo fue la Roma de Fellini o el Tokio de Ozu. ¿Quiénes habitan y conforman ese territorio? En sus películas, Leigh retrata una angustia espiritual y una desazón social propias del empobrecimiento de las clases medias. El sombrío relato de su cine se da a través de travesías de inmensa discapacidad emocional, empeoradas por la escasez de lo material. Si, como es evidente en todas sus películas, el tema de clase social no es objeto de la trama central, está siempre fuertemente integrado a su sentido más básico. Sus películas tienen lo que en tantas escasean en el cine internacional: una especificidad de tiempo, lugar y persona.
Los temas de su ideario –la desintegración familiar, la monotonía del amor en la ciudad hiperindustrial, el conflicto de generaciones– son caldo de cultivo del método con el que Leigh realiza sus películas. Él hace demandas únicas a sus actores, requiriendo de ellos prolongadas sesiones de improvisación antes de que los guiones estén terminados. Leigh solo revela a los actores lo relativo a sus personajes, creando así, en cada escena y secuencia de sus películas, reacciones humanas y genuinas al hecho narrativo.
Esas dos variables, temática y metodología, lo convierten en otro ilustre creador del realismo, talante cinematográfico que, con Michael Powell y, más recientemente, con Ken Loach, es la más alta contribución británica al cine mundial. El realismo de Leigh es uno que integra la vida ordinaria, los sucesos posiblemente banales, dentro de un aura de profunda inhabilidad de expresión y comunicación de las personas. La maestría de Leigh consiste en explotar dramáticamente esos momentos ordinarios, de personas que, como usted o como yo, no podemos explicar casi nada en casi ningún momento.
La carrera de Leigh tomó forma en la televisión pública del Reino Unido. En el espacio “A Play for Today”, transmitido durante la década de los setenta por la BBC, Leigh puso el género “película para televisión” en un plano superlativo. Películas como Abigail’s Party, High Hopes o Meantime (donde actores como Tim Roth o Gary Oldman fueron descubiertos) tienen un fuerte acento anti Thatcherista, y son comedias negras que tuvieron inmensa popularidad en la televisión británica.
Su salto al cine fue natural, y con películas como Life is Sweet y, sobre todo, con Naked, Leigh fue sedimentando su reputación de cineasta de las cosas duras de la vida. Secretos y mentiras, la bellísima Career Girls, la socialmente combativa All or Nothing, y la inmensamente compasiva Vera Drake son algunas de las películas presentes en esta muestra. Todas son películas llenas de humor y lágrimas, con silencios incómodos y personajes de abundante palabra. Su impacto para la industria del cine británico no tiene parangón con ningún otro realizador de ese país. Sólo a partir de la internacionalización de Leigh, a principios de los noventas, el cine británico llegó a tener una forma reconocible y unas posibilidades diferentes a las que históricamente tuvo.

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