Por Christian León
Retrato de uno de los más interesantes realizadores en actividad.
Biografía
Como pocos, Bruno Dumont ha sabido aprovechar sus circunstancias. Inicialmente se dedicó a enseñar filosofía en Bailleul, una pequeña ciudad al norte de Francia donde nació. Cuando pudo dedicarse al cine, su lugar de origen y su vocación intelectual alimentaron su obra. Los cuatro filmes que ha realizado hasta la fecha dan cuenta de un mundo básico habitado por gente sencilla que evoca su ciudad natal. Sin embargo súbitamente aquel universo cotidiano es expuesto a una contemplación inmisericorde y filosófica que transforma lo anodino en obsceno. La mirada despierta el lado siniestro que esconden los seres comunes y las acciones corrientes. Por su propia biografía, Dumont es la mezcla imposible de Pasolini y Bresson. Como Pasolini, encontró en los rostros de gente común un testimonio de la realidad pocas veces retratada por el cine. Como Robert Bresson, encontró en la vacuidad del mundo un sinónimo de horror y violencia.
Paisajes
Si algo llama la atención en las películas de Dumont es su particular uso del paisaje. Geografías, ambientes, atmósferas, cimas envuelven a los personajes y nos trasladan a un viaje sensorial. La inmensidad del prado y los caminos descampados del norte de Francia adquieren un adquieren protagonismo en La vida de Jesús (1996) y La humanidad. El desierto y la aridez de las planicies alcanzan una dimensión metafísica en las mejores escenas de Twentynine Palms (2003) y Flandres (2006). El ambiente rural y agreste en donde la mirada se pierde parece invocar fuerzas primitivas. Fuerzas que inexplicablemente detonan dentro de los personajes. Los paisajes comunican algo de lo telúrico que aun radica en el hombre. Dumont es un naturalista desencantado.
Personajes
Los antihéroes de Dumont son gente común. Generalmente están encarnados por actores naturales que tienen rostros imperfectos, cuerpos extraños, lacerados o ligeramente malformados. La desolación, el desamparo, la impotencia entonces se instala en sus vidas. Freddy, el joven epiléptico de La vida de Jesús, con su rostro de gorrión inspira igualmente ternura y miedo, termina asesinando a un muchacho árabe. Pharaon, el policía de La humanidad, con su cuerpo encogido sufre el dolor de la pérdida de su esposa e hija. David, el fotógrafo de Twentynine Palms, se interna en el desierto de California con su novia para encontrarse con el horror en estado puro. Demester, el granjero de Flandres, deja su pueblo natal para ir a combatir en el ejército. En un desierto lejano experimenta la violencia inenarrable de la guerra. Estos cuatro personajes expurgan una situación insoportable que los descentra y descompone.
Realismo
Como los directores neorrealistas, Dumont filma en locaciones reales y trabaja con actores no profesionales. A diferencia de ellos, Dumont los mira de forma desembrazada y distante, sin ninguna conmiseración. Su realismo prescinde del todo sentido dramático. La realidad es retratada en su pura contingencia, ninguna acción ni aun la muerte tiene trascendencia. Las imágenes parecen resistirse a transmitir afectos y sentimientos. Más aun parecen despojadas de su carga simbólica para trasmitir sensaciones puras. En el realismo abyecto de Dumont el paisaje y los personajes parecen estar sujetos a una radical perdida de sentido. Quizá por esta razón, el sexo es siempre retratado de forma mecánica y brutal, sin ninguna connotación afectiva, cultural o social. Mientras que la violencia es encarada sin ningún justificativo ideológico o moral. El abrupto y sangriento final de TwentyNine Palms no es más que el instante en que la realidad de su manto de significado.
Abyección
En La vida de Jesús, un joven muere a causa de SIDA en un hospital. Su mirada inexpresiva y su cuerpo en descomposición son retratados de forma persistente. En La humanidad, el cuerpo de una niña violada es descubierto. El cuerpo asediado las por moscas ya se sin vida en un terreno baldío. El cuerpo en su estado más abyecto es un no los temas que rondan en la filmografía de Dumont. El cuerpo como desecho, como carne lista para ser cercenada o como materia en proceso de descomposición muestra la fragilidad de la vida. La carne una vez vulnerada se presenta como materia bruta en donde resuena la inconmensurabilidad de la muerte. Si Julia Kristeva habría conocido la obra de Dumont, ya estaría en su canon de los narradores de la abyección.
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