Por Rafael Barriga
No tengo dudas en pensar que Yanara Guayasamín es una de las más talentosas documentalistas del Ecuador. A los hechos me remito: sus dos películas de largometraje son ambiciosas y profundas, trabajadas y pensadas, inquietantes y potentes. De cuando la muerte nos visitó (estrenada en Ochoymedio en 2003), era un filme íntimo sobre la muerte y sus rituales. Guaysamín se internaba en la cultura de la península de Santa Elena para llegar a tener pistas más claras de ese reverso de la vida. Han pasado varios años y se estrena para el público ecuatoriano el segundo largo de Guayasamín: Cuba el valor de una utopía. La cinta –se nos informa en el primer segundo de la película– es la primera parte de una trilogía que hablará sobre la utopía. Cuba el valor de una utopía es, también, el documental más premiado del Ecuador en los últimos tiempos. El festival IDFA, uno de los más importantes del mundo del documental, afincado en Ámsterdam, eligió a la cinta de Guayasamín como una de las veinte mejores de toda la historia de ese festival.
Inicio el diálogo con Yanara, en su casa del barrio La Floresta, la tarde del miércoles 11 de marzo. Aquí van unos fragmentos de la conversación.
Rafael Barriga (RB): En un tema como el cubano, en donde la polarización de opiniones es tan fuerte, el público va a reclamar siempre que una película de la importancia de la tuya, se pronuncie de alguna manera: a favor o en contra del proceso revolucionario. Sin embargo, tú, y a través de tu lente, la película, se niega a hacer un tipo de pronunciamiento en ese sentido. Dejas, por el contrario, que sean historias netamente humanas las que saquen a la luz opiniones que están lejos de cualquier objetividad.
Yanara Guayasamín (YG) Nadie es objetivo. Partiendo de esa idea, creo que la película está llena de evidencias. Estos son personajes que vivieron su revolución, y paga el precio de lo que quería. Esta película quiere retratar un poco lo que esa gente vivió, lo que ellos pensaron que la revolución era, lo que les motivó para hacerla, en definitiva, preguntarse ¿cuál era su sueño? ¿cómo ese sueño les cambió la vida? ¿cómo cambió la realidad que vivían? ¿cómo no cambió esa realidad? Yo fui muy marcada por la revolución cubana. Era la opción de cambio social que se presentaba más latente en América Latina, y yo fui influenciada por eso. Desde ese punto de vista, Cuba ha hecho un montón de cambios que luego uno se pregunta si verdaderamente funcionaron. Mi motivación era la de comprender esos cambios, saber hasta dónde esta alternativa podía ser interesante. Otra motivación fue toparme con una serie de personajes bastante especiales, con una serie de particularidades muy cubanas. Casi todos estos personajes, que están retratados en mi película, tienen una cosa en común entre ellos: nunca hubieran sido lo que resultaron ser si no habría habido la revolución. La revolución fue transformadora para ellos, no solo como individuos, sino también a la sociedad entera, de Cuba y de América Latina. Este no es el mismo Ecuador si no hubiera existido la revolución cubana, para bien o para mal. Hay un rasgo transformador en la revolución.
(RB): Hay en los personajes de tu película, un nivel de estoicismo, de sacrificio particular y personal que conmueve. Como Sara González dice al final de la película, “somos un pueblo de sobrevivientes”. ¿Es a ese sacrificio particular lo que entiendes como “Utopía”?
 (YG) El título de la película, Cuba el valor de una utopía, incluye la palabra valor. Valor, porque ciertamente hay un precio a pagar por los sueños y por la utopía. A los cubanos les ha tocado soportar, entre otras cosas, el bloqueo impuesto por los EE.UU., el constante estado de guerra, algunas decisiones internas económicas, que a mi juicio han sido desacertadas, y muchas otras cosas. Es desde ese punto de vista en que Sara González habla de “ser sobrevivientes”. O sea, lo de sobrevivientes es una consecuencia. Es un conjunto de circunstancias y coyunturas específicas de esa utopía, y que no son intrínsecas a la utopía misma. “Valor”, porque creo que hace falta valentía para proponerse un reto tan grande como construir una sociedad perfecta (para lo cual evidentemente también hace falta construir la perfección del ser humano). Y sí, seguramente perseguir la perfección podría implicar un tipo de sacrificio. Las cosas dependen de cómo una las vive. Utopía es una suerte de bienaventuranza. Es la posibilidad que a uno se le ofrece para hacer la diferencia. De avanzar hacia una evolución del ser, y no me refiero solo al “progreso”. Desde ese punto de vista encuentro a los personajes de mi película ciertamente satisfechos con su vida. No tanto por los resultados obtenidos, como por la opción de vida que asumieron. Todos ellos de alguna manera fueron parte de los hechos que se narran en la primera parte de la película, y todos tuvieron en algún nivel un sacrificio. Es un retrato de una generación que hizo con sus manos la revolución.
(RB) En tu anterior película, De cuando la muerte nos visitó, existen varios momentos en que tu, como cineasta y sobre todo como ser humano, procesas hacia tus adentros el tema de la película, que es la muerte y los rituales y sentimientos que la acompañan. Ahí, tu narras de una manera directa, tus propias experiencias con la muerte. ¿Cómo fue tu proceso personal en el entendimiento de la Cuba que retratas en esta película?
(YG) El proceso de entender a Cuba es parecido a lo que en realidad pretendo con esta trilogía, de la cual esta película es la primera parte, el “Génesis”. Entender a Cuba es partir de un sueño…todo lo que uno a los diecisiete años es capaz de aspirar, y jurar que ahí está, que es solo cuestión de tomarlo, que bastan solo las buenas intenciones. Luego ya uno se acerca con sus preguntas, de muchos modos, a través de la gente que conoce, de los libros que se leen, de las películas que se ven, de los preconceptos con que se crió…en fin . De ver las cosas, de tratar de entender los procesos, a veces para nada aparentes. Surge por ejemplo, la necesidad de seguir un hilo conductor histórico y eso se puede ir plasmando en tiempo real de la película, en los personajes cinematográficos que van a contar la historia. Todo esto con sus aciertos y circunstancias, con mis exigencias, y mis limitaciones. Y entonces ya uno está en los 40 y los balances son distintos, ya uno ha confrontado los sueños con la realidad. Es así como imagino la segunda parte de esta tri-utopía. Finalmente, este trabajo tratará sobre lo que se plantó y se cosechará en el futuro. Lo que se reformuló y cómo se lo reformuló. Todas estas ideas ya están en esta película, y estarán en cada una de las siguientes partes de esta trilogía. El cine es un proceso complicado, pero también es muy simple. El cine que uno hace, y la vida que uno vive al final son la misma cosa.
(RB) Inicia la película con un bello atardecer cubano, y en el audio escuchamos el anuncio de un piloto de avión o un sobrecargo que anuncia que llegamos a La Habana. ¿Estás interesada, entonces, que sea evidente de que la mirada del documental es de alguien recién llegado, de alguien que viene de afuera y empieza a palpar la historia cubana?
(YG) Exactamente. Es alguien de afuera que viene. Eso es exactamente lo que quiere decir esa introducción. Creo que es importante dar los códigos al espectador que le permitan situarse, saber desde el punto de vista que van a mirar una película o una obra cualquiera. Claro, cada uno sumará su propia, muy personal realidad al ver la película.
(RB) Tu padre tuvo una relación muy fuerte con Cuba, una relación de muy cercana amistad con algunos de los líderes cubanos, incluyendo a Fidel Castro. ¿Cuánto ha influenciado la mirada de tu padre a ese país, a esos líderes, en el discurso de esta película?
(YG) Es evidente que hay una influencia de mi padre en mí en muchos sentidos. Esencialmente yo diría que en lo que más me marcó fue en lo político. Más desde una nueva generación que se plantea un montón de preguntas. La influencia fue siempre muy activa, desde la realidad de que él siempre interpelaba todo, hasta las propias relaciones interpersonales. Mi padre fue un personaje muy influyente para mí. Pero no solo desde la obra y la vida, es decir la sincronía. También lo fue como contrapunto, y como coro. Es evidente que hay influencia de él en mí. Pero también hay grandes influencias desde mi madre. Resuena en mis oídos una poesía de mi madre, que dice más o menos así: “¿comiste bien? ¿bebiste bien? ¿a costa de qué? ¿a costa de quién? La revolución comienza en casa.
(RB) Cuba el valor de una utopía ha tenido un recorrido bastante largo por festivales internacionales. ¿Cuáles son tus expectativas con el público ecuatoriano, que de alguna manera vive un proceso político nuevo, y que además es el público de tu país? ¿Crees que se pueda armar reflexiones sobre el tema cubano a partir de tu película?
(YG) Espero y aspiro que esta película genere diálogo, discusión y pasión. Si bien esta es una película sobre Cuba, creo que la discusión podría ampliarse al Ecuador, e idealmente, a la condición humana que todos compartimos. Hay muchos polos opuestos en nuestro país, hay mucho pesimismo, hay mucho desgano. Todos aquí esperamos más o menos lo mismo, y somos muchos. Lo que los cubanos quieren de la vida no es tan distinto de lo que quieren los ecuatorianos, los belgas, en fin todos. Hay un punto por allá en donde todos estamos reunidos, y es de ese punto en común, de esa humanidad compartida de la que tenemos que hablar, de la utopía que queremos plantear, plantar, procrear. Al final, ¿de quién más puede depender que las cosas cambien si no es de uno mismo? Desde lo pequeño hasta lo inmenso.

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