Entrevista a Miguel Alvear, director de proyectos de Ochoymedio, realizada por Yvonne Guzmán, publicada en el Diario El Comercio el  2 de marzo, de 2014.
Cuando la sesión de fotos -trámite que sin duda preferiría saltarse- va a comenzar, con divertida resignación, Miguel Alvear suelta: “Una imagen más al universo”. Y en el contexto es gracioso, porque acabamos de engastar cientos de palabras en una conversación sobre iconoclasia. Tanto la más literal que descree de las imágenes sagradas, como la que hace referencia a quienes reniegan de cualquier tipo de autoridad. Ubicamos una de las tres computadoras que tiene regadas por la casa, en las que trabaja su arte, y la sesión comienza. Pero antes de las fotos y del ‘achole’, conversamos cómodamente sobre imágenes y poder, con la vista sobrecogedora del Centro Histórico de Quito a nuestros pies, que su departamento ubicado en la parte alta de la calle Cuenca nos regala.
¿El Ecuador necesita una dosis mayor de iconoclasia?
De alguna manera ya existe una dosis tremenda de iconoclasia porque las imágenes están siendo constantemente reemplazadas por otras; me refiero a las imágenes que consumimos todos los días. Pero tal vez tú te refieres a las imágenes que se gestan desde el Estado.
Más bien desde todos los tipos de poder: económico, político, religioso…
A esas imágenes que vienen cargadas de poder me gusta ponerlas en cuestión y darles un nuevo sentido.
Se burla un poco de ellas.
Claro. El humor es una herramienta muy poderosa para entrar en las imágenes y luego pensar en otras cosas.
¿Siente que hemos perdido el sentido del humor y nos hemos ‘enseriado’?
Creo que sí y por varias razones, aunque lo primero que viene a la mente es la situación política y el miedo que acarrea aparecer burlándose del poder por las consecuencias reales que eso puede traerle a alguien. Pero también creo que se vive una época de corrección política que viene de la academia y que genera de  autocensura.
De una civilidad que nos hace más ‘respetuosos’.
No quieres ser percibido como alguien que se ríe de los desvalidos o de las minorías porque eso te convierte en un macho colonizador. Yo he tratado de no dejar que esa parte del humor desaparezca; quiero mantener esa llama activa.
¿Para mantenerla activa se animaría, por ejemplo, a trabajar desde el humor y el cuestionamiento con un poster del Presidente?
Bueno, ya lo he hecho y publicado en redes sociales, que para mí son vías de comunicación importantes.
Pero eso solo lo ve su grupo de amigos.
Sí y tiene su efecto. Pero enfocarse en la figura del poder y obsesionarse con esa figura es caer en su juego, porque el poder quiere que todos estemos hablando de él, que nos bronqueemos con él y así se va volviendo más imponente, más fuerte, más papá. A mí no me interesa dedicarme a caer en ese juego.
Pasamos de adorar y temer al dios católico a adorar y a temer ¿a qué o a quién?
¿En términos de qué?
Por ejemplo, esta es una sociedad que valora mucho el dinero y está dispuesta a sustituir afectos con cosas.
Vivimos en un sistema capitalista por más revolución que nos quieran vender. Después del miedo a morirse el segundo miedo aquí es a quedarse chiro. Y ya que estamos hablando de íconos e imágenes, en estos últimos años se ha creado un poder simbólico muy fuerte, que es como el zepelín que los alemanes construyeron. Era el globo más grande y luego hicieron otro más grande, y luego otro más grande, y otro más grande, hasta que hicieron uno que fue tan grande que se cayó y no voló más. Pienso que la retórica audiovisual que se ha construido desde el poder va a caer por su propio peso. Eso también ha generado un sistema de deseos y de miedos.
Veneración para algunos y temor y fastidio para otros.
Claro, por eso la iconoclasia existe, porque las imágenes tienen poder, comunican, producen comportamientos, conocimiento y perspectivas frente al mundo. Es importante tratar de entender un poco más cómo fueron fabricadas esas imágenes con las que convivimos y saber cómo quieren operar.
Y no comprar su discurso.
Pensemos si la propaganda que nos venden aquí todos los días funcionaría en Europa. No, porque allá esa propaganda está directamente asociada con el fascismo. Pero esta propaganda que en otros lugares del mundo sería ampliamente despreciada aquí ha calado hondo, porque se desconoce su origen.
¿Qué cosas interesantes pasan cuando dejamos de venerar símbolos?
Pues no sé… quedarse sin piso, enfrentarse con el vacío.
¿Qué son para usted los símbolos patrios?
Siendo muy niño empecé a tener una relación sentimental con esas imágenes y lo primero que pensé es que eran bonitos, porque de niño ves los colores y te dicen que esos colores eres tú. Pero luego todo lo que en la práctica viví con esos símbolos lo recuerdo como negativo.
¿Por qué?
Porque te hacen marchar como militar a los 6 años; si no te sabes la letra del Himno te pegan; estás repitiendo palabras que no sabes qué quieren decir; en los días patrios, te estás cocinando en el sol mientras alguien habla durante horas y tú estás ahí parado sin entender qué pasa. Porque son parte de un sistema de coerción. Yo asocio todo este aparataje de emblemas, de canciones y de discursos como algo más bien opresivo, que me impide que piense en otras cosas.
¿Qué es la Patria?
(risas) La patria… la patria ya es de todos. Creo que la patria es un invento que se pone en marcha para controlar un territorio. Estas nociones de patria o ecuatorianidad son mitos construidos para que todos andemos por el mismo carril.
¿Cuál es el primer paso hacia la iconoclasia?
Dudar de las imágenes. Como con el cuadro de (René) Magritte que te pinta una pipa y te dice esto no es una pipa.
¿Después de la iconoclasia qué nos queda?
El budismo. El vacío. Dejar de creer en el gran cuento del futuro, del capital, de la acumulación, de la felicidad… Enfrentarte a ti mismo y al hecho de que te vas a morir. Pero hacerlo con alegría.
Miguel Alvear es artista y estos meses trabaja en ‘1 x 1000’, un proyecto fotográfico que protesta contra la explotación del Yasuní. Su línea irreverente lo hace la persona ideal para pensar la iconoclasia. Este jueves 20 de marzo, a las 18H00 presenta su último libro «Mecánica popular», una recopilación de sus proyectos artísticos de los últimos 20 años.

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