Hace pocas semanas se posesionó a Paco Velasco como nuevo Ministro de Cultura. En algunos sectores, su nombramiento causó sorpresa. Yo, en particular, pienso que más importante que el nombre, es que se aterricen y se consoliden políticas públicas para el sector cultura. Un sector diverso y complejo que recibió con expectativa la creación de un Ministerio de Cultura, en 2007, y que se tomó muy en serio la promesa de transformación de la sociedad ecuatoriana, a través de la cultura, una linda premisa que se ha diluido con el tiempo. Veamos qué ha pasado.
En 2009, el gasto en cultura fue de 118,99 millones de dólares. En 2010, fue de 82,03 millones de dólares. Esto implica un recorte del 31%. Durante el mismo periodo, el gasto público total aumentó en un 17%. Se empezaron a repartir montos mediante Fondos Concursables, que si bien se implementaron para eliminar otras formas arbitrarias de asignar recursos, terminaron poniendo en la misma canasta a toda la diversidad de proyectos y propuestas culturales, y provocando una relación de dependencia enfermiza del Estado. Se han intentado varios modelos de gestión, reflejados en nuevas subsecretarías que tienen campos de acción limitados. No se han establecido incentivos fiscales ni excepciones. Recibir los fondos (que además no crecen desde hace mas de seis años, más bien han disminuido) se convierte para los gestores, en algo así como recibir un “caramelo envenenado”, sobre todo por la complejidad de los procesos, requisitos, informes y controles respectivos sometidos a las reglamentaciones de la Ley de Contratación Pública, sin ninguna excepción. Y no es que todo ello no deba existir, sino que hasta ahora no se han considerado las características del trabajo y la gestión cultural de manera específica y se han aplicado con el rigor y la norma que se aplica a proyectos de infraestructura. Esto ha pauperizado al sector, enfrentado además, a la condición de entrega de pólizas imposibles de cumplir. No hay políticas para proyectos consolidados. No hay exportación de bienes culturales de manera consecuente con el sector. Se cree, por ejemplo, que pagar un pasaje a un escritor a una Feria del Libro, o poner un stand en la misma, ya es suficiente. Hay premios, hay fondos, hay incentivos, sí, pero no hay políticas. La política está contenida en la Ley de Culturas, tristemente desplazada y embodegada en alguna oficina de la Asamblea Nacional, sin fecha de discusión ni debate.
La producción de arte y cultura en el Ecuador ha crecido desde que se creó el Ministerio de Cultura y eso nadie lo niega. Pero eso no es suficiente y quien vaya como ministro debe ser capaz de contestar muchas preguntas. Yo quiero saber, si las condiciones en las que los gestores culturales trabajamos y si los procedimientos y mecanismos de contratación pública para actividades artísticas y culturales van a cambiar en algún momento; en qué medida estos procedimientos responden, o siquiera se ajustan, a la realidad de la producción artística y cultural en la que vivimos. Conocer si los programas, fondos y otros “incentivos” del Estado permiten o favorecen el ejercicio de los derechos establecidos constitucionalmente con respecto a la cultura. Saber cómo se mira a la cultura desde el Estado y si es que existen objetivos estratégicos para el sector. El momento de crecimiento económico que vive el país no debe dejar a un lado al sector cultural y el pronunciamiento de Fander Falconí, titular de la Senplades, quien afirma que el Ecuador debe cambiar de matriz productiva a una matriz creativa, debe cumplirse.
La cultura tiene necesidades cruciales ahora. No es útil cambiar de ministro por presiones o conveniencias políticas. El Ministerio debe transformarse o desaparecer. Hay que reconocer el carácter estratégico de la cultura, como ya se hizo con ambiente, educación y salud. De lo contrario, muchos proyectos y gestores culturales que no morimos durante la “larga noche neoliberal” lo haremos ahora, en épocas de la Revolución Ciudadana.
Mariana Andrade, directora ejecutiva de Ochoymedio
Este artículo de Mariana Andrade, directora de Ochoymedio, fue publicado en el Diario El Telégrafo el 5 de mayo del 2013.
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