Por Christian León
Pollito 2 plantea una estética de sentimientos desbordados y contiene acaso la mejor caracterización infantil del cine ecuatoriano.
Pollito Tigramuy, mejor conocida como Pollito 2 es un melodrama familiar que trabaja sobre los sentimientos de dolor y remordimiento que se generan por la división familiar. Es la producción más ambiciosa y exitosa del colectivo Sinchi Samay, integrado por jóvenes indígenas de la provincia de Chimborazo.
La película dirigida por William León fue realizada en Cacha y en Quito. Está rodada en su mayor parte en lengua kichwa. Cuenta con una banda musical compuesta por Joselo y Francisco Asitimbay y con la conmovedora actuación del niño Fabián Puculpala, quien realiza una de las mejores caracterizaciones infantiles del cine ecuatoriano.
Dentro del filme hay dos líneas de acción que están planteadas desde el inicio. Por un lado, se narra las desventuras de Atanasio quien intenta migrar a España para dar un mejor futuro a su hijo, Julián. Por otro, Julián, apodado como Pollito, espera el retorno de su padre mientras sufre la humillación y el abandono. Estas dos líneas de acción confluyen en un esperado desenlace que propone un balance moralizador sobre las nefastas consecuencias que trae la migración.
La película tiene una gran capacidad para interpelar a los espectadores. Sin ningún pudor administra recursos escénicos y narrativos para despertar los sentimientos y afectos. Usa música, efectos especiales, flashbacks y giros imprevistos en la narración, pone a sus personajes en situaciones extremas con la finalidad de conmover. Usa abiertamente los códigos del melodrama contemporáneo alimentados por la tradición lírica kichwa para producir una exaltación sentimental. Plantea una estética de sentimientos desbordados, de pasiones fuertes en donde prima la dimensión del amor, el dolor y la culpa. Todas las dimensiones funcionales y lógicas se supeditan a las necesidades de la expresión afectiva.
A pesar de su apelación a cuerpos dolientes y victimizados, el filme plantea un relato que crítico a la mirada nacionalista y colonialista es persistente en el cine de temática indígena hecho en el país. Por esta razón, el uso de la lengua adquiere un valor esencial. Dentro de la película el uso del kichwa se convierte en una recurrente expresión de una cosmovisión, una comunidad, un conocimiento y una sensibilidad “otra” que escapa a la disciplina impuesta por la cultura nacional y el cine profesional. En muchos momentos, el director hace un ejercicio de inversión de estereotipos. Representa mestizos como asaltantes de dorso desnudo que han perdido su vínculo comunitario o como sujetos poco productivos que codician la prosperidad económica alcanzada por ciertos indígenas.
Por su puesto estamos lejos de un cine indígena que no solo ponga de cabeza al cine nacional sino que plantee una estética alternativa. Hasta mientras Pollito 2 avanza con una valorización de la lengua kichwa y la cultura local.

Comments

comments

X