Por Rafael Barriga
 4 meses 3 semanas 2 días, filme rumano de Cristian Mungiu ganó la Palma de oro en Cannes. Además de topar con resuelto humanismo el tema del aborto, es una brillante representación de la vida cotidiana de la Rumania de Ceausescu.
La ruta de Otilia es una de simple y humana amistad y solidaridad. Esta joven estudiante rumana es la protagonista del filme 4 meses 3 semanas 2 díasde Cristian Mungiu, ganador de la Palma de oro de Cannes del año pasado, y brillante representación de la vida cotidiana de ese país bajo la dictadura comunista de Nicolae Ceausescu.
Otilia es amiga de Gabita. Ambas viven en el dormitorio universitario. Gabita es, al contrario de Otilia, tímida y brutalmente irresponsable. Gabita está, lo sabemos solo después de media hora de metraje, embarazada, y ha arreglado con bastante torpeza un aborto ilegal en un hotel de la ciudad. Allí un abortista, el Señor Bebé, practicará el procedimiento no sin antes extorsionar a las jóvenes estudiantes. Otilia acompañará a Gabita en todo lugar  en todo sentimiento y, en el grado máximo de hermandad con su amiga, se prostituye para lograr que el procedimiento se efectúe. Se embarca entonces en una ruta de ansiedad y compromiso, en un camino de suspenso que es central a la narrativa del filme.
4 meses 3 semanas 2 días, irónico título que da a entender el tiempo de embarazo de Gabita –algo que ella desconoce con exactitud, en toda la desorientación que aparentemente es innata en ella– ofrece, en estas condiciones extremas de sus protagonistas, un ejercicio realista intenso, desarrollado durante un solo día de invierno, en la ciudad de Bucarest, capital de Rumania, durante 1987, y descrito con lacónica claustrofobia y con un planteamiento técnico firme y efectivo.
El paisaje nos lleva desde los humildes y abarrotados dormitorios estudiantiles, hasta las oscuras y tristes calles que albergan los altos edificios de estética socialista de la ciudad rumana, pasando por sórdidos y arruinados hoteles y transportes públicos. El clima es siempre de permanente tensión. La gente parece estar temerosa y a la defensiva. En los dormitorios y en los hoteles campea el mercado negro para comprar cigarrillos o afeites de tocador. En las calles hay largas filas fuera de las tiendas de alimentación general. Los rostros, las palabras y las relaciones parecen estar todas marcadas por una mezcla de sobresalto y conformismo. Todos, desde las recepcionistas en los hoteles hasta el abortista, muestran grandes dosis de resentimiento y enajenación. Es 1987, y en Rumania, donde Ceausescu ha gobernado largamente con despotismo, ira y asco, todo se ha secado. Es así como desde la cámara manejada al hombro, que gira permanentemente haciendo planos de 180 y hasta 360 grados y de la iluminación natural, hasta la permanente utilización de largos plano-secuencias, Mungiu sutilmente posiciona al espectador en un mundo en donde toda lógica parece muerta, y donde la fatiga y el tedio acechan. La técnica de Mungiu es rigurosa y deja a todos sin aliento en el manejo narrativo del suspenso.
Una vez que el procedimiento de aborto ha sido realizado, el doctor Bebé –su nombre es otra notable ironía– abandona el hotel advirtiendo a Gabita de la crucial necesidad de quedarse inmóvil por varias horas, hasta que el feto sea desalojado. Otilia entonces deja el hotel y a su amiga para cumplir con su novio, que lo espera para el cumpleaños de su madre. El camino de ida y vuelta parece interminable, y una vez en la fiesta, Mungiu muestra su enorme destreza al ubicar a una desesperada Otilia en la mitad de la mesa, donde la familia del novio –el equivalente comunista a una familia burguesa– come y bebe, mirando a veces con condescendencia a Otilia. En esta, la mejor escena de todo el filme, vemos los manierismos y las conversaciones de lo que aparentan ser privilegiados habitantes de Rumania. Sin embargo, el sentimiento de exasperación y contención de Otilia florece e irrumpe en cada uno de los diez minutos de esta notable escena. Aquí, Otilia (interpretada por Anamaría Marinca), sentada en su silla, virtualmente se desintegra en el aire. Otilia es puro nervio y Mungiu pura pericia.
Aunque la prioridad de Mungiu parece ser hacer una película de suspense, y de mostrar una aproximación a la realidad de la vida en su país en la década de los ochenta, el director no deja en el aire el tema de la película: el aborto, y el miedo que lo acompaña. Su mirada es una de evidente simpatía hacia Gabita y Otilia, y de alguna manera crítica hacia el abortista Sr. Bebe. Su mirada al gris momento de Rumania bajo Ceausescu se refleja, además, en el inminente peligro de muerte que corre Gabita al escoger abortar en estas condiciones, únicamente creadas por la ilegalidad del procedimiento. (Ceasescu prohibió el aborto en 1966. Se produjeron 500.000 muertes de mujeres desde ese año hasta 1990 por complicaciones inherentes al procedimiento de aborto. Casi un genocidio).
Sin embargo, Cristian Mungiu deja abiertas las puertas de la representación y la metáfora. No se compromete nunca a favor (o en contra) de una práctica como la del aborto. Mungiu trata, en su lugar, de humanizarlo, de volverlo un problema que les pasa a personas de verdad, a buenas personas como usted o como yo; a sacar el tema del aborto de la banalidad que el cine (norteamericano, sobretodo) le ha endilgado, de convertirlo nuevamente en tema de discusión, ahora que en Rumania el aborto es legal y se practica en una exagerada cantidad. Mungiu sabe que si las cosas con Ceausescu estaban secas, la perspectiva del presente tampoco denota una sociedad sana.
4 meses 3 semanas 2 días es, eso sí, una brillante fábula de amor y miedo. Del amor incondicional de una amiga por otra, que se hace invencible en las condiciones más adversas. Del miedo que produce la falta de futuro y de presente. Es un filme sobre el heroísmo cotidiano y que nos recuerda lo mucho que el cine puede servir para medir y entender esos pequeños instantes vitales de humanidad, en cualquier tiempo y en cualquier lugar.

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