Por Oscar Vela Descalzo
El sello Alfaguara publicará en los próximos meses una novela del escritor Oscar Vela Descalzo sobre la vida de Manuel Antonio Muñoz Borrero, uno de los llamados “cónsules humanitarios” que incluso a espaldas del gobierno de turno, expidió visas que salvaron cientos de vidas. Un abrebocas de la pluma del autor que lleva cuatro años persiguiendo esta historia.
Corría el año 1941 y el planeta vivía tiempos oscuros. El delirio de Hitler y de sus obsecuentes seguidores arrastraban a los países involucrados en la Segunda Guerra Mundial al borde de su propia extinción. Apenas habían pasado veinte años desde que concluyó la primera gran guerra cuando Europa intentaba otra vez suicidarse.
Suecia, un país que mantenía intactas sus simpatías por la causa alemana, mostraba al mundo, de labios para afuera, una posición de neutralidad frente al conflicto, pero la realidad era que buena parte de su economía dependía de los minerales que vendía a Alemania. Ésa fue la razón principal por la que Hitler atacó a todos los países nórdicos menos a Suecia.
En este contexto, el diplomático Manuel Antonio Muñoz Borrero, cónsul ecuatoriano en Estocolmo desde 1931, fue ratificado en su cargo por el gobierno del presidente Carlos Alberto Arroyo del Río en septiembre de 1940.
Muñoz Borrero (Cuenca, 1891), era un hombre cauto y circunspecto de notable inteligencia y don de gentes, pero por lo que se conoció años más tarde, entre sus principales virtudes sobresalieron la generosidad, la humildad y un arraigado sentido de solidaridad.
En 1941, en pleno conflicto mundial, Muñoz Borrero emitió ochenta pasaportes en blanco para ayudar a salvar a un grupo de judíos de origen polaco que debían ser transportados en barco hacia América portando documentos de identidad que acreditaran otra nacionalidad. El descubrimiento de los pasaportes por algún entuerto diplomático, frustró el viaje de los judíos que habrían desaparecido más tarde en los campos de exterminio nazi, y también ocasionó la destitución de Muñoz Borrero del cargo de cónsul honorario del Ecuador.
Sin embargo la historia no acaba allí, pues el diplomático cesado al no tener un reemplazo nombrado por su país, ni recibir orden alguna del gobierno sueco para separarse oficialmente de su cargo, mantuvo su despacho y siguió expidiendo pasaportes ecuatorianos a quienes los necesitaban. Así, entre 1942 y 1943, el depuesto cónsul extendió pasaportes a varios grupos de judíos, especialmente de origen polaco, alemán y holandés.
Se calcula que de todos los pasaportes ecuatorianos emitidos por Muñoz Borrero, cerca de novecientos, salvaron su vida aproximadamente doscientos judíos. Por esta razón, en el año 2011, el Museo del Holocausto de Jerusalén, Yad Vashem, incluyó en la lista de “Justo entre las Naciones”, el reconocimiento más alto del Estado de Israel, al ex cónsul del Ecuador en Estocolmo.
Desde hace más de cuatro años he seguido la historia de este cónsul ecuatoriano que como tantos otros diplomáticos latinoamericanos, arriesgaron su vida para salvar vidas durante el gran conflicto mundial. Esta historia que envuelve la vida de Manuel Antonio Muñoz Borrero y su discreta participación en estos actos heroicos en medio de la Segunda Guerra Mundial, será publicada bajo el sello Alfaguara durante los primeros meses de este 2019.

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