Por Vanessa Terán
Los habitantes de un edificio corren de arriba a abajo, evacuando sus hogares debido a un posible derrumbe. Hay una construcción en el lote contiguo, y las grúas y excavadoras han puesto en peligro la infraestructura del conjunto vecinal donde viven Ernad y Rana, que de repente y sin previo aviso, se quedan sin hogar.
Ernad y Rana son los protagonistas de El Cliente, la nueva película del director iraní Asghar Farhadi, interpretados por Shahab Hosseini y Taraneh Alidoosti. Se trata de un matrimonio joven, de clase media y sin hijos. Las fracturas de las paredes de su casa son un presagio de lo que ocurrirá con su unión a lo largo de la película. Poco a poco, los cimientos de su matrimonio serán puestos a prueba por un episodio inesperado que tiene una fuerza demoledora, capaz de liquidar su relación.
Ambos forman parte de una compañía de teatro que está a punto de estrenar Muerte de un viajante (Death of a Salesman), de Arthur Miller. Ernad y Rana también encarnan a un matrimonio en la ficción, el de Willy y Linda Loman. Se parte del mundillo cultural en su ciudad, Teherán, les da cierto status frente a los ojos de los demás. Es justamente a través de un compañero de la obra que Ernad y Rana consiguen un hogar temporal para hospedarse mientras resuelven su situación. El lugar es pequeño y viejo, y la inquilina anterior ha dejado todas sus cosas botadas (su ropa, sus muebles, todo) y las paredes pintadas con los dibujos de su hijo pequeño. Nunca veremos a esta inquilina en la pantalla, pero la sombra de su existencia genera problemas para los nuevos habitantes del departamento.
Una noche, después de la presentación de la obra, Rana espera a Ernad en casa. Cuando escucha el timbre, asume que su marido ha llegado y, sin pensarlo dos veces, deja la puerta abierta y entra a la ducha. La cámara se posa un buen rato sobre esa puerta entreabierta y sabemos, enseguida, que quien está por entrar no es Ernad. Cuando él finalmente llega, encuentra huellas ensangrentadas en la escalera que lleva a su departamento y la casa vacía. En el hospital, se entera que Rana fue atacada por un desconocido y sufrió un golpe en la cabeza.
Jamás queda claro si el atacante fue más allá del golpe. No sabemos si la tocó o la violó y esa ambigüedad agrava aún más la situación. Ella prefiere no hablar al respecto y repite varias veces que no recuerda bien lo que pasó. Desde el primer momento se niega a hablar con la policía, porque tiene la impresión de que no pueden hacer absolutamente nada por ayudarla. Todos a su alrededor (su marido, sus vecinos, sus amigos), están de acuerdo con que una denuncia no solo no serviría de nada, sino que podría poner en tela de juicio su propia reputación. Después de todo, fue ella quien le abrió la puerta al intruso.
Entonces Rana prefiere callar y seguir con su vida, aunque está aterrorizada y le cuesta estar sola en esa casa. Se rehúsa a bañarse porque no quiere entrar al escenario del crimen y, en medio de una función de la obra, se echa a llorar y sale corriendo porque un miembro del público le hace acuerdo al intruso. Rana claramente está viviendo un trauma horrible pero Ernad no muestra signos de empatía ni solidaridad. Al contrario, para él se trata de una afrenta casi personal que tiene más que ver con su propio orgullo que con la vida de su esposa.
Su percepción del ataque a Rana es que ha sido un ataque a su propia virilidad. Lo acecha la culpa de no haber estado ahí para proteger a Rana, y la única manera de sanar esa culpa es la venganza. Esta reacción de Ernad es la que se coloca en el centro de la trama, a pesar de que la víctima fue Rana. Ernad emprende una búsqueda casi obsesiva para dar con el atacante y tomar justicia por sus propias manos.
Farhadi es estratégico al momento de develar quién fue el culpable y, por momentos, cuesta ver a Ernad (un tipo educado, culto, inteligente) gobernado por los impulsos masculinos más intensos. A Rana, en cambio, se le priva de toda posibilidad de apoderarse de su propia situación y resolver su trauma. La actitud de su esposo, de cierta manera, la re-victimiza. Ernad quiere destruir la vida del culpable, hacer que sus seres queridos se enteren de lo que ha hecho y sepan “quién es en realidad“. Esa humillación ante su familia es lo peor que se le puede hacer a alguien en el contexto religioso y cultural de Irán. Rana no está de acuerdo con él, y se lo advierte. Pero Ernad está dispuesto a poner en riesgo su relación con tal de devengar su propio orgullo. No sabemos con certeza si su matrimonio será capaz de sobrevivir este cisma, pero nos queda claro que jamás volverán a ser los mismos.
Vanessa Terán es cinéfila, feminista, periodista y colabora con OCHOYMEDIO desde Nueva York.

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