Por Miguel Alvear
Resulta que ha habido “otro” cine Made In Ecuador. No, no es el que pasan en el festival de documentales EDOC, ni el cine que usualmente encuentra en el Ochoymedio, ni en Ecuador TV. Es un cine tan diferente, que la palabra otro debería ir en mayúsculas. Por más que busque, no encontrará estas películas en ninguna sala del país. No es que hayan sido expulsadas del “templo del celuloide”, lo que pasa es que ni siquiera han querido entrar en él. Su lugar, donde se sienten como en casa, es el mercado pirata, ahí donde todo vale, todo se vende y se compra, donde las jerarquías de lo culto-no culto, lo bueno-malo, lo Hollywoodeuropeo, han quedado aniquiladas para siempre. Y aunque no lo crea, al contrario del otro cine ecuatoriano –el cine semi-subsidiado que gana premios en festivales internacionales– este cine se vende como pan caliente. Este año, los hits del mercado de la Bahía de Guayaquil han sido: Drogas: el comienzo del fin, Mundo real y Cuando los hijos se van. Y la más vendida de todos los tiempos no es la película Qué tan lejos, como usted se imagina, sino Sicarios Manabitas ¿Usted, que es tan cinéfilo, reconoce alguno de estos títulos? Seguramente no, pero si pregunta por el cine nacional en la Bahía de Guayaquil, primero le mostrarán una copia de El dolor de ser pobre, de Nelson Palacios, que un DVD de Crónicas, de Sebastián Cordero.
En Ecuador se han producido en los últimos siete años alrededor de cuarenta largometrajes que no han entrado en el circuito comercial de salas. De estos cuarenta, dieciséis podrán verse en la SUPER Colección EBT No. 1, este mes en Ochoymedio. Los autores y productores de estas películas son autodidactas (casi todos tienen un oficio que no se relaciona con la producción audiovisual), las han trabajado con bajísimos presupuestos, con actores naturales y sus técnicos se han ido formando sobre la marcha. Estos realizadores vienen de lugares como Chone, Milagro, Durán, Guayaquil, Riobamba, Cacha (Chimborazo), El Km. 16 (provincia del Guayas) y Azogues. Sus compañías productoras llevan nombres como Caprichos, Creacciones, El mensajero, Sacha y Sinchi Samay.
¿De qué nos hablan estas películas, qué temas tratan y qué aportes traen a la cultura audiovisual del Ecuador? En primer lugar, el hecho de que esta vasta producción no haya tenido hasta ahora presencia en los circuitos legitimados del audiovisual, da cuenta de una profunda brecha social y cultural. En segundo lugar, el consumo masivo de estas filmografías nos hace pensar que estamos quizás en el momento germinal de una industria audiovisual gestada –como reza el título de una reciente película sobre estrellas de la Tecnocumbia– Desde abajo. A diferencia del sector formal y “culto” del cine –que a pesar de sus pretensiones industriales sigue dependiendo de los subsidios estatales y apenas se sostiene en las carteleras– este cine mantiene una estrecha relación con las demandas del público y del mercado. En otras palabras, seguirán existiendo mientras haya quien “pague por ver”. Todo apunta a que los números son altos. Estamos hablando de decenas de miles de copias que se venden en Perú, Colombia, España y Nueva York. Para los productores, sin embargo, la venta masiva de sus películas no significa réditos, en un mercado que está dominado por la piratería consentida. Pero como lo demuestran fenómenos similares en otros países como Perú, México o Nigeria, en un momento dado los distribuidores informales –que mantienen complejos y extensos sistemas de comercialización–, empiezan a invertir en producción de contenidos y el círculo se cierra. Cuando eso ocurra aquí, se dará el paso que separa la afición de la industria. En países como Nigeria, por ejemplo, se producen mil quinientos largometrajes de bajo presupuesto cada año. Estas películas se venden en DVD a uno o dos dólares (igual que en Ecuador) existiendo todo un entramado de géneros, publicaciones, marketing y un Star System de héroes populares que le hablan a la gente en su idioma, en escenarios familiares donde los referentes locales y los tópicos de la industria global, se entrecruzan disparatadamente.
La sorprendente filmografía que reunimos en esta Super Colección EBT No 1., es el resultado de una investigación realizada en varias provincias del país y que culmina con esta muestra y con la publicación del libro Ecuador Bajo Tierra, que será lanzado durante este festival.
Para esta muestra sin precedentes en el país, hemos reunido una selección de cortos y largometrajes representativos de esta movida audiovisual. En primer lugar, hemos querido destacar el trabajo de Carlos Pérez Agusti, profesor de literatura radicado en Cuenca desde 1966, que realizó cinco largometrajes basados en relatos de la literatura ecuatoriana, entre 1982 y 1994. Su primer trabajo, Arcilla indócil, fue grabado con una cámara VHS y un elenco de profesores y alumnos entusiastas de la Universidad de Cuenca. Al no disponer de equipos de edición, Pérez se vio obligado a grabar el guión en secuencia, sin posibilidad de escoger entre varias tomas. El resultado da cuenta de una precisión y disciplina sorprendentes. A pesar de que el trabajo de este director no coincide en muchos aspectos con la mayoría de películas de esta Super Colección EBT No. 1, lo hemos incluido por su fuerte marca amateur y, porque a pesar de sus fortalezas formales y su pertinencia histórica, no ha sido considerado por la oficialidad del cine. Aparte del clásico Arcilla indócil, se podrá ver por primera vez en Quito Cabeza de gallo, adaptación libre del cuento de César Dávila Andrade.
Para la noche de inauguración del festival EBT, hemos escogido proyectar Sicarios manabitas (2004), posiblemente la película más vendida del cine ecuatoriano. Realizada por Fernando Cedeño (1968) y Sacha Producciones de la ciudad de Chone. Sicarios manabitas es un western montubio que se mueve al son de ranchera mexicana, balazos, sangre, venganza e incesto. El colectivo que conforma Sacha producciones ha realizado desde 1993 diez largometrajes de acción, en los que recrean de maneras insólitas un particular imaginario manaba. De Nixon Chalacamá (1975) proyectaremos El destructor invisible (1996), posiblemente la más compleja y estilizada película de este colectivo. Aparte de ver a Chalacamá, Cedeño y Elías Zambrano en la cúspide de sus habilidades de artes marciales, esta película atraviesa sin titubear varios géneros del cine trash, con secuencias brillantes e hilarantes que en otro contexto podrían haberla convertido en filme de culto. Del mismo director presentaremos Tráfico y secuestro al presidente (2008) y la inédita Barahúnda en la montaña (2004), de Carlos Quinto Cedeño (Manta, 1966).
Otro plato fuerte del festival es una selección de películas de Nelson Palacios (Durán, 1957) con Producciones Caprichos. En apenas tres años, Palacios ha realizado doce largometrajes en los cuales aborda el abandono, la pobreza y la desintegración familiar. Sus hijos Sara (21 años) y Estalin (19) filman las películas en una pequeña cámara Hi8 que compraron a plazos y las editan en una vieja PC hambrienta de RAM. Sus hermanos Blanca y Carlos, así como su pequeña hija Giomayra, conforman el elenco de apoyo. Cada película tiene artistas invitados, los que deben cubrir los costos de producción para hacer realidad su sueño de convertirse en artistas de cine. Presentaremos de este prolífico realizador las cintas Buscando a mamá (2007) –la película que le abrió las puertas en el mercado pirata de Guayaquil–, El llanero vengador (2008) y Mundo real (2009). Estas tres películas representan los géneros en que ha incursionado Palacios: el melodrama masculino (término acuñado por el crítico Christian León), el western montubio y la denuncia social evangelista.
De Guayaquil nos llega un joven cineasta con un futuro promisorio: el estudiante de Comunicación Social de veinticinco años, Ellio Peláez, que ha realizado a la fecha seis cortometrajes y tres largos. Sus películas, realizadas con estudiantes y profesores de la FACSO, vienen en un envoltorio de telenovela farandulera, pero sus desbordes de sangre, sexo e histeria, lo mantienen a una distancia saludable de ese género. Todas sus producciones son auto financiadas y ha logrado conformar un glamoroso y sensual elenco en el que destaca la ‘petite’ y apasionada Mariela Córdova, como diva de rigor. De Peláez incluimos en nuestra Super Colección EBT No1, su última tragi-comedia gay titulada Versátiles (2009) –donde la conocida animadora de TV Marián Sabaté hace una aparición fugaz– y el culebrero drama pasional Sucedió una noche (2007). Adicionalmente presentamos los deliciosos y sexys cortometrajes Un extraño en mi cama y Piel de hombre.
Un invitado muy especial a este encuentro es el realizador de Chimborazo William León, quien presentará su largometraje Pollito tigramuy (2007). Esta película, rodada en kichwa, es un verdadero clásico en la sierra ecuatoriana, una película adorada en las comunidades migrantes de España y Venezuela. León es fundador del grupo cultural Sinchi Samay constituido por jóvenes migrantes de Chimborazo radicados en Quito, que harán una presentación especial la noche del 26 de septiembre. Hemos incluido en la programación su corto de terror Antun aya basado en una leyenda tradicional de Chimborazo.
Finalmente, presentamos trabajos de la dramaturga, actriz y enfermera Bárbara Morán (Guayaquil, 1967) y del misioneroproductor Davis Mero (Playas, 1969). Ambos practican el género de cine cristiano pero lo abordan desde diferentes ángulos.
Mientras que en Morán –que ha escrito y montado más de 20 obras de teatro– podemos reconocer una inclinación al melodrama moralizador en películas como Lágrimas de una madre (2008) o Cuando los hijos se van (2009), Mero intenta situarse en el terreno del cine de terror. Según el crítico Christian León, su película Luz sobre las tinieblas (2008), sería el primer largo de zombis realizado en el país.
Este festival Super Colección EBT No. 1 no es solamente una vitrina sino un lugar de encuentro. Por primera vez, muchos de estos productores que tanto tienen en común –y que tanto tienen que decir–, se reunirán en mesas redondas con productores, cineastas y funcionarios culturales para cruzar información, discutir estrategias y articular posiciones. Estas reuniones se llevarán a cabo en Quito, Guayaquil y Manta donde también se presentarán varias Lecciones de Cine, una gran oportunidad para conocer más a fondo el trabajo y los procesos de algunos de estos cineastas. Y como postre, nos es muy grato anunciar el pre-estreno del documental Descartes, del guayaquileño Fernando Mieles. En este trabajo Mieles presenta un retrato del ambiente cinéfilo del Guayaquil de los setenta y ochenta a través de los cortometrajes extraviados de Gustavo Valle.
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