Por Rafael Barriga 
World Trade Center de Oliver Stone y United 93 de Paul Greengrass aparecen luego de cinco años en los que Hollywood se negó rotundamente a hablar del traumático día en que se inició un nuevo orden mundial.
Desde el mismo 12 de septiembre de 2001, y con el polvo aún sin asentar ni en Manhattan ni en el corazón del mundo, a la piel del cine le quedó una cicatriz muy evidente y que se la puede apreciar con mayor o menor intensidad desde casi todos los ángulos. Gran parte del cine que llega de los Estados Unidos está de un modo u otro tatuado física y psicológicamente por el 11 de septiembre, aunque sólo sea por esa terrible ausencia (vacío) en cualquier panorámica sobre el skylinede Nueva York. No hay modo de respirar cinematográficamente el aire que hay donde antes hubo Torres Gemelas.
Sin duda, mucho del último cine está impregnado del 11 de septiembre, y tanto en la comedia como en el drama, en el cine negro o en el cine blanco, asoma esa cicatriz por la que supura una rara mezcla de inseguridad, orgullo, melancolía, miedo y desánimo. Es, por decirlo de algún modo, una “presencia ausente” en todas las películas, aunque solo ahora, cinco años despues, ha encontrado el modo de convertirse en protagonista.
Y tan cierto es que el cine acabará encontrando el modo, la distancia y el tono para atrapar aquel terrible día, como que hay directores que ya lo han buscado con espontánea intensidad, como Oliver Stone o Paul Greengrass, mientras que otros no han sido capaces de abordarlo ni siquiera eludiéndolo directamente, como es el caso de alguien tan de allí como Woody Allen, que se ha llevado con discreción su cámara a otros lugares en vez de filmar en Manhattan, como siempre. Ha sido, cuando no, Spike Lee el que primero ha hablado sobre el tema, aunque tangencialmente, en su obra maestra de 2002 La hora 25.
Tras el impacto de los hechos, el cine se puso de inmediato manos a la obra. Y lo hicieron al tiempo una tanda de once directores con una película conjunta; toda ella era un homenaje y una metáfora, desde su mismo título: 11-9-01, que es una fecha, pero también un sistema de trabajo: cada uno de esos once directores hace una película de once minutos, nueve segundos y una imagen. Ficción con aire documental. Esas once historias relacionadas íntimamente con el atentado terrorista más grande nunca visto, venían de todo el mundo y las firmaban Ken Loach, Claude Lelouch, Shoei Imamura, Alejandro González Iñárritu, Youssef Chahine, Danis Tanovic, Samira Makmalbaf, Idrisa Ouedraogo, Sean Penn, Amos Gitai y Mira Nair. El resultado fue artísticamente irregular (hay algún segmento muy poco estimulante y otros, en cambio, magníficos, y alguno lleno de un esperanzador sentido del humor, como el de Idrisa Ouedraogo, de Burkina Faso, que cuenta cómo unos niños de su país creen reconocer a Bin Laden por la calle y se disponen a apresarlo), pero se acogió en todo el mundo con un guante de seda.
En cuanto a los dos títulos más recientes en tratar el 11-S, el de Paul Greengrass, titulado United 93, y el de Oliver Stone, World Trade Center, se podría decir que en ellos se resume el tipo de mirada que hasta el momento ha conseguido fijar el cine. Son dos películas de ficción, con un cierto aire o intención documental, y que vistas desde cerca son diametralmente opuestas.
Dos visiones
La del británico Paul Greengrass se centra en el avión que los terroristas pretendían estrellar contra la Casa Blanca y cuyos pasajeros, en un acto tan impulsivo como desesperado, impidieron que llegara allí haciéndolo caer antes. Y la del norteamericano Oliver Stone fija su mirada en dos casos concretos: los de unos policías que quedaron enterrados entre los escombros de las torres y fueron liberados casi un día despues. Paul Greengrass es el director de Sunday Bloody Sundayy El mito Bourne, y el productor de la magnífica Omagh, película en la que se recreaba de un modo aterrador e impactante el brutal atentado del IRA en 1998 en aquella pequeña ciudad irlandesa. Tiene acreditado, pues, su pulso en este tipo de cine que contempla en toda su crudeza la uña negra y retorcida del terrorismo; y también que es un cineasta de mirada directa y honrada, pues no se suele confundir ni de dirección ni de sentido. EnUnited 93consigue recrear aquel vuelo trágico pero al tiempo esperanzador, y lo hace con dos puntos de vista: el del caos en la torre de control durante aquellas horas en las que se vivió algo parecido al fin del mundo, con cientos de aviones en el aire y una desconfianza atroz; y el del interior del avión, con una intriga dosificada, magnífica y eficaz, especialmente si se tiene en cuenta que todo el mundo conoce el final. Greengrass reconstruye aquel vuelo mediante dos materiales. Uno muy bueno: la información que ha podido reunir con los controladores y con los familiares que estuvieron en contacto telefónico con los pasajeros y tripulación; y otro aún mejor: el honesto tono de homenaje y agradecimiento. No personaliza. No señala. Apenas presta atención a los cuatro terroristas. Todo el tramo final, sumamente emotivo, está narrado no obstante con un acentuado sentido del pudor. No es una película de héroes. Ni tampoco de villanos.
Melodrama sobrecogedor
La de Oliver Stone es, en esencia, radicalmente opuesta tanto en forma como en fondo. World Trade Centersí habla de héroes, y los personaliza en esos dos polícias que sobrevivieron al apocalipsis de las torres. Como es habitual en el cine de este realizador, su manera de atacar el asunto es muy espectacular: durante la primera hora de película vuelve la vida a aquella mañana del 11 de septiembre y levanta las dos torres desaparecidas; luego, tras los primeros instantes del atentado y la perplejidad de la ciudad, consigue lo más difícil, volver a destruir las torres levantadas… El realismo con que refleja el terrible caos en los bajos del World Trade Center y el modo en que mete su ficción (sus actores, con Nicolas Cage a la cabeza) a los pies de las torres, mientras llueve aquella trágica mezcla de piedras, cristales y personas… es realmente sobrecogedor.
Y también como Paul Greengrass, Oliver Stone decide desdoblar su atalaya de observación: mira a los dos policías atrapados y mira a sus familias, todas esas horas en las que ellos permanecieron inmóviles y casi muertos con el infierno encima y los suyos sin saber si estaban vivos o muertos. Estas son las primeras películas que han mirado el 11 de septiembre y se han atrevido a aderezarlo de ficción; con el tiempo vendrán otras muchas y de diversos géneros y múltiples intenciones.

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