Por Galo Alfredo Torres
Reflexión sobre la laterilidad del discurso, sobre las licencias estéticas, sobre la subjetividad, y sobre Mejor que antes, filme de Andrés Barriga.
1.Una técnica de la ficción tendrá que ser imprescindible cuando la técnica histórica no pueda establecer el dominio de sus precisiones. Lezama Lima
Toda representación del mundo y la sociedad, aunque quiera, no puede escapar de la realidad que representa; pero, y he allí la paradoja, dicha realidad solo es captable metafóricamente por alguien que construye esa representación. Plantear estas premisas en clave cinematográfica significa que en el filme confluyen y conviven al menos tres instancias: lo real histórico, su imagen y el yo productor. Un esquema como este posibilita establecer una clasificación de actitudes y poéticas de representación así como posibilidades de lectura e interpretación de lo fílmico, en función de señalar en cuál de los tres componentes se imprime la fuerza de voz: en el objeto representado vinculado al mundo real, en la obra y su dimensión plásticoestilística, o en el autor y sus aspiraciones expresivo-conceptuales. La teoría y la práctica del documentalismo ha librado y libra allí sus batallas, dado que existen realizadores y espectadores aferrados a un realismo referencial de filmes asumidos como medios que empatan directo con la realidad; otros, más inclinados hacia el hallazgo creativo o a las astucias del estilo, y los últimos, que subrayan la exposición de sus puntos de vista conceptuales, cuando no emocionales. Por supuesto, no hay que olvidar que el matiz y la mezcla de tendencias es la regla.
2. Sobre ese hilado que le presta la imagen a la historia, depende la verdadera realidad de un hecho o su indiferencia e inexistencia. Lezama Lima
Mejor que antes (2009), documental histórico de Andrés Barriga, es un filme que en el contexto nacional propone reflexiones sobre el documental, sus fronteras y relaciones con la Historia. Y esto básicamente porque es un texto que, en su cara más atractiva, formalmente se desmarca de la ortodoxia documental al uso, y hace aquello que pocos creadores se atreven: arriesgarse y probar procesos, incluso al precio de ser cuestionado; y lo hace primero tomando distancias con respecto a su propia obra anterior, y, segundo, ensayando y explorando nuevos recursos estilísticos y de lenguaje. El resultado es un texto heterodoxo, complejo, con momentos de verdadero ingenio cinematográfico, pero en el que no faltan atascamientos y el regreso al tópico de sustentarse en la magnificencia del acontecimiento narrado o en la pasión del personaje. Así, complejidad e irregularidad pulsan a un documental que pone en tensión su misma noción de documental, pero que al enfocarse en un tema histórico-identitario, también trae a discusión la relación de este género con la historiografía.
3. Los hechos de la imaginación pertenecen al mundo real al igual que las piedras y los palos. Lewis Munford
Ensamblado sobre la base de varios fragmentos o sketchs, pero todos articulados por la idea matriz alfarista, el filme avanza intercalando intertítulos que no son simples subtítulos para cada fragmento, sino que juegan una suerte de grafismo conceptual para nada inocente: esos textos dinamizan conceptos. Y si bien Alfaro y su estela están allí, su presencia es parcial, ya que su retrato es presentado en forma de breves apariciones que van puntuando el filme y que han sido resueltas por vía de puestas en escena –así es como la ficción entra oronda en un filme documental–. Pero además, en cada sketch el realizador ha apelado a los más disímiles recursos visuales: imágenes casi abstractas y granuladas, poemas, planos vacíos, evidenciación, cámara rápida, trabajo sobre el color, sonido desincronizado, más puestas en escena; se aprovechan estilísticamente los defectos en los cortes, y en lugar del fundido estándar, se usan las “fallas” de la imagen de tv; hay varios planos secuencia –el paneo lateral sobre las calles de Guayaquil es inolvidable– que culminan en esos líricos planos aéreos finales –a lo Wenders–.
Finalmente, Andrés Barriga se confronta, saca las armas y se atreve a mostrarnos sus lecciones francesas: si Alfaro sobrevuela por los contenidos, Rouch, Marker, Varda –entre otros– sobrevuelan por la forma.
4. …el arte deja de ser exclusivamente representación y contemplación: también es intervención sobre la realidad. Octavio Paz
Todo lo dicho configura un gesto formalizante que sigue abonando ese giro que creo percibir en algunos documentalistas ecuatorianos, aquellos que no aceptan fácilmente la tiranía de lo real –desde siempre ligada a un realismo militante–, y han decidido poner más empeño en los recursos del ingenio estilístico y trabajar sobre la plasticidad del filme. Lo cual no significa renunciar, y esto lo han comprendido bien Barriga & Cía, al espíritu crítico o a la política entendida como crítica del poder, que es la manera más efectiva en que el poeta –artista o cineasta– se involucra en los problemas de la polis. De allí que este documental muestre otra cara: la de un realizador que no desaparece tras sus imágenes, sino que evidencia su decir, su punto de vista estético –estilo– y conceptual –político– sobre el tema y personaje que diseña o reconstruye desde su lugar de enunciación. Así es como entiendo la noción de autor.
5. …ya no la escritura sobre las cosas sino sobre sus sombras. (Huilo Ruales).
Mejor que antes es un documental hecho por encargo. Tal situación suele en general ser una camisa de fuerza para el realizador, y el documentalismo nacional ha padecido sus presiones. No obstante, Barriga, sin amilanarse, se da modos para “escapar” y hasta burlar creativamente un contrato cuyos contenidos, supongo, una vez más habrán girado en ese ciclo repetitivo y monótono con que grupos y colectivos construyen y reconstruyen a sus héroes. ¿Cómo volver a la figura del general Eloy Alfaro? ¿Cómo escapar del cliché patriótico o de la clase de Educación Cívica?
La respuesta fue la lateralidad, el sesgo o lo que Huilo Ruales llama la “teoría de la sombra”, que consiste en descentralizar o des-figurar la narración: ya no un retrato protagónico del general sino de su estela o heredad, lo cual posibilita poner en la tarima a aquellos personajes y hechos que la Historia oficial coloca en sus márgenes u olvida. Por eso es que la figura de Alfaro ha sido discretamente desplazada y convertida en una suerte de “espíritu” que sobrevuela el filme; y al contrario, quienes ocupan el centro de la escena son los escolares que van haciendo un retrato hablado. En igual tono desfigurador está desarrollado el segmento que cuenta el hallazgo de la carta de Flavio Alfaro, así como la persecución –a lo Richard Leacock– de la bibliotecaria que encuentra la carta.
Pero quizás los fragmentos que más encarnan este desplazamiento sean los dedicados a la migración, en los que ocurre un “descentramiento del lamento y la queja”, puesto que al consabido tono quejoso y victimológico con que en general los ecuatorianos solemos enfocar el tema migratorio –sin querer ver en el viaje y la movilidad humana eso que siempre ha sido: un motor económico y cultural–, este documental le da la vuelta, desdramatiza la migración desplazando su mirada para mostrarnos otras cosas. La máxima cota lateralizante es esa niña que ya no nos habla de su drama sino de su más ordinaria cotidianidad, de sus horas y días despojados de cualquier heroísmo traumático.
6. No intenten ser objetivos. Es imposible.
De Antonio Como ya anticipé, el documental exhibe aspectos interesantes —que son los más—, pero tiene puntos flojos –que son los menos–. Considero que hay dos momentos en que el filme traiciona su plataforma, retrocede y se pone concesivo: es lo que ocurre cuando el político le gana posiciones al esteta. Así, el fragmento dedicado a la pareja acusada por cierta prensa de asesinar a sus hijos recuerda demasiado a El Suizo, soupçons en Équateur (2008), de Raymond Vouillamoz; quizá haya una dispensa: a nivel formal este fragmento es muy rico en recursos plásticos.
Y luego, el largo y cansado fragmento de la entrevista al exguerrillero-vedette que cuenta –aunque ahora ya no se ríe– lo mismo que en el documental de Isabel Dávalos, AVC, del sueño al caos (2007). Si la premisa del filme era descentrar el gran acontecimiento y desfigurar al gran personaje a fin de dar centralidad a la historia pequeña, al personaje menor, a los objetos, hechos y fenómenos laterales que hablen del alfarismo, del liberalismo y la identidad nacional por vía indirecta, de pronto volvemos a lo ya visto, al discurso del resentimiento y la queja que precisamente el nuevo documentalismo está tratando de superar.
7. …la ficción es el complemento posible del acontecimiento histórico, su posible metáfora, su síntesis paradigmática, su moraleja. Ainsa
Si nos atenemos a su nombre, el documental histórico, como subgénero, tendría un sólido compromiso con la Historia, lo cual quiere decir que debe lidiar con el problema del dato y el archivo, o de narrar científicamente y con seriedad los hechos sucedidos, cuidando mucho las distancias con cualquier elucubración e impostación imaginaria. Pero Mejor que antes hace precisamente esto último, aproximándose a aquello que es más propio del discurso ficcional –incluso con puestas en escena–. Para decirlo más claramente: se toma todas las licencias poéticas del mundo. Supongo que a la facción de historiadores alfaristas esta película les va a parecer un sacrilegio. Y eso me parece encantador: no hay que dejar todo en manos de los historiadores. Finalmente un filme ecuatoriano entra a paso firme en la tradición inaugurada por la Nueva Novela Histórica Latinoamericana, que fundamentó su poética precisamente sobre ese aparentemente imposible matrimonio entre verdad y verosimilitud, entre el dato histórico y el invento artístico, entre la “verdad particular” de la Historia y la “verdad más general” del Arte, cuyo fruto es lo que Lezama llamaba “verdad imaginativa”: aquella que no tiene que dar cuentas a la realidad y su causalismo obliterado y simplón.

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