Por Alexis Moreano Banda
Sobre Bring me the Head of Alfredo García, obra maestra de Sam Pekinpah. 
– Un road-movie. Un viaje circular. Una elipse desde y hacia el origen de la violencia. Una joyita de puro cine.
– ¿No es la historia de un gringo en México, un pobre diablo al que le ofrecen una recompensa a cambio de la cabeza de un  playboycito local culpable de haber preñado a la hija de un importante jefe mafioso?
– Sí. La cabeza de Alfredo García.
– … que resulta que ya ha estado muerto, pero los mafiosos no lo sabían…
– Sí, ¿qué te pareció?
– Bien, en su género: acción bien ritmada, una dosis de misoginia, harta violencia gratuita… Puro disfrute morboso. Un Tarantino avant la lettre, en más crudo y sin el humor.
– Con arte, sobretodo, y con verdaderas ideas cinematográficas. ¿Misoginia dices? ¿Violencia gratuita? No has visto la película.
– Que sí. El gringo ese… un músico fracasado, feo, pusilánime, incapaz de verse en un espejo ni de quitarse las gafas…
– Benny.
– Eso, y que de pronto se encuentra con una chance única de dejar de ser un don nadie, de salir del antro en el que malvivía tocando el piano para putas baratas y turistas igualmente “cheap”, de esos a los que les propones jazz pero te exigen “Guantanamera”.
-Y que movido por la ambición se lanza con su novia Elita en pos del preciado trofeo, pero todo resulta más complicado que lo previsto, y termina inmerso en una espiral infernal de la que nadie puede salir vivo. O mejor aún, de la que solo se puede salir muerto.
– Los muertos no caminan. Esta no es otra de tus películas de zombies.
– Pues sí, justamente. Al comienzo Benny tiene una vida sin historia, pero una vida al fin, pero durante toda la parte final, no es más que un muerto viviente, y el filme es explícito en este punto. ¿O ya te olvidaste que para iniciar su viaje de retorno, para hallar sentido a tanta muerte sembrada, Benny debe resurgir, literalmente, de entre los muertos?
– La escena del cementerio, sí. Sólo que Benny no muere: se salva.
– Cuando has franqueado un cierto límite, ya no hay salvación posible, por mucha vela que pongas a los santos. Benny no regresa a la vida, apenas recoge sus pasos. No se redime, no resucita: yerra en el infierno, asume su caída.
– Verdad que la religión es omnipresente: las escenas de misa, la simbología, Salomé, la Magdalena, la anunciación, la Piedad, la virginidad…
– Pero también el desfloramiento, la sexualidad, la maternidad biológica, como en contrapunto materialista a esa espiritualidad finalmente ritual, vana. Basta ver si no cómo Peckinpah filma los pechos de sus personajes femeninos.
– Un par de tetas es un par de tetas. Y para mí que el director se regodea filmándolas.
– El cine es movimiento, transformación, devenir. Peckinpah nos muestra reiteradamente los mismos senos, pero sólo para darnos a ver en cada ocasión a una mujer distinta. Los senos son la invariable a partir de la cual podemos medir el devenir mujer de una niña, el devenir señora de una puta.
– Tienes razón, cada secuencia de desnudez entra en choque con las precedentes. Los senos nacientes de futura madre que la niña se acaricia al inicio del filme devienen pocos segundos después en objeto de ultraje.
– Y al mismo tiempo afirmación de orgullo. Tal como los senos de Elita, que no son los mismos cuando los propone tras un escote para ser comprada, que cuando los expone ante Benny para ser amada o cuando los impone para no ser violada. O cuando, sabiéndose por fin correspondida en su amor, simplemente los porta.
– Ok pues por la desnudez. Pero nada justifica tal reguero de sangre, ni la crueldad ni la facilidad con que en ésta película se mata y se muere.
– Así es, nada lo justifica. Y de hecho la película no lo hace. Al contrario, la condena. Peckinpah filma la violencia con responsabilidad, es decir, hace responsables a quienes la ejercen y a quienes la presencian.
– Ya, pero hay escenas puntuales, como cuando dos mafiosos sobre armados, acribillan en sangre fría a una decena de campesinos mexicanos que no alcanzan ni a oponer resistencia. ¿Cómo llamas a eso, sino violencia gratuita?
– Una invasión yanki. El imperialismo en acción. Una crítica de la violencia.
– Estás sobre-interpretando.
– Me atengo a las imágenes. Acuérdate de los mafiosos del hotel, fíjate en sus atuendos, en cómo hablan, en qué revistas leen. Si no hiciste el vínculo con la CIA, con el Departamento de Estado, entonces me temo que, mismo mismo, no viste la película. O vas a tener que verla de nuevo.

 

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