Por Orisel Castro
Detalles y movimientos bruscos abren el telón. Una bailarina de danza contemporánea que vive en Buenos Aires hace 20 años se entera de que su padre está muy enfermo y viaja a su pueblo de origen en el norte de España. Cuando llega la reciben su hermana, su sobrina y su madre, con la noticia de que el padre ha muerto. La distancia entre Mónica y la familia es evidente, sobre todo en la extrema contención de la protagonista y en la hostilidad del paisaje que parece rechazarla. 
La madre le pide que se quede un tiempo para ayudarla a vender la casa y los gestos irán mutando para hacerse cada vez más cálidos, más familiares, en contraste con la violencia del clima y del trabajo duro de partir la leña. Con pequeños detonantes de los recuerdos y rituales casi documentales, Mónica y su madre se acercan y se produce la abstracción del hogar mientras se vende la casa. Un elenco entrañable que mezcla actores con no actores y el lenguaje corporal de la danza se combinan con la poesía de la naturaleza y los gestos que soplan para moverse al final con el viento.

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