Por José María Avilés
Sobre Somewhere de Sofía Coppola.
En el mundo del cine la famosa frase de Hitchcock: “Más vale partir del cliché que llegar a él”, se ha vuelto casi una máxima, sin embargo son pocos los cineastas que han sabido hacer de ello un método de trabajo; Sofía Coppola parece ser uno de ellos.
Somewhere, la última película de la corta pero exitosa carrera de Sofía Coppola (The Virgin Suicides, Lost in translation, María Antonieta), parte de un lugar común: la alienación producto del éxito y la fama. No obstante, en la película este es apenas un punto de partida por el cual se explorará la complejidad del problema. A medida que la trama avanza el conflicto va cobrando dimensiones inesperadas que se sostienen en una puesta en escena sumamente ingeniosa.
El protagonista es un famoso actor de Hollywood, Johnny Marco (Stephen Dorff). Es guapo, millonario, narcisista y simpático. Debido a su profesión, la cual pilotea sin mayor esfuerzo, tiene una rutina muy distinta a la del común de los mortales; una asistente lo despierta por las mañanas para decirle quÉ es lo que tiene que hacer y dónde tiene que ir, asiste a ruedas de prensa, responde preguntas idiotas, le sacan fotos, huye de los paparazzi, es acosado por sus groupies, viaja a recibir premios, conduce un Ferrari y vive en una lujosa habitación de hotel (en el mítico Chateau Marmot de Los Ángeles). Pero eso no es todo. Johnny no es ningún héroe. Es un tipo común y corriente, se emociona, se deprime y se aburre. Los estereotipos sobre la celebrity se desarticulan y emerge un personaje que asume toda su complejidad, con sus contradicciones, sus rincones oscuros y ambiguos que lo enriquecen. Sofía Coppola ensambla ambos costados del actor como las dos caras de una misma moneda. Un buen día la hija de Johnny, Cleo (la esplendida Elle Fanning), irrumpe en su vida, y como dos extraños que se encuentran (a lo Lost in Translation) inician la aventura de conocerse. La presencia de Cleo en la vida de Johnny hace que éste entre en una suerte de crisis existencial.
A lo largo de toda la película hay un particular uso del encuadre y de la duración del plano que subrayan una cierta distancia crítica de lo narrado. En este sentido la primera escena funciona de forma paradigmática. Se trata de un plano secuencia que encuadra una porción de desierto californiano donde se dibuja la curva de una pista de carreras. La cámara permanece fija durante varios minutos dejando entrar y salir por los márgenes del cuadro un Ferrari a toda velocidad. Mientras el Ferrari no está en cuadro el sonido traza su trayectoria circular y monótona. Finalmente tras varias vueltas, el automóvil se detiene en el centro del cuadro y desciende airoso Johnny. La decisión de fragmentar el espacio, dejando gran parte de la pista y del recorrido del auto fuera de campo así como la duración del plano, hacen que el ritual representado cobre un carácter absurdo; la frivolidad del gesto se vuelve sensible para el espectador. Esta singular mirada de Coppola atraviesa toda la película y en ciertas escenas como en la de las gemelas bailarinas de strip-tease, o en la entrega de los bizarros premios Telegatto, subrayan el absurdo de algunas representaciones de la cultura contemporánea a través de un gesto muy sutil de la puesta en escena. Solamente hacia el final de la película, con la huida de Johnny al desierto, esta sutileza se volverá demagógica, por la aparente toma de conciencia que lleva a Johnny a renunciar a su vida glamorosa, convirtiéndolo en héroe moral.

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