Por Marcial Parraguez / Pousta.com
Los artistas Joaquín Cociña y Cristóbal León, directores de la aclamada película chilena de animación La casa lobo, cuentan en esta conversación el trasfondo de esta narración mágica y siniestra y su relación con el fascismo y la germanofilia chilena. Agradecemos a Pousta.com por autorizarnos su reproducción y edición.
La Casa Lobo sigue a María (Amalia Kassai), una joven que huye de una secta de religiosos alemanes para evitar un castigo por liberar a dos cerdos de la granja. Sedienta y atemorizada, se interna en un bosque y se escabulle en una casa abandonada. Ahí encuentra a los dos cerdos nuevamente, los que se transforman en humanos. Los tres entablan una relación maternal que se va tornando siniestra y oscura. Mientras tanto, el lobo del bosque los acecha y atemoriza por las paredes domésticas.
Los personajes de María, Ana y Pedrito (los cerdos) son interpretados por la voz de la actriz chilena Amalia Kassai, mientras el lobo toma vida gracias a la voz de Rainer Krause. Es un registro que mezcla relatos, cantos y poesía en alemán y español.
La idea surgió recordando el material audiovisual que la Colonia Dignidad mandaba a los canales de televisión en su época, para desmentir las acusaciones de violaciones en contra de los derechos humanos y su vinculación con la dictadura de Pinochet.
¿Cómo llegaron a contar esta historia?
Joaquín Cociña: Comenzamos con un título. El Lobo iba a ser la tercera parte de las animaciones Lucía y Luis. Pero esos dos cortometrajes nos dejaron con la sensación de querer hacer un largometraje. Ya que Lucía y Luis son ambos trabajos que ocurren en una pieza, pensamos que un largo dedicado o narrado por el lobo debía ser una casa: La Casa Lobo. Años después de ese título, la película comenzó a tomar forma en la residencia Abbaye de Fontevraud (Francia), donde imaginamos que la película sería una adaptación de La Bella y la Bestia. En esa versión Bella lucharía contra una Bestia que era la película, la realidad y el narrador, iba a ser la lucha de dos conciencias. Algo de eso quedó, pero muy poco. Al poco andar nos dimos cuenta de que si Bestia era el que dominaba la realidad de la película, ésta debía ser regida por su criterio. Lentamente la Colonia Dignidad y Paul Schäfer se fueron infiltrando, desde una referencia hasta ser la voz que narra y el criterio que guía la historia.
Cristóbal León: La verdad nunca llegamos a una versión definitiva de la historia hasta que terminamos la película. Sabíamos que sería así, que no podríamos apegarnos a una versión de guión. Por eso escribimos un decálogo, una lista de reglas que debíamos respetar, tan diversas como “María es bella” o “Es un plano secuencia”.
Hubo dos o tres cosas sobre Colonia Dignidad que fueron importantes para pensar la película. Lo primero fue escuchar sobre la existencia de un gran archivo fílmico de la colonia, compuesto principalmente de material documental o falso documental que la colonia producía para proyectar una imagen idealizada de la vida al interior de la secta. Decidimos hacer el cuento de hadas animado que Paul Schäfer hubiera querido. 
Lo segundo, fue una serie de historias de fugas o de intentos de fuga de colonos. Nos interesó concentrarnos en ese aspecto de la colonia, el encierro. Y por último, en algún libro leímos que los colonos llamaban a los chilenos “schweine” que en alemán significa “cerdos”. Pensamos que era un detalle que podíamos adoptar de manera literal para construir una fábula.
Pareciera que todos estamos escapando y tratando de escondernos de un lobo, pero algunos no alcanzan a esconderse o a escapar. ¿Quién es el Lobo de Chile?
JC: En Chile, en la Colonia y en el mundo todos somos un poco lobos. Pero supongo que los curas católicos son los más cercanos a serlo. Y los que se creen o están en situación de poder y usan eso para hacer infelices al resto, para obtener placer. Por eso somos todos un poco el Lobo.
CL: No hago arte para repartir juicios morales. Espero que la película no se interprete de esa manera. O quizás, el único juicio que me interesa hacer desde el arte es sobre mi mismo, o nosotros mismos en este caso. Como dice Joaquín, nosotros somos los lobos, o tenemos lobos dentro de nosotros.
Por una parte, una de las cosas que nos impulsó a hacer la película fue tomar conciencia que los crímenes de Colonia Dignidad sobrepasaban en tiempo y en diversidad a los crímenes de la dictadura. Ya desde mediados de los años sesenta habían relatos y denuncias públicas de las cosas que estaban ocurriendo en la colonia. Gobiernos democráticos y la mayor parte de la sociedad civil se hicieron los de la vista gorda. Y es evidente, que todavía hoy nos hacemos los de la vista gorda con muchos hechos que ocurren en nuestro país: con la misma colonia, con el conflicto en La Araucanía, con los inmigrantes y un largo etc. Por eso todos somos permanentemente lobos.
JC: La germanofilia está amarrada en Chile al poder, a la tortura de pueblo mapuche, a la visión racista de la sociedad. Creo que en el fondo de los corazones de muchas de las personas de la clase alta chilena una persona pobre (y morena) no es completamente un humano. Me da esa sensación cuando escucho hablar a una persona de clase alta con alguien que trabaja para él en labores domésticas, se parece fonéticamente demasiado a cómo le habla a su perro. En fin, eso supongo que es racismo y clasismo, pero no necesariamente germanofília. Tenemos un ejército prusiano, se defiende a un matrimonio de ascendencia alemana más que a una persona de origen mapuche, etc.
CL: Creo que la gran narrativa de nuestro país sigue siendo el clasismo. Y el clasismo en Chile está muy mezclado con el racismo. Por eso la germanofilia es una culturofilia que resulta más problemática que las otras. Porque tenemos demasiado fresco el nazismo y su ideal de raza superior. La germanofilia es una manifestación sólo más evidente y más bruta del racismo-clasismo que rige muchas de nuestras maneras de relacionarnos en nuestra vida cotidiana.
Hay una curiosidad por la historia, por la construcción de subculturas formadas a partir del autoritarismo. ¿A qué se debe esta insistencia y por qué la ejecutan a través del stop motion?
JC: La verdad es que el stop motion vino antes que nuestra fijación con las subculturas autoritarias. Pero están relacionadas, espero. La Colonia Dignidad funcionaba como tantas otras sectas en las que se produce una pesadilla social autoritaria en miniatura. En ese sentido son como los cuentos de hadas, que son una versión pequeña del mundo.
CL: El autoritarismo es el mundo en que crecimos. Y en gran medida el mundo en el que aún vivimos. Creo que es normal que hablemos al respecto. Trabajamos en stop motion por muchas razones, pero principalmente como una extensión de nuestra práctica de artistas visuales interesados por el dibujo, por la pintura y la escultura.
¿Qué inspiración del cine experimental chileno o latinoaméricano les ha servido para pensar sus obras?
JC: El Chavo del Ocho, Alejandro Jodorowsky, Raúl Ruiz (al menos sus dichos sobre cine), El Chacal de Naueltoro, La Cienaga de Lucrecia Martel.
CL: Sumo El grupo de Cali (“Pura Sangre” de Luis Ospina a mí me impactó mucho), 31 minutos, Plan Z, El Tata Colores, Pablo Larraín, Cha cha cha, los videos de Capusotto, “El Zapato Chino” de Cristian Sanchez, nuestro socio Niles Atallah. Son los que se me ocurren ahora. 
Nos preguntamos: ¿Qué pasaría si alguien encontrara dentro de este archivo (de la Colonia Dignidad) una película de Animación tipo Walt Disney? ¿Cómo sería esa película?

 

Los creadores de La casa lobo se propusieron que la producción del filme se realizara en una serie de muestras en las que se instaló el estudio de creación y filmación en espacios de exposición. Así el público pudo ser testigo del desarrollo de la producción,  que duró 5 años, como una obra en permanente cambio de la que surgió también un libro. 

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