Por Miguel Alvear
Una mirada a la producción audiovisual de ficción que ha estado fuera del sector formal de la cultura. Un proyecto de investigación se lleva a cabo.
El mes pasado, con el auspicio de la Fundación Príncipe Claus de Holanda y el Ministerio de Cultura del Ecuador, y la participación de Ochoymedio y Wilman C. Chicha, arrancamos un proyecto de investigación que pretende echar una mirada a la producción audiovisual de ficción que se ha venido dando en el Ecuador, fuera del campo ‘profesional’ del cine. A pesar de las dificultades por definir exactamente qué significa ser aficionado o amateur (o qué mismo significa ser profesional), sobre todo en una cinematografía que aún está en proceso de consolidación, el proyecto “Ecuador bajo tierra” pretende descubrir y analizar modos de producción alternos que han ido de la mano, pero bajo la sombra, de lo que se empieza a llamar ‘el cine ecuatoriano’.
En el poco tiempo que lleva la investigación hemos constatado que existe una abundante y fascinante producción audiovisual que ha sido poco vista y apreciada desde el sector formal de la cultura. De muchos de estos esfuerzos individuales se pueden rescatar modos de producción, discursos, estéticas, posturas y estrategias de circulación que apuntan a una especie de circuito paralelo que muy pocas veces coincide con los espacios de discusión y difusión del mainstream cinematográfico o cultural del Ecuador.
Para nosotros, aficionados consumados, el sentido de amateur está relacionado con la noción de aquel ‘que ama’: la afición en sentido puro, la pasión, el bricolage de la construcción audiovisual con recursos técnicos limitados y bajísimos presupuestos. Frecuentemente las limitaciones conducen a descubrimientos sorprendentes, invenciones; provocan maneras inusuales de resolver los problemas específicos del audiovisual de ficción. Muchos de los amateurs que hemos llegado a admirar y a querer a lo largo de esta investigación, han abierto un camino de experiencia sobre el que otros han podido avanzar. Tal es el caso de uno de los pioneros del cine de Cuenca, Carlos Pérez, quien en los años 80 realizó varios largometrajes para difundir la literatura ecuatoriana en el entorno universitario. Su primera película, Arcilla indócil, basada en el cuento del mismo nombre de Ivan Petroff, fue rodada en una cámara VHS de manera secuencial, sin repetir las tomas, ya que carecía de medios de edición. Hacer algo así requiere de mucha astucia y sobre todo, de mucho amor al cine. La semana pasada en Durán, tuve el placer de conocer a Nelson Palacios quien con Producciones Capricho, su productora familiar, ha realizado siete largometrajes dramáticos que circulan sobre todo en el mercado pirata: El dolor de ser pobre, Buscando a mamá, El llanero vengador, son algunos de sus títulos. A pesar de que Nelson es considerado el primer cineasta de Milagro, y de que sus trabajos tienen amplia difusión en la zona periférica a la ciudad de Guayaquil, sigue trabajando sin apoyos de ninguna clase y con poco reconocimiento fuera de su provincia.
Las experiencias de otros productores que han alcanzado amplia difusión nacional, como William León y su saga Pollito y Pollito 2, en las que trata temas vinculados a la migración (en kichwa y castellano), o Fernando Cedeño con su trilogía Sicarios manabitas, pueden ser muy útiles para entender ciertos mecanismos y estrategias de circulación y también se pueden establecer como puntos de partida para análisis de mayor amplitud.
El proyecto Ecuador Bajo Tierra tendrá su lanzamiento oficial el 12 de enero de 2009 en Ochoymedio. Al final de la investigación publicaremos un libro en el que desde diversas perspectivas abordaremos el fenómeno de la producción amateur. Acompañará a esta publicación una muestra itinerante y representativa de esta filmografía que recorrerá algunas ciudades del país. El cineasta Fernando Mieles ha comprometido para el Festival Ecuador Bajo Tierra, el estreno de su documental Descartes making of, sobre el cineasta guayaquileño Gustavo Valle, quien en la década del 70 filmó en película reversible de 16mm. tres sorprendentes cortometrajes que hasta hace poco se consideraban irremediablemente perdidos.

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