Por Christian León
El blaxploitation, subgénero de filmes B de los setenta vigorizó la presencia afro-americana en el cine.
Peinado afro, enormes gafas, pantalones acampanados, abrigos de piel, sombreros de ala y trajes de colores sicodélicos. Villanos elegantes y fornidos, regias mujeres de generosos pechos, traficantes, proxenetas, convictas, prostitutas, justicieras o policías tronando sus pistolas automáticas para realizar una venganza o responderla. Persecuciones en gigantescos automóviles en los suburbios de Detroit, New Jersey o New York a ritmo de música funk. Es el espíritu de los setentas, es el blaxploitation.
Esta palabra designó a un subgénero de películas de acción y bajo presupuesto producido por afro-americanos para afro-americanos. Después del asesinato de Martin Luther King, las luchas de los “Black Power” y las reivindicaciones de los “Black Panthers”, la industria del espectáculo finalmente se rinde ante la cultura negra. Surgen entonces una serie de artistas, actores, músicos, diseñadores y realizadores que se convierten en iconos de la cultura pop. Esta camada emergente en la industria del espectáculo no reclama una acción política directa. Sin embargo, realiza algo estratégico: posiciona las formas de vestir, hablar, comportarse y sentir propias de la gente negra dentro de la intolerancia de la cultura de masas de los Estados Unidos.
El blaxploitation es parte de ese proceso. Por esta razón, este cine de serie B, imperfecto y fácil, tiene un potencial que proviene de la reivindicación cultural. Según el teórico cultural Stuart Hall, estas películas son películas de venganza que tratan de invertir los estereotipos con los que fueron retratados en el cine dominante. Con un realismo teatral y una estética camp, llena de zooms excesivos, planos injustificados y argumentos algo inverosímiles, este cine reinventa personajes, valores y estéticas con marca étnica. Con humor parodia la cultura blanca y auto ironiza sobre los valores afro-americanos. Por primera vez en la historia del cine aparecen héroes y heroínas negras que no calzan dentro de los valores de la cultura calvinista americana. Heroínas vengadoras y maleantes elegantes, todos bellos e invencibles. La figura hasta entonces subalterna del negro adquiere un aire cool.
Dos filmes marcan los orígenes del género: Cotton Comes To Harlem (1970) de Ossie Davis y Shaft (1971) de Gordon Parks. La primera es una adaptación simpática y ligera de la novela homónima de Chester Himes, de irónicos comentarios sobre las luchas negras y la ideología Black is Beautiful . La segunda presenta un detective viril que no tiene ninguna concesión ni servilismo para el blanco.
Con estos filmes arranca un conjunto que logró posicionar su propio staff de realizadores, estrellas y músicos. Entres los directores destacan Gordon Parks y Jack Hill. Mientras el primero creó la vertiente viril y masculina del género con Shaft (1971) y Super Fly (1972); el segundo acuñó las heroínas de la venganza y la sensualidad de Coffy (1973) y Foxy Brown (1974). Actores como Jim Brown y Richard Roundtree se transforman en los nuevos símbolos sexuales, actrices como Tamara Dobson y sobre todo Pam Grier devienen nuevas divas de la acción. Finalmente, el género estaría incompleto sin el ritmo delicioso y frenético que le impusieron a las imágenes músicos de la talla de Curtis Mayfield, Isaac Hayes, Roy Ayers y James Brown entre otros.
El blaxploitation desarrolló una replica de gran variedad de narrativas del cine dominante que van desde biografías de iconos de la cultura negra como Billie Holyday (Lady Sings the Blues) hasta parodias bizarras de filmes de terror (Blacula, Doctor Black and Mr. Hyde). Le debemos a Quentin Tarantino la repopularización del género. El director norteamericano, devoto total, no solo que rindió un audaz homenaje a este tipo de filme en Jackie Brown (1997), sino que también redimensionó la figura de la actriz reina del género Pam Grier.
En su momento, estas películas generaron un debate dentro de la comunidad negra. Por un lado, había quienes veían en ellas una saludable manera de expresión de la cultura afro-americana. Por el otro quienes, las censuraron por anclar la imagen de la comunidad negra a las drogas, la prostitución y la delincuencia. Analizado desde hoy, ganaron los primeros. A pesar de los estereotipos, el sexismo y la desprolijidad, estos filmes afro-estridentes de los setenta siguen siendo un modelo para las estéticas disidentes del presente.

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