Estimado Jacques, No puedo comenzar esta carta con el habitual ‘Cher Jacques’, porque alguna vez cometí un desliz diciéndole a un alto funcionario francés, Cherry, y fue un poco vergonzoso. Pero bien, Jacques Odiag, vamos al grano, quiero saber quien eres, y por eso, mi tercera carta filmica, te la dedico a ti por tu falta de lealtad y empatia con Karla Sofía Gascón, la protagonista de tu película Emilia Pérez. A los artistas no se les pide rendir cuentas. No lo hago. Las obras de arte, siempre, se defenderán solas pero quiero saber porque dejaste a Karla Sofía, desnuda, a merced de una jauría de lobos. La sacrificaste con tu indiferencia, tu silencio, cuando ella fue atacada tanto por periodistas infames como por esos odiadores que anidan en las redes sociales. Y no hablo de sus tuits escritos hace años, son indefendibles, ¿pero alguna vez no hemos hablado de mas en redes sociales? Karla ha venido perdiendo familia, amigos y hasta a su esposa e hija. “Perdí a todas las personas que quise en este mundo, pero me encontré a mí misma”, ha dicho Karla, quien antes era Carlos y desde los cuatro años supo que su cuerpo no era suyo. ¿porque te hiciste a un lado? ¿acaso no eres consiente que tu conducta fuera de cámaras hundió a tu propia película y a Karla Sofía Gascón? ¿Acaso no te das cuenta que ella posiblemente pierda su primer Oscar debido a esa falta de cohesión de equipo y apoyo que merecía de tu parte? “Se está haciendo la víctima”, dijiste sin empacho, al referirte a un ser humano que es, en verdad, una víctima. La víctima sacrificada, cancelada, por las redes sociales. Yo estoy en contra de la cultura de la cancelación. Tendencia violenta que destruye, infama, calumnia y destruye la vida de las personas. Cancelar es asesinar a una persona en vida y a su obra de paso. Un paria es aquella persona ‘sometida o subordinada a la voluntad de otro’. Y las redes sociales pretenden precisamente eso, someter e imponer su moral y convertirse en jueces sanguinarios que van decapitando vidas y cabezas. Vivimos en un mundo que no se sostiene más. La violencia está dinamitando todo vínculo humano. Hay una palabra mágica que se llama empatía. Sin ella estamos destinados a extinguirnos. Estamos destinados a cancelarnos como si fuéramos figuras de cartón. Yo siempre defenderé al cine y la libertad de creación. Emilia Pérez, es una gran película y tu un gran realizador, has hecho de tu mirada, un visor que explora con profundidad el dolor, la migración, la familia como núcleo de conflicto. Es visionaria y profunda, una gran ópera que musicaliza el dolor de perder un hogar. Me importa un pepino lo que piense el resto, yo hablo de cine. Eres un maestro de ese dolor cotidiano que hoy se ha globalizado. Tu padre se habría sentido muy orgulloso de tu carrera, aunque el solía decirte que los cineastas eran idiotas. Michel Odiag también era director pero nunca se ganó el respeto de Jean-Luc Gordard y Chabrol, que lo consideraban aburrido. Maestro Odiag, te digo maestro porque lo eres, te recomiendo beber el silencio después de quitarte una historia de encima.El español no es una lengua de gente pobre como tú la llamas. Todo lo contrario: las lenguas en el mundo, todas sin excepción, son esa maravillosa expresión de la sensibilidad humana. Todos, Jaques, somos simples personajes de la misma tragicomedia de los tiempos actuales y tu siempre repites que tus temas son el dolor, la migración, el silencio, la falta de comunicación, el odio. Vaya paradoja, pues con Emilia Pérez tú también estás siendo cancelado por estos jinetes del Apocalipsis y te convertiste en uno de ellos. Ya has ganado el César, el BAFTA, el Gran Premio en el Festival de Cannes. Pero te falta ganarte mi completo respeto. Así como el de ese monstruo llamado redes sociales. Emilia Pérez merece otra suerte, pues yo veo en esa película tuya, un canto a la sensibilidad, sin importar el cuerpo que la alberge, ni la nacionalidad, ni la procedencia. Quizá el Oscar te sea esquivo, a pesar de las trece nominaciones pendientes. Pero estoy seguro de algo, el día y momento que sepas abrazar a tu actriz, a Karla Sofía, y entiendas el dolor que la gobierna, ese calvario que ha transitado en su vida de transgénero, habrás sanado tambien. ¿Te imaginas el infierno que Karla/Carlos ha vivido desde los cuatro años de edad, cuando un día se dio cuenta que todos nosotros hablaríamos mal de ella? Y tú, Jaques, Jaques Audiard, pudiste hablar bien. Pero no te dio la gana.