Paúl Dedalus escribió varios artículos sobre cine ecuatoriano para Ochoymedio en 2004. El estereotipo del ‘buen sureño’ vs. El  ‘malvado’ norteño, es un tema recurrente en el cine de quito, desde “Ratas, ratones, rateros” (Cordero, 1999) hasta “A tu espaldas” (Jara, 2011). Este y otros temas del realismo sucio nos avienta sobre la mesa el polémico -y extrañado- Dedalus.
He oído de una de las encargadas de difusión de Bochinche, que distribuye Fuera de Juego, que la recepción de la película ha sido buenísima, y que la gente en los corredores del Centro Comercial el Recreo se ha acercado al grupo que promocionaba la película con mucho entusiasmo y ha pedido hasta autógrafos. Las salas se han llenado de inmediato tanto en el norte como en el sur. Cuando decido ir, la pasan ya solamente a las diez de la noche en el Cinemark. Estamos solas, llegan dos parejas más, y algunos alumnos de cine de la USFQ. En realidad la primera impresión es aérea y conmovedora, una vista del sur que avanza y se mueve mientras se escucha de fondo el lamento de Widinson. Las tomas de la ciudad ilocalizables desde los imaginarios cinematográficos son lo que más aprecio.
Mi impresión general es escuálida y mira desde una loma la ciudad mientras sueña. Cuando todo se acaba ese es el sabor que me queda, el de la construcción moralista y estereotípica de una realidad, como si solo se tratara de estéticas desprovistas de dimensiones políticas. Las luces se encienden y todos están aprobando, con el gesto del reconocimiento en el rostro y la sentencia en la punta de la lengua, que la realidad es así –de dura, de triste, de injusta-, que la película es muy buena, y que nos guste o no –en el sentido más autoritario de la evidencia por la ciencia o por la moral- hay que reconocer que “así es de tenaz” y ese es un valor innegable de la película, el de ser capaz de“retratar la realidad”. Además, parece que todos concuerdan en que en general, la película está muy bien hecha, técnicamente, actoralmente -de no ser por la única actriz-, la producción, la edición, etc.
Parecería que al decir que así es la dura realidad y que la película logra representarla, le damos lugar a una realidad que no solo está por fuera de la representación sino que es casi inaprensible, y sobre la cual no podemos generar nuevos sentidos. Como si la representación no fuera quien modela las lecturas, los significados y los sentidos de los imaginarios sobre la ciudad, sobre la pobreza, sobre la marginalidad. Y como si se pudiera hablar de realidad social por fuera de las construcciones que dan cuenta de ella. Pensar que hay una realidad objetiva que se puede mostrar equivale a decir que hay miradas objetivas, fundamentalismos que tienen sentido y cabida para explicar el lugar que ocupa la representación en el devenir social.
Partimos efectivamente entonces de que toda realidad es una construcción, con dimensiones sociales, políticas, éticas, estéticas, y de que cualquier intento de representar la realidad tiene implicaciones ideológicas. Si bien Fuera de Juego es una ficción, hay una intención muy clara de ubicarla en un contexto histórico y político específico que es el de la gran crisis del gobierno mahuadista en Quito en 1999. No habría como escapar a que esos referentes históricos son recibidos por el espectador como un marco de ¨realidad¨ (más allá de las intenciones del autor que probablemente no divergen de ello). No se puede obviar las pretenciones de realismo que no son propiedad del género documental. Pienso además en que importantes tendencias del cine han pasado por esta problemática y han desembocado en la construcción de representaciones ¨realistas¨, muchas veces en un sentido más humanista y moral. Es el caso efectivamente de ciertos discursos sobre Neorealismo Italiano, pero sobretodo, sobre el Nuevo Cine Latinoamericano, que dicen que hay que mostrar la realidad a través del cine ya que solo así se podrá forjar conciencias y cambios, y se podrá ¨dar testimonio crítico de la realidad¨ como decía Fernando Birri. En divergencia con esta postura que propugna un uso del cine, una visión herramental de lo cinematográfico, un vehículo de denuncia,propondríamos un cine reflexivo, crítico, proyectivo. Un cine que muestre sus condiciones de construcción, sus condiciones de narración, y su polifonía por llamar de algún modo a la diversidad de sentidos que se generan cuando se cruzan varias miradas y logran hacer preguntas, plantear problemáticas, crear desfases, deconstruir imaginarios y estereotipos. Fuera de Juego corresponde en cambio a una sola mirada, desde la misma posición y conservando el mismo ángulo. Esa postura desde la que se mira al otro, corresponde no solo a la posición del autor sino a la reproducción de una especie de lugar común desde el que no se evita esencializar la mayoría de los problemas o inscribirlos en formas binarias de pensamiento, generalmente lógicas moralistas de buenos y malos.
Se mira al otro, al sureño, como ¨bueno¨, como víctima de la sociedad, o sea de aquel espacio donde dominan los malos del norte. Los malos del norte ‘performan’ de blancos, de dominadores, de estereotipo de telenovela venezolana de los 80 que no permite el amor de la empleada con el patrón guapo, o de joven rico que inferioriza al pobre para afirmarse él. No se hace uso de la referencia al melodrama para criticar una forma de fundamentalismo narrativo-visual, se recurre a ella como a una figura retórica para fortalecer el estereotipo.
El estereotipo del buen sureño se construye sobre otro ya bien arraigado, el del indio urbano, el longo. La visibilidad del indio no es ya una pregunta de la que se ocupen los cineastas, como lo hizo el cine mexicano y a su ejemplo mucho del cine latinoamericano en función de la construcción de un discurso nacionalista y de rescate de la identidad nacional, sino que parecería que han surgido nuevos personajes representantes de una marginalidad estereotípica, urbana, pobre, susceptibles de asumir el papel de encarnar la injusticia social y así ocultar la responsabilidad de los realizadores y los públicos frente a la politicidad de las imágenes.
He escrito esto en el cansancio y la libertad del comentario pero con la certeza de que este cine evita muchas discusiones y abona a la construcción de estereotipos. El cansancio de estas películas sureñistas, exóticas, “duras pero divertidas”, premiadas y celebradas… como si no dejáramos de repetirnos y de celebrar la fatuidad de una mirada que construye a un otro que no hace más que liberar de culpas a ciertos espíritus conservadores y moralistas, cual confesión de estos tiempos, y abonar al controlador discurso de la ‘multiculturalidad’, que en lugar de problematizar la diferencia lo que hace es subsumirla y homogeneizarla desde la construcción exótica del otro. Construcción que suscita aplausos de admiración frente al desarrollo constante del campo y su profesionalización.
(Todos los derechos reservados. OCHOYMEDIO 2004).

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