Por Gabriela Paz y Miño, especial para km 8ymedio.
Varios de tus papeles en el cine han sido de personajes complejos, muchos de ellos – como en Cuatro meses, 3 semanas, 2 días o Sex Traffic-personajes en los bordes de la experiencia humana. ¿Por qué los prefieres?
Prefiero siempre los papeles más difíciles para representar. Realmente no me gusta usar la palabra personaje porque no creo que yo pueda transformarme en alguien más. Lo único que yo puedo hacer es imaginar una situación y existir en ella y crear una especie de nueva realidad. Pero siempre soy yo, nunca seré alguien más. Entonces, evito la palabra personaje. Por supuesto,  para el actor el papel que más le represente un reto siempre es el mejor. Pero a veces es la historia la que encuentra al actor. Yo, en una etapa muy temprana de mi carrera, tuve la suerte suficiente de encontrarme con algunas muy buenas historias. Fui muy afortunada por haber recibido estas ofertas. Luego vas probado, cambiando, creciendo como actriz y tu gusto cambia, al igual que desarrollas recursos. Te conviertes, poco a poco, en una mejor actriz.
Dices que no puedes convertirte en otro personaje, pero para la gente lo difícil ha sido separar a la actriz de los papeles que has representado. Después de Cuatro meses, tres semanas, dos días, muchos te preguntaban sobre tu opinión personal acerca del aborto…
No solo que me preguntaban sobre mi opinión acerca del aborto, sino incluso si es que yo había tenido uno. Me parece que eso era un poco cruzar la línea, ¿no? Yo estuve en Italia y el filme fue muy cuestionado, especialmente por el periódico oficial de El Vaticano. Ellos realmente no acogieron bien la película.  Es una sociedad muy religiosa. Durante la presentación de la película, en una rueda de prensa, todo iba bastante bien, hasta que un periodista me preguntó directamente sobre si yo había tenido un aborto.
¿Cuál fue tu respuesta?
Mi mente se bloqueó, ¿qué podía decir en esa situación? Creo que  dije: “probablemente me estás confundiendo con el otro personaje, que es quien tuvo el aborto. Yo representé a Otilia, la amiga de Gabita, que fue quien tuvo el aborto. Así que le dije: ¿Por qué no preguntas eso a Gabita?”.  Más allá de mi respuesta en ese momento, no creo que la vida personal de ningún actor sea relevante en sentido alguno, pero lo que yo puedo decir es que apoyo y defiendo el derecho de las mujeres a decidir.
Tu papel en Cuatro meses, tres semanas, dos días es una muestra de que menos es más. Tu personaje no tiene grandes gestos o una expresividad dramática, a pesar del tema. Todo se resume en pequeños gestos o diálogos breves, quizás una mirada o un silencio…
Ni siquiera eso. Realmente el concepto de Cristian (Mungiu) en esta película era no usar ningún close up, porque no quería manipular ni mostrarle al espectador qué debía mirar. Eso era muy importante. Por otra parte, la cámara se “comportaba” como el personaje principal: así si yo estaba corriendo, la cámara se movía conmigo, cuando me quedaba quieta, la cámara estaba quieta también. Seguía mi estado psicológico, mi humor. Es una cuestión de la perspectiva desde la que  se quería contar la historia y, en este caso, era la perspectiva de Otilia. Con el director teníamos algunas discusiones, o al menos debates, acerca de esto, porque cualquier actor quiere un close up, quiere mostrar lo que siente, lo que expresa, de cerca, pero la idea era tener esa distancia, esa suerte de objetividad. Ese era el planteamiento y el concepto de la película.
¿Quedaste satisfecha con los resultados?
Me encantaron, pero hubo una escena en particular, aquella en que el Sr. Bebe (el hombre que practica el aborto a Gabita, la amiga de Otilia) deja el cuarto, y nosotras tenemos una conversación. En ese momento yo realmente quería que la cámara se acercara más, pero le dejé la decisión  a Cristian. Sucedió que la cámara se acercó, rompimos nuestras propias reglas y fue bueno el permitirnos eso. A lo largo de toda la filmación, como equipo hicimos algunas elecciones, fuerte elecciones, sobre qué era importante mostrar y que era redundante en la película. Trabajamos en equipo para tomar esas decisiones, aunque, por supuesto, las decisiones finales estaban en manos del director.
¿Cómo fue tu experiencia actuando en una película como Europa Report?  Sebastián Cordero ha comentado que el trabajo para los actores no fue sencillo porque tenían hasta ocho cámaras filmando simultáneamente, lo que creó una suerte de performance. ¿Lo sentiste así?
Sí, sí fue algo muy cercano a un performance teatral. Como en el teatro isabelino, en el cual el actor actuaba en un escenario circular (360 grados), en contacto muy cercano con los espectadores. En Europa Report, pese a que sabe muy bien dónde están ubicadas las cámaras, ninguno de nosotros sabíamos qué se iba a utilizar al final. De los 25 ángulos, probablemente se iba utilizar el más lejano. Nadie podía saber eso en el proceso de filmación. Al final, había una sorprendente cantidad de material del qué escoger y creo que se hizo un muy buen trabajo de edición. El resultado fue el mejor filme que podíamos tener con ese material.
¿Qué te animó a participar en una aventura espacial, en un papel muy distinto a todo lo que habías hecho antes?
Precisamente el reto de no haber hecho una película similar antes. La invitación me llegó de parte de una increíble directora de casting de New York, llamada Avy Kaufman. Yo, en ese momento, no sabía mucho más: ni quién actuaría, ni quién escribió el guión, pero el hecho de que la invitación viniera de Avy Kaufman fue muy importante para decidirme.
¿Conocías el trabajo de Sebastián Cordero?
Realmente no conocía mucho de cine ecuatoriano. Después de que me ofrecieran el papel, él me envió Rabia y Crónicas y ambas películas tuvieron un enorme impacto en mí. Yo estaba muy feliz de ser parte de la película. Ahora sé que  el cine ecuatoriano pasa por un muy buen momento, especialmente en lo que se refiere a documentales.
Has dicho que tu trabajo como actriz es “levantar preguntas” y que dónde no las hay, crearlas. ¿Qué piensas del cine que se hace simplemente para entretener?
No estoy en contra del entretenimiento, para nada. Lo que realmente me molesta son las películas o historias que te bloquean, te impiden pensar o te dan las respuestas ya hechas. Los filmes que tratan de manipularte hacia alguna creencia o forma de ver la vida. Se transforman en un medio ideológico.
¿Qué está pasando con la producción de cine en Rumania? ¿Crees que el lenguaje de la nueva generación de cineastas en tu país está marcado por el dolor vivido como sociedad, como país?
Pasamos por una etapa así, sobre todo después de la revolución, en los 90. Durante la dictadura, había demasiadas cosas que no se nos había permitido decir y creo que queríamos mostrar  todo ese dolor, ese sufrimiento, desde un punto de visa dramático (hablando de la manera de contar historias). Eso no funcionó, porque  necesitábamos tiempo para internalizar el significado de muchas cosas. Una historia tiene que tener un significado, plantear una pregunta, pero no necesariamente de manera apasionada; se necesita cierta distancia, cierta objetividad y creo que entonces aún no la teníamos. Hubo una serie de filmes entonces, muy difíciles de ver, llenos de emociones, pero muy caóticos.  Lo irónico es que la joven generación de directores rumanos fue parte  de los niños que nacieron bajo el decreto emitido por Ceaucescu, allá por el año 67 (un decreto que prohibía totalmente el aborto y las mujeres estaban obligadas a tener hijos, como parte de esta política de incremento de la población). Children of the Decree, de Florin Iepan, puede dar una idea más clara de lo que vivía Rumania entonces.
Recientemente hay toda una nueva generación de cineastas, con nueva energía, nuevas formas de contar historia, con un increíble humor, bastante ácido. Sus historias no necesariamente ambientadas en el comunismo ni tienen que ver estrictamente con el pasado. Hay películas muy conocidas como La muerte de Mr Lazarescu, que no tiene que ver directamente con el comunismo, pero sí con la herencia que dejó, en el sistema de salud. Es una historia que, a la vez, puede ocurrir en cualquier país, es acerca de la negligencia, de la muerte de un hombre que fue enviado de un hospital a otro y finalmente fallece, porque nadie lo atiende. Es una historia acerca de una pregunta muy importante para mí: ¿cómo morir? Es una pregunta universal.

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