Si se trata de hablar de este cineasta argentino-francés, pues hay que hacerlo con una lucidez extrema, porque Gaspar Noé puede ser un gran artista o alguien que quiere molestarnos o tomarnos el pelo. Porque a Noé le gusta provocar y quizás celebre golpear al espectador. Se debe partir esta perspectiva desde la icónica —no hay cómo negarlo— escena de Irreversible en la que el personaje de Monica Belluci es violado, en un solo plano sin corte, con la crudeza del caso, con el malestar que eso causa, con todo al descubierto. ¿Noé nos quiere mostrar lo vil y duro del ser humano porque sí? A veces se podría decir que Noé es el Bart Simpson del cine; pero al hacerlo nos estamos convirtiendo en espectadores que se dejan llevar y que no consumen con criticidad. En el cine en general y en particular en el de Gaspar Noé no puede existir gratuidad. En esta escena a la que hago referencia —y porque ha corrido mucha agua debajo del puente de cómo se la hizo— Noé conversó con Belucci sobre cómo romper con la distancia entre el espectador y la escena, sobre todo porque quienes verían a película la reconocerían y entenderían que era una actriz representando la violación. Entre ambos decidieron que debía ser larga, para quitar ese velo sobre ella y dejar que nos enfrentáramos al infierno que ese personaje vive en aquel momento. 
Él sabe que lo que hace es un ejercicio de ficción, de falsedad. Lo ha dicho en varias entrevistas. Y esa conciencia es la que le permite buscar mecanismos para romper esa pared y generar algo en el público que va a ver sus películas. Ya sea escozor, ira o rechazo. Se trata de remover a quien ve cine.
Gaspar Noé es el cineasta que opera la cámara, que odia ensayar escenas, que sabe que a partir de la tercera toma habrá algo interesante. Es el tipo que consigue financiamiento para sus filmes solo con tres hojas de tratamiento, que hizo una película de sexo no simulado —Love, 2015—, que consiguió hacer un filme sobre su obsesión de años con la primera persona y los viajes inducidos por drogas —Enter the void, 2009— y que el año pasado volvió con una película experimental sobre baile y terror psicológico —Clímax, que podremos ver en la sala del OCHOYMEDIO—.
¿Hay algo que nunca mostraría Gaspar Noé en una película? Sí, se lo respondió hace ya varios años a Robert Milazzo, en una de las famosas clases de The Modern School of Film:  “Un cura en una iglesia es algo que nunca rodaría (…) me aburriría”.
 Eduardo Varas

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