Por Orisel Castro
¿Qué se puede decir sobre Almodóvar y que no lo sepa todo el mundo? Nunca hubiera creído que este gigante fuera un autor polémico, pero los últimos días con Dolor y gloria y la expectativa que ha despertado en el círculo cinéfilo quiteño me lo han hecho pensar. Es cierto que algunas de sus películas no han llegado al nivel de culto de Tacones lejanos, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, Mujeres al borde de un ataque de nervios o Todo sobre mi madre, pero cada vez que veo una de sus obras quedo desarmada por una cualidad que me parece de lo más especial: el doble filo. 
El título de su última película lo ejemplifica claramente, Dolor y gloria, un encogimiento del corazón y una expansión del alma, que se sobrecoge entre risas. La identificación se interrumpe con los guiños que nos tiende, cariñoso, Almodóvar. Uno se ríe de su representación melodramática, exagerada y estilizada, Camp, autoconsciente e intertextual, pero si se deja, le corren las lágrimas porque nadie como él llega a una exhibición tan entrañable y emotiva de personajes que juegan a ser falsos. No necesita de una verosimilitud constante, porque las salidas del tono grandilocuente, son precisamente las que nos hacen conmovernos y sentirnos cómplices de aquellas mujeres de sentimientos extremos, de aquellos hombres enamorados pero profundamente solitarios, de aquellos seres humanos que nos hacen ver detrás de los estereotipos. 
Como él lo ha dicho en alguna entrevista, sus últimos filmes apuestan a una mirada más austera y depurada, pero la esencia permanece en aquella frase de La Agrado, en otro de esos monólogos que irrumpen en el relato y se toman el escenario, para ampliar el juego de mostrar la verdad escondiéndola en lo más evidente: “Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”. Almodóvar sueña una vez más y nos deja entrar como detectives de los afectos, como psicoanalistas de las imágenes, hurgando un poco más a fondo y sin renunciar a la belleza de la exposición, con tacones y más descalzas que nunca.

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