El festival de cine que con más rapidez y contundencia se está volviendo el más importante del país.
Patricio Burbano visitó Cuenca este año y nos cuenta su experiencia.
Por Patricio Burbano
El Festival de Cine La Orquídea, en Cuenca, es una apuesta por proyectar lo mejor del cine nacional e internacional. Su primera edición, siete años atrás, recibió 15.000 asistentes. Este año fuimos más de 50.000.
La Orquídea se ha convertido en el lugar referencial donde productores, directores, actores y exhibidores del país y del mundo, dialogan, debaten, hacen propuestas y preparan estrategias para que nuestro cine se siga viendo dentro y fuera del país.
Y esta edición ha sido quizás la mejor en cuanto a invitados. Por los pasillos del convento de San Luis se pasearon Francis Ford Coppola (El padrino), Sebastián Leilo (Una mujer fantástica) y los actores mexicanos Darío Yazbek (La casa de las flores) y Damián Alcázar (Narcos), quien además dio un taller de actuación.
Sobre todo, se agradece la programación de películas y eventos. Las joyas: Clímax de Gaspar Noe, Nuestro tiempo del Carlos Reygadas y Chavela de Catherine Gund y Daresha Kyide. O rarezas como el documental de Emir Kusturica sobre Pepe Mujica y Shoplifters de Hirokazu Kore-eda. El público, además, tuvo el raro privilegio de ver el clásico Nosferatu de F.W Murnau con una orquesta sinfónica en vivo.
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Francis Ford Coppola pertenece a ese grupo de artistas que han llevado nuestra experiencia como espectadores a niveles estratosféricos. No hablo solamente del Coppola épico de la trilogía de El padrino o de Apocalypsis now, sino también de dramas intimistas como La conversación o Rumble fish.
“Si algo hace de Estados Unidos una gran nación son los inmigrantes. Todo el mundo en este país es mexicano/americano, ucraniano/americano, ruso/americano. Tenemos lo mejor de todo el mundo, muchos talentos que con frecuencia no son apreciados en sus propios países pero que encuentran en Estados Unidos un lugar para desarrollar su talento. Google está fundado por un ruso/americano y Apple por un sirio/americano. Los inmigrantes son el motor de América”, dice en la rueda de prensa.
Los periodistas le hacen preguntas de todo tipo:
“¿Qué opina sobre Netflix y las nuevas tecnologías al servicio de la distribución digital de películas?
Estamos en un proceso en el que las compañías de tecnología están empezando a comprar estudios de cine. Lo que me asusta de Netflix es que utiliza inteligencia artificial para averiguar el tipo de películas que pueden ser más lucrativas. Y eso es totalmente antitético a lo que debería ser el cine para mí. No creo que puedes quitar el riesgo de las películas. No puedes hacer una obra de arte sin riesgo. No puedes hacer un bebé sin sexo. Es necesario. Y estos métodos de algoritmo están creando un montón de películas sin riesgo”.
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Tengo en la mano una copia de American Zoetrope: All story, una antología que armó Coppola a finales de los noventa con muchos de los mejores textos publicados en la revista literaria del mismo nombre. El libro tiene textos de autores como Salman Rushdie, David Mamet y Javier Marías. Y es que Coppola es un director que siempre soñó con ser escritor.
En cuanto termina la rueda de prensa, algunos nos acercamos a estrechar la mano del viejo Francis. Cuando llega mi turno le pido que me firme el libro. Sin mirarme me contesta: “Si te firmara el libro, tendría que firmárselo a todo el mundo” y sigue de largo.
¿A esto es a lo que se refieren cuando dicen que a veces es mejor no conocer en persona a los ídolos? Está cansado, piensas. Es la altura, piensas. Y ves a Coppola alejarse entre la multitud, con la copia de tu libro sin firmar en la mano.

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